"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Trump en la Florida: se cambian odios por votos

Con Donald Trump lo sutil no existe. El presidente que mejor representa con su estilo la prepotencia yanqui, visitó hace poco la Florida. Anda a la caza de votos.

Y cuando Donald caza, que se aparten los coronavirus y cualquier otro desastre humanitario. En ese momento lo único que incluye su agenda se reduce al qué debo hacer para ser reelegido…

La Florida, manzana de cada discordia electoral, vuelve a servir para cambiar odios por votos. Ganar allí es clave para cualquier candidato estadounidense, pues la región forma parte de los llamados «estados péndulo», sitios cuyo voto no es claro y, por tanto, otorgan posibilidades a ambos partidos.

Por eso, como en 2016, Trump recorre el lugar. En los últimos años quien triunfa en la Florida, alcanza la presidencia. Lo sabe y trae consigo un amplio portafolio para llevarse el voto latino.

No le interesan los contagios de COVID-19 en ese estado, que ya ha roto dos veces el récord de ser el de mayor número de casos nuevos reportados en un solo día por cualquier región de Estados Unidos.

Prefiere enfocarse en satisfacer las bajas pasiones e intrigas de cubanos, venezolanos y nicaragüenses que poco aman a sus patrias y no entienden el significado de soberanía.

Se ha hecho muy buen trabajo en el combate a las drogas, dice en la sede del Comando Sur. Luego centra su atención en el muro más polémico de las Américas, diseñado para cortar la emigración desde la parte latina del continente, un proyecto carente de respaldo en la Florida, en el país, y en el mundo.

Pero trae consigo una de cal, y otra de arena. Por eso, del Comando Sur marcha a la Iglesia Doral Jesus Worship Center a una mesa redonda en la que, el mandatario explica una vez más su filosofía para el «patio trasero» de Norteamérica, acompañado por Mario Díaz-Balart, congresista republicano de la Florida, conocido por su retórica ácida y guerrerista contra Cuba.

En el ejercicio de la política estadounidense cada palabra dicha y sitio escogido para pronunciarla revela una intención. Que Trump realizara sus pronunciamientos más agresivos del día justo en ese centro religioso, denunciado por la Cancillería cubana por sus vínculos con el ataque terrorista contra la Embajada de Cuba en Washington, el 30 de abril, revelan la posición irrespetuosa y de afrenta de la administración estadounidense con respecto al tema.

CUBA, VENEZUELA Y NICARAGUA

El guion se repite. Como hace cuatro años, el ahora Presidente de Estados Unidos sabe que le acompañan, en el Doral Jesus Worship Center, personas con un odio visceral hacia los movimientos progresistas y de izquierda en el continente.

Por eso dice lo que esperan. Habla de falta de libertad; de supuestos escapes del socialismo; de sanciones a los gobiernos de Nicolás Maduro y de Daniel Ortega; y de su mano dura con Cuba.

También vincula los nombres de Joe Biden, Bernie Sanders y Barack Obama con un tergiversado concepto de procomunismo. Descalificaciones, acusaciones, mentiras… todo se vale en las contiendas electorales de Estados Unidos.

A su lado, una cubana anexionista agradeció al señor Presidente «por sus acciones históricas para apoyar la democracia en Cuba». Y entiéndase como «apoyo» el cierre consular de la embajada estadounidense en La Habana, con lo que eso significa en el desarrollo de las relaciones migratorias entre dos países; la persecución contra barcos tanqueros que transportan petróleo a la Isla, con el objetivo de poner en crisis la vida de millones de cubanos que sufren las carencias en su vida cotidiana, y el ataque a todo lo que beneficie al sector del turismo, motor de la economía nacional, que se ha visto golpeado con la reducción de los vuelos y la suspensión de viajes de cruceros.

Sobre el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas, Trump alega en ese escenario: «el trato que hicimos con Cuba fue ridículo. Es por eso que los cubanos me dieron el premio “Bahía de cochinos”, justo antes de las pasadas elecciones. Fue un gran honor, lo tengo en mi oficina».

DONALD TRUMP Y LOS MERCENARIOS DE BAHÍA DE COCHINOS

En 2016, el Miami Herald catalogó el acercamiento de Trump a los mercenarios de la denominada Brigada 2 506 como «un intento desesperado, de última hora, por acercarse a los influyentes votantes cubanoamericanos de Miami», y criticó el apoyo al magnate como un error, pues era «un candidato tan malhumorado y poco preparado», que los líderes republicanos de alto rango lo habían abandonado.

Pero nada podía un artículo periodístico contra la viciosa trayectoria de quienes invadieron por Playa Girón en abril de 1961, y que durante décadas han apoyado a políticos de cualquier calaña, siempre y cuando sigan una línea dura de ataques contra Cuba.

Debe existir algún tipo de consenso en torno al tema: esos viejos mercenarios están ahí para ser usados.

Se piensa, aunque la realidad varió, que ese grupo de cubanos rencorosos todavía ejercen liderazgo sobre la amplia comunidad de residentes en la Florida, cuya mayoría rechaza la política agresiva de Trump y apoya el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el proceso hacia la normalización de relaciones entre La Habana y Washington, iniciado en 2014.

En 1999 también Donald Trump se acercó a la contrarrevolución cubana asentada en Miami. Soñaba con la presidencia de su país y, en ese entonces, anunció que estaba considerando buscar la nominación a la candidatura presidencial por el Partido Reformista, una organización minoritaria.

Poco tiempo después, cambió de opinión y regresó a sus negocios.

Este 2020, como siempre que ha necesitado de sus movimientos titiriteros, Trump vuelve a ellos. Mario Díaz-Balart, para congratularlo, le dice que se le recordará como «el presidente que liberó a este hemisferio del comunismo y el socialismo».

«No durarán otros cuatro años del presidente Trump», agrega, pero como  el mal asesor que es, no recuerda a su presidente que eso mismo dijeron en 1959 cuando triunfó la Revolución comandada por Fidel Castro; en 1961, cuando fracasó tan estrepitosamente el ataque por Bahía de Cochinos; en 1962, durante la Crisis de Octubre; en los 90 durante el periodo especial, hasta en 2014 con la nueva estrategia de Obama, y en 2019, cuando «nos tiraron a matar», como diría el Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Y aquí seguimos.

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