"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Primero de Mayo y política salarial del Presidente Nicolás Maduro

1. Las luchas de las obreras y obreros del mundo para reducir el tiempo de la jornada laboral y la consigna “proletarios del mundo uníos” son una fuente inagotable, siempre renovada, de primordiales experiencias del combate histórico para que el futuro no sea el eterno presente del capitalismo. Significan emblemas universales de cómo vivir juntos; a contrapelo de la idea del trabajo basado en formas de relaciones salariales, que causan la muerte de miles de obreros en Bérgamo y de pobres en Nueva York, y determinan la letal política de los amos del capital de imponer, a escala planetaria, la persistencia del funcionamiento de sus empresas desentendiéndose del mortífero COVID-19:

Los emblemáticos Primeros de Mayo son una primera línea de fuego irrenunciable y sin límites de duración.

En las últimas cuatro décadas, la resistencia de los proletarios y de los pueblos a la barbarie capitalista no ha cesado; es organizada y movilizada desde diversas propuestas programáticas, con base de diferentes métodos y formas de luchas, y tienen el alcance de desiguales resultados políticos y organizativos. En todos los lugares del mundo, no cesa el combate contra la pobreza, la desigualdad social, el trabajo precarizado y el desempleo. Se han logrado picos altos de unidad de los pobres y la clase proletaria en una fuerza única; proceso que incluye el emplazamiento de gobiernos revolucionarios y democráticos y de una situación global de jaque permanente a las políticas neoliberales, dado el posicionamiento de la conciencia anti neoliberal que hoy desafía el dominio del capital:

La Revolución Bolivariana y la Cuba de Martí y Fidel, constituyen hitos primordiales de ese combate.

2. La prolongada crisis recesiva, su factible deriva en un desastre de la economía mundo capitalista y el inconmensurable impacto de la pandemia del COVID 19, que desnuda, absolutamente las diversas aristas de la crisis capitalista, plantean un conjunto de cuestiones urgentes e inéditas al modo de producción del capital y a los movimientos de la clase trabajadora.

Emplazada la aceleración de la crisis capitalista y del tránsito geopolítico hacia un orden mundial, en ese punto crucial de la humanidad, si lo hay, los círculos de poder del capital avanzan un conjunto de estrategias con la finalidad de recomponer las bases de su hegemonía y derrotar las alternativas antiimperialistas, anticapitalistas y socialistas. Entonces, en este 1° de mayo del 2020, para los chavistas es de extrema importancia:

  1. Contra todo desolvido, sostener y consolidar la línea roja trazada por los tres primeros de mayo históricos.
  1. Destacar, desde el espacio mundial, que es la Revolución Bolivariana y el chavismo, el significado primordial de las luchas de los de abajo, en tanto, una pieza fundamental para consolidar el orden del mundo multipolar y de relaciones interestatales simétricas; avanzar en el proceso de desplazamiento del neoliberalismo; y posicionar las bases integrales de la erradicación del capitalismo.
  1. Enfatizar nuestra unidad en torno del Presidente Nicolás Maduro, la defensa integral de la Patria y los cinco objetivos históricos definidos por el Comandante Hugo Chávez:

El pueblo venezolano y los chavistas no somos un mera revuelta, sino la “revolución pública y económica” de Simón Bolívar, defendida ardientemente por Simón Rodríguez y Hugo Chávez

3. Como no vivimos en las nubes y nuestro objetivo como pueblo y clase proletaria no es construir “una casita en el aire”, va lo que sigue con relación de los aumentos salariales decretados por el Presidente Nicolás Maduro, dada una política y principios que son inobjetables e irrenunciables.

En la memoria de los tres primeros de mayo históricos y de los combates de clases en torno de la duración de la jornada laboral gravita la eficacia de las relaciones entre salario, precio y ganancia. En esa perspectiva, destacamos las siguientes cuestiones:

  1. Las luchas proletarias por la jornada de 8 horas no se reducen a establecer límites en la duración de un día laboral y a la hambruna de plus trabajo del capital. Son el alcance del prolongado combate entre el trabajo vivo de los proletarios y el trabajo muerto representado por el capital, “entre el capitalista colectivo, y el obrero colectivo”, que decide la magnitud de la valorización de los capitales privados y erosiona la hegemonía de los amos del dinero.
  1. En ese combate masivo e intensivo proceso de luchas, es clave tomar en cuenta que el funcionamiento del capitalismo y el lucro de los ganancieros burgueses sería imposible, si el sistema de producción de mercancías no genera y se soporta en la amplia masa de desempleados, definida por Marx como “sobrepoblación constante”, que da lugar a la reivindicación del “derecho al trabajo”.
  1. La política del capital de jornadas de trabajo de máxima duración y hasta sin límite, es derrotada por las luchas internacionales de los trabajadores en tres jornadas que tienen un sentido universal:

La Factory Act (La legislación fabril) de 1850, en Inglaterra, que define la reglamentación legal de un límite de 10 horas, en tanto un derecho del capital “a consumir la fuerza de trabajo cuyo valor diario ha pagado”.

La lucha proletaria por la jornada laboral de ocho horas, que arranca en Australia y cuya fecha emblemática es el 21 de abril de 1856.

Y los 1º de mayo radicales: 1886, el “día universal” por la jornada laboral de ocho horas cuyo símbolo son los Mártires de Chicago; el Congreso Internacional Obrero de 1889, que aprueba el combate de los proletarios del mundo por la jornada de ocho horas; y la huelga mundial del 1º de mayo de 1890.

Dicho en Marx, “toda la historia de la moderna industria demuestra que el capital, si no se le pone un freno, (el capitalista tiende) siempre, implacablemente y sin miramientos, por reducir a toda la clase obrera (al) nivel de la más baja degradación…”. Al respecto, es necesario puntualizar, que actualmente es efectiva la lucha por la jornada de cinco o seis hora.

4. Las jornadas proletarias, las luchas de clases, por establecer límites a la duración de la jornada laboral serían escamoteadas, si no percibimos su relación con la triada “Salario, precio y ganancia”; cuestión que la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) asume, en la década de 1860, en el contexto de “una verdadera epidemia de huelgas y clamor general pidiendo aumento de salarios”. Marx y el Consejo General de la AIT, se hacen cargo de esa problemática de la clase proletaria, en correspondencia con un riguroso debate. En sus intervenciones, Marx privilegia las siguientes cuestiones:

  1. Los salarios no están determinados “por una ley económica (al estilo de la oferta y la demanda), independiente tanto de la voluntad del capitalista como de la del obrero”. Esto es, el nivel del salario depende de correlaciones de fuerza concretas y específicas coyunturas políticas: del alcance de las luchas de clases.
  2. El dogma de que “Los precios de las mercancías se determinan o regulan por los salarios”; a contrapelo de la economía burguesa, para Marx el asunto radica en la determinación del valor de la mercancía fuerza de trabajo. Y se plantea el asunto de la determinación de dicho valor.
  3. La lucha por el aumento salarial, en el sistema de trabajo asalariado (el capitalismo) si se limita a la exigencia de “una retribución equitativa, es lo mismo que pedir libertad sobre la base de un sistema fundado en la esclavitud…”

Marx, con los pies en la tierra, participante activo de la Asociación Internacional de los Trabajadores (dato que los academicistas siempre olvidan o esconden sin pudor alguno), precisa respecto del aumento de los salarios, que “El problema está en saber qué es lo necesario e inevitable dentro de un sistema dado de producción.”:

Desde ese horizonte de análisis, en él que siempre está en juego los niveles de explotación de los trabajadores y de la tasa de ganancia de los capitales privados (esa forma específica de contradicción entre Trabajo y capital), el asunto de los aumentos de los salarios y de un salario digno (de ningún modo un salario mínimo), exige dar cuenta de las relaciones entre salario, precio y ganancia.

5. Entonces, no podemos dejar de lado lo que sabemos: “la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los salarios (a reducir motu proprio la tasa de ganancia o el lucro del capital); sino, “… por el contrario… a empujar más o menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Pero si la tendencia de las cosas, dentro de este sistema, es tal, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos por aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, sería degradada en una masa uniforme de hombres”.

Esto es, la lucha por el aumento de los salarios significa un principio irrenunciable de la clase. Siempre es y será justa, ya que:

  1. “Si en sus conflictos diarios con el capital los obreros cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura”.
  2. “…la resistencia periódica que los obreros ponen a la rebaja de sus salarios y sus intentos periódicos por conseguir una subida de salarios son fenómenos inseparables del sistema de trabajo asalariado.”. Lo que sabemos desde siempre: las relaciones salariales implican la lucha por la reducción de la jornada laboral y el aumento de salarios.

6. Ahora bien, el nivel de los aumentos salariales decretados por el Presidente Nicolás Maduro, siempre ha sido una cuestión controversial, polémica y objeto de crítica por tirios y troyanos. Los críticos, se esmeran en demostrar, calculadora en mano, que sus subidas de salarios son pulverizados, que no son tales. En ese brete y toma de posición política gravitan una serie de ideas, de las cuales, en este escrito, abordamos las que siguen:

  1. Se argumenta que si otra fuese la política económica y monetaria, estuviésemos en una situación menos crítica y los aumentos salariales serían más sólidos y efectivos. En ese sentido, regularmente se hace énfasis en el anclaje del Bolívar en oro (en el Bolívar Oro). Participé en la elaboración de esa idea, y su concepción original no fue pensada como una medida en sí misma, sino en tanto pieza central y a la vez complementaria de una propuesta amplia y general.

El argumento fuerte de enmarcar la idea del Bolívar Oro en un conjunto de propuestas, consiste en el dato irrebatible de que las políticas monetarias pueden apalancar el desarrollo eficaz y eficiente de una política económica, pero no la sustituyen. El fallo del saber económico tradicional, y paradójicamente de la mismita ortodoxia monetarista, radica en suponer la omnipotencia de las políticas monetarias en sí misma. La financierización creciente de la economía mundo capitalista y del crecimiento de la deuda mundial, es el producto de esa fantasía, tal como dice Michel Husson, de la creencia que es posible “enriquecerse.

  1. Por otra parte, existe la tendencia política de desestimar, de pasar rápidamente la página e incluso de ver hacia otro lado, respecto de un hecho real: desde agosto del 2018 a la fecha, las políticas económicas y monetarias avanzadas por el gobierno revolucionario son confrontadas por una guerra multifactorial y no lineal.

Si la magnitud de ese conflicto y su significado, en términos del poder del poder del imperio y de la correlación de fuerzas, son desplazados del análisis y de las estrategias políticas, entonces está dado el artificio para colocar en un mismo plano, en tanto causas de la crisis económica, el bloqueo genocida de los EEUU y la política económica del presidente Nicolás Maduro.

Y proceder, desde esta visión de la conflictividad política instalada en la sociedad venezolana, a la denuncia de que la destrucción de los salarios (del poder adquisitivo del pueblo venezolano), se explica en gran medida por los fallos de la política económica del gobierno revolucionario.

A contrapelo, sostenemos que cualquier otra política económica monetaria hubiese sido confrontada con la mismita barbaridad imperial: si es verdad que los círculos de poder estadounidense y del capital mundial, se han planteado la derrota de un nación soberana propietaria de cuantiosas reservas petroleras y del Arco Minero; soberanía defendida por un pueblo, que al decir de Bolívar es “un erizo”.

Aún más fuerte, si la guerra económica multifactorial no fuese el hecho determinante, los alcances de las políticas económicas del Presidente Nicolás Maduro hubiesen dado lugar a otra situación, a otros debates y a otras estrategias políticas:

Cualquier elemental metódica dialéctica requiere, en el marco del sistema mundo capitalista, de un análisis en términos de la relación entre opuestos. Y en nuestra situación, por tanto, de la contradicción Estado nación Venezuela/Imperio estadounidense; la evidencia empírica nos demuestra, que es materialmente imposible borrar esa contradicción en la defensa integral de la patria.

  1. El acertijo de nos faltan victorias económicas y de que “Nicolás Maduro gestiona de una forma política impecable, (ejemplo, la curva aplanada del COVID 19), pero económicamente es un fracaso”, a raíz del recientemente aumento salarial, es re direccionada como “lo que hace bien con la pandemia, lo destruye con ese miserable aumento salarial”. Ante tal descompás, se impone pensar y actuar al margen de esa posición política:

Las victorias políticas del dialogo y la paz (infame, si apelamos al lenguaje de Lenin por aquello del tratado de Brest-Litovsk, por el cual hasta el sol de hoy es calumniado) han impedido el desenlace de una guerra civil y obstaculizado la intervención militar de EEUU. Esas victorias políticas son las que no aseguran la gestión de la crisis económica y la pandemia, prácticamente “sin nada de dinero” o de finanzas.

La dialéctica entre política y economía implica sus bemoles: la política determina las victorias en el ámbito de lo económico, con la misma radicalidad del principio “la política manda al fusil”. Y son las victorias políticas las que hoy nos aseguran reducir y gestionar los impactos destructivos de la estrategia imperial del bloqueo económico. Al menos que exista una sabiduría tal, que diseñe y desarrolle una política económica inmune al bloqueo económico-financiero y comercial del imperio.

7. El asunto espinoso y complejo radica en que no hay medida económica y/o monetaria con la consistencia y la fuerza de asegurar en términos inmediatos el posicionamiento del valor real de la moneda nacional, la derrota de la híper inflación y el sólido del nivel de los salarios nominales, dado el marco del recrudecimiento de la contradicción enunciada y del bloqueo económico-financiero-comercial:

Esa es la lección que podemos deducir, por ejemplo, de la experiencia del primer aumento con base del petro de fines del 2018 y de la asignación de medio petro en diciembre de 2019.

Quizás nuestras expectativas respecto de los aumentos salariales y de un salario digno, también están estrechamente relacionadas, además de la insuficiente incomprensión del antagonismo Venezuela-Imperio, con la dimensión temporal que implica la solución del conflicto en el cual estamos inmersos. Y habría de decirse que tal definición, de ningún modo, puede ser determinada en términos inmediatos. Después de todo, sigue siendo verdad que los sujetos comprometidos con un reto revolucionario, no debiesen descartar los resultados parciales indeseados: no es un secreto eso de, “no es ni será fácil”.

8. La simbología de las políticas obreras, en un contexto de hegemonía de relaciones asalariadas, efectivamente nos demanda asumir, sobre todo si se trata de un gobierno bolivariano y chavista, la lealtad con la defensa del aumento de los salarios, incluso así sea materialmente pulverizado; y si es la situación emplazada:

La tarea chavista, apoyando resueltamente al presidente Nicolás Maduro, nos exige de avanzar en nuestros espacios de vida y lugares de trabajo (en nuestros territorios), poner el hombro con experiencias socio-productivas fundamentadas en el poder del pueblo trabajador y en una visión anti-imperialista y anticapitalista.

9. Si de historias alternativas se tratase, pudiesen venir a cuento ejercicios de pesadillas que no podemos descartar y relatos de alternativas, que hemos eludido o no hemos asumido rigurosa y firmemente (incluye a los críticos más ácidos de los aumentos salariales): asunto que el Comandante Chávez ilustra apasionadamente, con su premisa, “Lo importante no es lo que hemos hecho, sino lo que nos falta por hacer”.

10. En este primero de mayo del 2020, se impone la reafirmación de los principios proletarios y el fortalecimiento del desempeño de los Consejos Productivos de los Trabajadores. Si nos comprometemos de verdad verdad con ese rumbo proletario, con las prácticas agrícolas del ensemillamiento y las iniciativas socio-productivas del pueblo: más temprano que tarde, la asociación de trabajadores libres tendría la fuerza de los hechos.

Habría de decirse que la radicalidad es coherente, no con circunstancias eventuales o pasajeras, y para salir de ese atolladero tenemos el pensamiento de Marx:

“Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad…

No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado…En vez del lema conservador de: “¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!”, deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: “¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!”

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