Hace algún tiempo, la Vice presidente Delcy Rodríguez denunció a un grupo de gobiernos de Sur América (Perú, Chile, Colombia, Brasil, Ecuador y Paraguay) como CARTEL DE LIMA, y no era para menos. Personajes de “mala muerta, con prontuario de corruptos y mezclados con narcotraficantes y bandas de mercenarios, son convertidos en presidentes como consecuencia de la contraofensiva conservadora, neoliberal y fascista que desarrolló el imperialismo yanqui, a partir del golpe en Honduras contra el Presidente constitucional Manuel Zelaya en el año 2009.
El cartel del servilismo y la pobreza de espíritu, dirigido desde la Casa Blanca y el Pentágono se refugió en la OEA para lanzar ataques contra Venezuela; pero más rápido que inmediatamente, mostró sus debilidades en la agenda de sus reuniones y en sus pronunciamientos: nunca pudieron presentar declaración alguna, que fuese la base de planes coherentes.
Durante este año, los impactos del COVID-19 y de la agudización de la crisis estadounidense, los gobiernos cartelizados por Trump dan pena ajena por la situación lamentable de pueblos sin protección sanitaria y padeciendo las consecuencias letales del coronavirus en Ecuador, Chile, Colombia, Perú Bolivia y Brasil
En esta hora menguada del neoliberalismo en Suramérica, la desaparición de los lacayos del imperio deja un vacío en la región, que no se podrá llenado por la social democracia, el social cristianismo ni con el fascismo, en virtud de sus limitaciones conceptuales e históricas.
Debemos continuar avanzando con el proceso de preparación integral del chavismo y así tener las botas cada vez más puestas, para librar los próximos combates en Venezuela y en la región; y asumir la altamente probable nueva ola revolucionaria.
La vicepresidente Delcy Rodríguez debería plasmar en un libro sus históricos discursos en la OEA y en la ONU.
Viviremos y venceremos.
No pudieron ni podrán con la Revolución Cubana ni con la Revolución Bolivariana