"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Cómo se quiere fabricar la atmósfera para un nuevo round de desestabilización

Aprovechando el impulso del cambio de régimen violento en Bolivia, los operadores del golpe continuado en Venezuela han ido configurando una estrategia, a lo largo de toda esta semana, para forzar un nuevo ciclo de violencia de cara a las protestas convocadas para este 16 de noviembre.

Redirigiendo el foco hacia Venezuela: el ablandamiento

Luego de consumado el golpe contra Evo Morales el 10 de noviembre tras su renuncia forzada de la presidencia, el evento posterior que tuvo la mayor carga mediática y política fue el asalto de la embajada venezolana en el país andino.

La persecución y el asedio fue tal que provocó que los funcionarios abandonaran el edificio de la embajada para resguardar sus vidas, dado que, según informó la representante diplomática Cris González a través de varios audios vía WhatsApp, opositores armados con dinamita se disponían a ejecutar una masacre.

Horas después, en el marco de la Cumbre de los BRICS en Brasil, un evento de violencia muy similar ocurriría colocando en riesgo la integridad de la sede diplomática como al personal venezolano que ejerce funciones en el país suramericano.

En este caso, el grupo de violentos que protagonizó el asedio fue repelido por organizaciones populares brasileñas, no sin antes generar el shock mediático que serviría para envalentonar los ánimos de los golpistas en Venezuela, necesitados de eventos con estas características en aras de animar a sus seguidores.

Ambos asedios colocaron a Venezuela en el centro de la agenda informativa, transfiriendo todo el peso narrativo y político del golpe en Bolivia como un capítulo previo e «inspirador» de lo que ocurriría en Venezuela con la convocatoria a protestas violentas el 16 de noviembre.

Estos hechos constituyeron una fase de ablandamiento mediático e internacional con la aspiración de crear un efecto catalizador sobre la convocatoria de la oposición venezolana. Así, la mal llamada «primavera boliviana» fue rápidamente aprovechada para buscar instigar un nuevo ciclo de violencia reanimando la narrativa de los golpistas.

El golpe en Bolivia delimitó la convocatoria y definió los objetivos del 16 de noviembre, mientras en paralelo se desplegaba una persecución contra venezolanos por estar supuestamente involucrados en la resistencia al golpe.

Pero este proceso de ablandamiento tendría un corte de caja crucial.

Un statement de la Administración Trump calificó el golpe en Bolivia como un evento de importancia hemisférica, toda vez que indicó que el mismo era una señal de amenaza para los gobiernos de Venezuela y Nicaragua.

Esa redirección forzada del golpe confirma el involucramiento de Washington en nuevos actos de violencia que muy seguramente se están preparando para una nueva ronda de desestabilización en Venezuela. En consecuencia, el «reconocimiento» de Guaidó al ilegal interinato de Jeanine Áñez corre por cuenta de la asesoría directa de la Casa Blanca.

Gremialización de actores y construcción artificial de una agenda «reivindicativa» para el golpe

Desde el 22 de octubre la Federación Venezolana de Maestros (FEV), una de las agrupaciones gremiales más vetustas del país y en la actualidad articulada al antichavismo, confirmaron un primer llamado a paro nacional de 48 horas para reclamar incremento de sueldos y otras exigencias reivindicativas.

Esta primera convocatoria no interrumpió la normalidad del sistema educativo como se esperaba, lo que provocó que la dirigencia de la FEV redoblara las apuestas días después.

El 11 de noviembre, apelando a un tono de ultimátum, la FEV llamó a un paro general de maestros de 72 horas, transformándose en vitrina y epicentro de la convocatoria para el 16 de noviembre.

El reclamo coyuntural del gremio fue incorporado rápidamente como parte de la narrativa del cambio de régimen por el autoproclamado Juan Guaidó, quien en sus redes sociales y presentaciones públicas se transformó en vocero de la institución magisterial informando sobre los avances del paro convocado.

Pero de manera sincronizada otros frentes se abrirían, en un planificado efecto dominó. El 14 de noviembre, cuando ya el paro magisterial no lograba sus objetivos (pero sí los de Guaidó a los fines de nutrir su convocatoria), el gremio de enfermería llamaría a un paro nacional de 48 horas, ampliando la representatividad en el perímetro de actores incorporados al 16 de noviembre.

También el gremio de periodistas afiliado al antichavismo anunció que participaría en la movilización, confirmando la lógica gremial y reivindicativa bajo la cual se articula el escenario de protestas y confrontación.

Sin embargo, esto repite un patrón harto conocido luego de dos revoluciones de color fallidas (2014 y 2017): la creación de un clima de convergencia de reivindicaciones generales que solapen la demanda de cambio de régimen.

Y es que la gremialización ha sido la única carta que ha quedado por jugar, dado que los reclamos institucionales e insurreccionales del golpe continuado (convocatoria a militares para que den un golpe, convocatoria a elecciones presidenciales, etc.) han quedado encapsulados en una base de apoyo cada vez más reducida y molesta con Guaidó.

Por ende, han armado un dispositivo de protestas que impacte más allá de sus filas, utilizando el desgaste económico y social de las sanciones estadounidenses como un trampolín. Apuestan por el sprit de corp de las estructuras pre-establecidas a falta de masa crítica capaz de responder al llamado.

Guaidó ya ha indicado que la toma de calles para este 16 de noviembre será «sin retorno», confirmando que los actos violentos tendrán un lugar central como en otras oportunidades.

El 14 de noviembre Juan Guaidó participó en una Asamblea de Estudiantes de la Universidad Central de Venezuela (UCV), acompañado por la dirigencia estudiantil antichavista. Esto ocurrió horas antes de que un grupo reducido de estudiantes confrontara con la policía en un intento por superar un cerco policial que buscaba mantener la normalidad en el tránsito de la autopista aledaña a la institución universitaria.

Los voceros estudiantiles indicaron que «exigían autonomía universitaria», remarcando el tono gremialista de su participación en las protestas del 16 de noviembre. Pero que esto haya ocurrido actos seguido a la participación de Guaidó en el evento en la UCV, muy probablemente está relacionado a la entrega de equipamiento y financiamiento para las protestas del 16 de noviembre.

Un «baño de pueblo» que salió mal y una consigna contraproducente

Como parte del plan de marketing para el 16 de noviembre, Juan Guaidó hizo presencia en el Metro de Caracas para darse un «baño de pueblo» y mostrarse como un hombre popular y querido por la población caraqueña frente a la opinión pública.

Pero la idea salió mal. Guaidó fue interpelado por los usuarios del Metro, viéndose obligado a huir sin aparentarlo del sistema de transporte subterráneo dado el clima de hostilidad que comenzaba a sentirse contra su figura.

Un dato que, mejor que cualquier otro, contrasta con su posicionamiento público como una figura que goza del respaldo mayoritario de la población venezolana.

Juan Guiadó ha articulado este escenario de protestas bajo una consigna central: «Si nosotros no vamos a tener navidad tampoco la tendrán ellos», refiriéndose al chavismo.

La idea de perjudicar la navidad de la población, en un año que ha estado signado por el desgaste y el agotamiento, es contraproducente. Transformar en arma política el daño conciente a una tradición común de lo venezolano, no sólo expone el déficit de ideas de que hay en la vanguardia de golpe, sino el comportamiento totalmente desnacionalizado de la clase dominante.
El influjo boliviano y el factor policial/militar

Como bien sabemos, el factor de los motines policiales y el posterior apoyo de las Fuerzas Armadas a los golpistas, representaron el punto de inflexión del cambio de régimen en Bolivia.

Este influjo busca ser replicado y hay demostraciones prácticas de ello, más allá de que el antichavismo ha convocado permanentemente, junto al gobierno estadounidense, a la sedición militar para voltear el gobierno de Nicolás Maduro. El golpe fallido del 30 de abril así lo confirmó.

El 12 de noviembre fue replicado un video donde dos funcionarios policiales venezolanos (desde Colombia) exigían el «cese de la usurpación» (el derrocamiento de Maduro).

 

Resulta que no sólo el video es anterior a esta fecha, sino que los funcionarios que declararon habían desertado el pasado mes de febrero de este año.

Visto así, queda en evidencia que el propósito principal es el de intentar vender la idea de que se trata de un movimiento reivindicativo «orgánico», así se trate de dos desertores que se ponen su ex uniforme para un videoselfie, para luego tener que vestirse de civil y tal vez rebuscarse como un migrante más.

Pero esta maniobra de propaganda es lo bastante clara como para delinear lo que es idealmente una de las líneas de acción del escenario del 16 de noviembre: forzar la sedición de unidades policiales y militares, al estilo boliviano, para integrar componentes armados a un también ideal escenario de protestas insurreccionales.

Replicando el modelo Bolivia, que tanto y en tan poco tiempo ha «influido» a los golpistas locales, buscarían teóricamente suprimir las capacidades de defensa del orden público, favorecer la impunidad de los grupos de choque, abrirle paso al asedio de instituciones y personalidades del chavismo y darle forma a un brazo armado ilegal que conduzca la etapa violenta al cambio de régimen, tal como lo lograron, en aquella oportunidad con éxito, el 11 de abril de 2002.

Un cálculo que todavía está por probarse, pero que a la luz del ensayo de levantamiento militar en Cotiza a principios de año, la emergencia de una figura paramilitar como Óscar Pérez en 2018 o la cadena de eventos que desembocó en el fallido 30 de abril, sigue siendo un elemento de alerta.

Pero la confirmación de que el factor militar (y policial) estará en el centro de un muy probable escenario de violencia callejera viene de la mano de Estados Unidos. No podía ser de otra forma.

El Comando Sur de los Estados Unidos indicó horas antes del 16 de noviembre: «Hacemos un llamado a los militares venezolanos para que cumplan con lo establecido en su constitución y protejan los derechos básicos de sus ciudadanos. Instamos a que los militares venezolanos respeten el derecho de sus ciudadanos a protestar pacíficamente mientras se hagan oír este fin de semana. El Comando Sur está monitoreando atentamente la situación en Venezuela».

Siguiendo este mismo patrón, James Story, a cargo de la Unidad de Asuntos para Venezuela (Venezuela Affairs Unit, VAU por sus siglas en inglés), ubicada en la embajada estadounidense en Bogotá, afirmó: «No solo Estados Unidos apoya las movilizaciones legítimas en Venezuela, deben respaldarlas todos los países porque es un derecho, más aún dadas las circunstancias actuales en el país».

Las declaraciones abren paso no sólo a un nuevo ciclo de presión contra el cuerpo castrense venezolano, sino a posibles operaciones de bandera falsa que podrían estar siendo tanteadas para un levantamiento artificial de militares y policías venezolanos.

Estos globos de ensayo pudieran servir de pretexto para algún hecho desencadenante que abra un nuevo round de sanciones económicas y amenazas de intervención militar, y, siguiendo con la especulación, dependiendo de su magnitud, viabilizar la inserción de componentes mercenarios extranjeros, aprovechando el nivel de involucramiento de, por ejemplo, un grupo paramilitar colombiano, como Los Rastrojos, en los momentos decisivos del «Plan Guaidó».

El presidente Maduro ordenó el despliegue de la Milicia Nacional Bolivariana para reforzar las labores de patrullaje y resguardo del orden público. El presidente pidió reformar la ley de la FANB para otorgarle rango constitucional a la Milicia, toda vez que anunció el fortalecimiento de su apresto operacional y logístico.

Frente a la manifestación intensa de señales y mensajes públicos que ven una continuidad automática entre la tragedia boliviana y el destino de Venezuela y Nicaragua, ese es el mensaje que envía el Gobierno Bolivariano. Hacia fuera, el contenido del mismo es consustancial con el tipo de amenaza/manifestación de deseos, hacia dentro del país acentúa disuasivamente la conciencia que tiene del momento, entre las aspiraciones abiertas y el tropezado afán de que sobre el terreno se concreten estos deseos. Soñar es gratis, pero financiar una nueva jornada golpista no.

Frente al intento de replicar el golpe en Bolivia, el chavismo articula nuevamente sus capacidades defensivas para resguardar la paz y prevenir un nuevo round de desestabilización.

 

Fuente

También te puede interesar

Deja tus comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *