El escritor florentino, más allá de su múltiples y diversas recepciones, constituye una singularidad fundante en el campo de la teoría política.Todos sus grandes lectores, tanto por izquierda como por derecha, reconocen en el «Príncipe» y en los «Discorsi» al primer pensador que despliega con una intensidad incomparable lo que ahora podemos tratar conceptualmente como la primera teoría donde lo político se presenta bajo el modo de una autonomía radical. En Maquiavelo -aunque lo político esté atravesado por lo económico- lo religioso y la historia de las ideas siempre debe ser pensada en su especifidad irreemplazable y única.

Es el acento que subrayan las tres grandes lecturas de Maquiavelo: Gramsci, Althusser, Lefort.

Más allá de sus diferencias, en las tres emerge el mismo asunto: el Príncipe es la metáfora que encarna la compleja relación entre la mutua correspondencia entre el Líder y un Pueblo, dos figuras que deben combinar la Virtud y la Contingencia.

A la vez, estas mismas deben establecer la combinación entre el arte de gobernar con su duración pertinente y soportado en la autoridad que corresponde. Esta autoridad que no espera nada del amor, por su condición volátil y efímera, sí debe inspirar respeto, es decir, suscitar algún tipo de temor pero nunca hacerse odiar.

Por último y resumiendo, la articulación del Príncipe con el Pueblo se realiza con el fin de construir una voluntad nacional y popular poseída por el deseo de conquistar la unidad de la Nación y finalizar en la constitución de la República.

Desde esta perspectiva, tal vez se puede entender que Maquiavelo no era maquiavélico. El adjetivo «maquiavélico” es la gran distorsión ideológica que encubre el verdadero pensar maquiaveliano .

La idea maquiavélica no presenta ningún rasgo emancipador, es una representación del poder que consiste en que los sometidos gocen y contribuyan con su propio sometimiento a un poder que carece de Virtud y no sabe qué hacer con la Contingencia porque nunca entendió las variaciones aleatorias de lo popular.

Los representantes políticos de las derechas son maquiavélicos, solo se entregan al Poder con el propósito perverso de reproducirlo para los  «Grandes» como diría nuestro escritor florentino.

Son los movimientos nacionales y populares y las izquierdas, lo asuman o no, las que solo se mantendrán en su causa si son maquiavelianas.