Al comienzo de la actual pandemia, los mercados bursátiles cayeron hasta un 30% en el espacio de pocas semanas e hicieron saltar las alarmas mediáticas ante lo que se podría convertir, de nuevo, en una inminente crisis económica mundial. Así el Covid-19, al igual que el colapso financiero global que desencadenó la Gran Recesión de 2008-2009, se convierte en el producto ideológico que enmascararía una muy posible causa endógena que explicaría la permanente recurrencia a la crisis; pues la economía capitalista ya no avanzaba a un ritmo acelerado antes de la pandemia. De hecho, en las llamadas economías emergentes más grandes y en la mayoría de las principales, el crecimiento y la inversión se había ralentizado y la rentabilidad del capital estaba cerca del mínimo de posguerra. Por tanto, la pandemia solo ha sido la gota que colmó el vaso ante los problemas de valorización que el capital ya venía sosteniendo. Pero, ¿si la pandemia no explica este actual «retroceso» de la economía mundial, qué lo explica?; ¿por qué la rentabilidad y la inversión descendió mucho antes de la pandemia del Covid-19?; ¿existe otra visión alternativa coherente, aplicando este caso concreto, que pueda explicar a qué se debe esa recurrente tendencia a la caída de la rentabilidad en el modo de producción capitalista que desencadena la crisis económica?
Para no demorarnos demasiado sobre este aspecto, concluimos que la respuesta es afirmativa: la ley del valor-trabajo (TVT) y, en relación a esta, la ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia (LDTTG), expuestas y desarrolladas por Karl Marx en su obra El capital, explicaría cómo los aumentos de la productividad en el capitalismo, que tendría como consecuencia la devaluación de las mercancías, incluyendo los medios de producción, hacen surgir una tendencia a que la tasa de ganancia descienda, provocando que sólo pueda ser superada mediante la crisis (volveremos sobre este punto más adelante). Sin embargo, El capital ha sido desde su concepción objetivo de innumerables críticas infundadas, incluso convertido hoy en día por muchos en una mera obra descriptiva y metafísica de la historia del capitalismo o la forma concreta que este adoptó en el siglo XIX. De esta manera, «Marx se transforma en un icono que dijo muy poco distintivo y nada que sea “amenazador”» (Kliman, 2017) y El capital, por consiguiente, se relega a un segundo plano, abandonando descarada y, a veces, concienzuda e interesadamente el carácter teórico-abstracto de la obra, donde el objeto de investigación son las relaciones fundamentales que definen el capitalismo en cuanto tal y lo distinguen de otros sistema sociales anteriores, y no una burda descripción fenoménica de, por ejemplo, la Inglaterra industrial en tiempos de Marx.
Por otro lado, distintos autores, en su mayoría economistas -aunque también sociólogos, antropólogos, filósofos o historiadores guiados por los argumentos de los primeros-, han pretendido demostrar las eventuales incoherencias internas que padece El capital de Marx. Por ende, durante los últimos cien años varios economistas burgueses han afirmado que la teoría del valor trabajo de Marx y su aplicación para comprender la dinámica del capitalismo es inconsistente y/o errónea. Además, estas «réplicas» apelando a una supuesta incoherencia/error de El capital no solo ha penetrado en la economía convencional; sino que, incluso, en muchos economistas, sociólogos o filósofos que se reclaman marxistas, como Paul Sweezy, Erik Olin Wright o Gerald A. Cohen, respectivamente.
Pero si hemos insistido brevemente en mostrar la acusación de una supuesta incoherencia en El capital, es para presentar la aportación indudable que realiza Andrew Kliman en su libro “Reivindicando El capital de Marx. Una refutación al mito de su incoherencia” (recién traducido al español y editado por El Viejo Topo), para desmentir las hipotéticas contradicciones internas teóricas de Marx.
El mito de la incoherencia de El capital
El primero de los aspectos centrales de Reivindicando El capital de Marx, obra a la que Andrew Kliman ha dedicado años de trabajo y diálogos con economistas como Alan Freeman o Ted McGlone, no puede ser otro -de ahí nuestra concisa exposición anterior- que la crítica a la tan estandarizada afirmación académica de que “Marx se olvidó de transformar los precios de los insumos” -es decir, el llamado «problema de la transformación»-; que vendría a exponer que en el Tomo III de El capital, Marx comete el fatídico error de no transformar a precios de producción los valores de los insumos (capital constante y capital variable). Esto convertiría como lógicamente contradictorio el planteo de El capital, ya que los outputs (productos) no podrían establecerse en precios de producción y los inputs (insumos) en valores.
Karl Marx ✆ Raficolv © Ñángara MarxUno de los pioneros en iniciar una conjetura contra El capital de Marx es Böhm-Bawerk, autor de la Escuela Austriaca de economía, que creyó en su libro de 1896 haber descubierto el nudo gordiano del «problema» en el que incide Marx; pues, según el autor liberal, Marx incurre en un error insalvable entre lo que dice en el Tomo I y el Tomo III de El capital. A juicio de Böhm-Bawerk, el autor alemán afirma que las mercancías se venden por su valor para luego, en el tomo III, decir que se venden por su precio de producción. Por consiguiente, el austrohúngaro se obsesiona con desordenar la relación entre precio -expresión monetaria del valor- y valor, y en reducir este último a su magnitud, llegando a afirmar en reiteradas ocasiones, por activa y por pasiva, que Marx comenzó diciendo que “las mercancías tienden a venderse a sus valores”, para pasar a decir después que “las mercancías no tienden a venderse a sus valores”. No obstante, Böhm-Bawerk solo tendría que haber leído, si no es demasiado pedir, el capítulo IX de El capital sin detenerse interesadamente (como sí que hizo) en el aviso de Marx a que “se supone, en efecto, que los precios = los valores”; pues consecuentemente después, el autor de El capital, continúa señalando, como nota aclaratoria para algún que otro despistado, que “en el libro tercero veremos que esa equiparación no se aplica tan sencillamente ni siquiera en el caso de los precios medios”.
Asimismo, la crítica de Böhm-Bawerk empobreció el lenguaje y la exposición de Marx, restándole su preciado y necesario contenido categorial filosófico e incidiendo en aquello que sentenciaba Kant: “las intuiciones sin conceptos son ciegas”. El economista austrohúngaro, al igual que muchos más, menospreciaron la dialéctica de Marx y la consideraron como el vulgar envoltorio del caramelo que querían masticar y escupir, terminando por interpretar un espejismo en el vasto universo de El capital. Por esta razón, y sirviéndose de citas y extractos de la obra de Marx fuera de contexto, Böhm-Bawerk acabó diciendo lo que dijo porque así lo quiso desde el principio, sin más.
Por su parte, años más tarde, el economista estadounidense Paul Sweezy, sedicente de la teoría de Marx, comulgó con ruedas de molino -al recuperar e introducir en Occidente los documentos del economista ruso Ladislaus Bortkiewicz en 1949- con la idea de que, en realidad, el autor alemán de El capital no cometía un «error insalvable» como señalaba Böhm-Bawerk; sino que su exposición adolecía de incoherencias lógicas internas. Por tanto, para aclaraciones posteriores, el mito del «problema de la transformación» no surge en 1893 con la publicación del Tomo III de El capital, sino con las críticas realizadas en primer lugar por Böhm-Bawerk en 1896 y, sobre todo, por aquella que realiza Bortkiewicz en 1907 -que, aunque relacionadas, hay razones suficientes, como así expone Andrew Kliman, para no ser confundidas-.
En efecto, la crítica de Bortkiewicz –“la justificación más citada para rechazar la teoría de Marx en el último siglo”- mantuvo que la solución a la «cuestión de la transformación» es asumir la incoherencia desde el punto de vista lógico de El capital. Afirmó que Marx había calculado el capital constante y el capital variable en términos de valor, mientras que la mercancía resultante se valoraba por el precio de producción. En consecuencia, sostuvo que el pensador de Tréveris situaba el valor en un nivel de su propia teoría y el precio en otro, concluyendo en que había fallado al conectar ambos. Bortkiewicz, por tanto, sentencia que el alemán “falla en mantener separados con suficiente rigurosidad los dos principios del cálculo de valores y precios” (Bortkiewicz, 1971). A partir de esto, se sostuvo también que la tasa de ganancia cambia con la transformación de valores a precios, de manera que en Marx habría dos tasas de ganancia: la tasa determinada con los precios de producción, y la determinada con los valores.
Bortkiewicz argumentó que el error de Marx consiste en que la determinación sucesiva provoca que la reproducción simple no se dé; es decir, la reproducción de la economía se vería interrumpida porque los valores totales no coinciden con los precios totales. Así, Bortkiewicz demostró presuntamente que el método de Marx es contradictorio en sí mismo y que la única forma de corregirlo es cambiando su metodología sucesiva por una simultánea de sistema dual, aun cuando las conclusiones de Marx se modifiquen. En definitiva, el error consiste, según Bortkiewicz y demás corrientes fisicalistas-simultaneístas, en que las mercancías producidas son evaluadas a su precio de producción y las mercancías utilizadas a su valor.
Aunque volveremos concisamente sobre ella, la determinación simultánea de los precios de producción se puede resumir en un fragmento escrito por Paul Sweezy, que recibió entusiasmado las «correcciones» artificiosas de Bortkiewicz:
En su esquema del precio, los desembolsos de los capitalistas en capital constante y en capital variable quedan exactamente como estaban en el esquema del valor; en otras palabras, el capital constante y el capital variable, empleados en la producción, se siguen expresando en términos de valor. Las producciones totales, por otra parte, se expresan en términos del precio. Ahora bien, es obvio que en un sistema en que el cálculo del precio es general, tanto el capital empleado en la producción como el producto mismo deben expresarse en términos de precio. El inconveniente está en que Marx sólo anduvo la mitad del camino en la transformación de los valores en precios de producción. No hay por qué sorprenderse de que tal procedimiento conduzca a resultados contradictorios (Sweezy, 1945; 128).
Más tarde, en la década de 1970, la mayoría de los académicos pretendidamente marxistas aceptaron los argumentos de Piero Sraffa -influenciado por la crítica de Bortkiewicz- que sostienen la redundancia del valor; teorizando, en consecuencia, todas las variables económicas (tasa de ganancia, precios, etc.) sin necesidad de la teoría del valor. La corriente de Sraffa, también llamada neo-ricardiana, considera que puede explicarse la economía con un sistema donde unas máquinas producen réplicas suyas; es decir, en el que el trabajo vivo para la producción puede no ser indispensable, ya que “el trabajo vivo desempeñado por el trabajador no es diferente a las demás mercancías”. Además, “el teorema marxiano fundamental, dado a ampliamente a conocer por Morishima (1973) también ayudó a consolidar la victoria del sraffismo” (Kliman, 2020; 86).
De esta manera, el trabajo de Andrew Kliman demuestra en consecuencia que todas estas corrientes, que pretenden demostrar la incoherencia lógica de El capital, sostienen una interpretación simultánea, lo que se traduce en que tanto el valor del producto que se utiliza para producir, como el valor del producto obtenido después del proceso de producción se determinan simultáneamente (el producto final tiene el mismo valor que el medio de producción). Además, Kliman constata que toda determinación simultánea infiere irremediablemente en el fisicalismo -como se puede observar sin mayor esfuerzo en la exposición de Sraffa- que comprende la determinación del valor por la cantidad de producto físico, y no por el tiempo de trabajo; por ende, el valor generado aumenta porque así lo hace el producto físico, sin tomar en cuenta el cambio en el tiempo de trabajo socialmente necesario, y contradiciendo, en definitiva, la ley del valor de M
El trabajo de Kliman, Reivindicando El capital de Marx, confirma que la determinación simultánea introduce fundamentos ajenos a la teoría marxista; ya que, claramente, Marx no empleó premisas simultaneístas. De modo que la incoherencia lógica alegada se debe a que la interpretación simultánea altera y pone «patas arriba» los supuestos del procedimiento de Marx, concluyendo artificiosamente que los resultados del alemán son contradictorios. Es por esto que, en consecuencia, todas las corrientes que sostienen la determinación simultánea, sin importar su origen, sus intenciones, o su “apego” a las palabras de Marx, concluyen (consciente o inconscientemente) que la teoría del valor es innecesaria (redundante), que Marx fue inconsistente al explicar la determinación de los precios (el famoso “problema” de la transformación), que el plustrabajo no es la única fuente de plusvalor (ganancia) y que Marx se contradice porque la tasa de ganancia tiende a subir y no a bajar cuando se ahorra trabajo vivo por incrementos en las fuerzas productivas (Hdez. Solorza y Deitha Mon, 2015; 5).
De este modo, el Teorema de Okishio, partiendo también de premisas externas a las planteadas por Marx, pretende probar que los supuestos de la Ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia (LDTTG) son lógicamente inválidos, y aunque el teorema no niega que pueda caer la tasa de ganancia, sí que dice que las premisas que aplica Marx no pueden explicar correctamente porqué sucede tal descenso.
La presentación que realiza Marx sobre la LDTTG es, hasta cierto punto, sencilla y fácil de comprender: el pensador alemán parte del supuesto de que la tasa de plusvalía es constante, que la composición orgánica de capital es creciente a lo largo del proceso de acumulación y expansión capitalista, concluyendo finalmente que existe una tendencia por la que la tasa general de ganancia desciende; en otras palabras, esto es fácilmente comprensible si tenemos en consideración que la masa de plusvalía depende del número de trabajadores, dada la tasa de explotación, y que la tasa de ganancia debe ser calculada en relación al capital total. Una composición orgánica creciente, que exprese la elevación de la proporción entre el volumen de los medios de producción y la cantidad de trabajo vivo, sólo puede tener como consecuencia la reducción de la tasa de ganancia (Carcanholo, 2013; 3).
Marx declaró que la LDTTG es la primera “ley” para explicar la tendencia de manera satisfactoria y repetidamente dijo que es “la ley más importante” de la economía política, la solución del rompecabezas central alrededor del cual “toda la economía política desde Adam Smith lleva dando vueltas”. “La progresiva tendencia para que caiga la tasa de ganancia es simplemente la expresión, peculiar al modo capitalista de producción, del desarrollo progresivo de la productividad social del trabajo” (El capital. Tomo III, Marx). En otras palabras, la productividad creciente tiende a deprimir la tasa de ganancia; es decir, los resultados de continuos aumentos en la productividad física sobre la tasa de plusvalía son cada vez más limitados. Por tanto, la tendencia a la caída de la ganancia obedece a un aumento de la productividad que supone, a su vez, dificultades crecientes de valorización y no, por el contrario, a un hipotético descenso de la productividad:
La tasa de ganancia no disminuye porque el trabajo se haga más improductivo, sino porque se torna más productivo. Ambas cosas, tanto el aumento en la tasa del plusvalor como la baja en la tasa de ganancia, sólo son formas particulares mediante las cuales se expresa en el modo capitalista de producción la creciente productividad del trabajo (Marx, 2011; 307).
Su marcado carácter tendencial hace hincapié en que eventualmente «la presión a la baja» puede ser contrarrestada; esto es, por ejemplo, que la elevación de la composición orgánica del capital puede no materializarse y, además, el menor valor de los bienes de consumo, al reducir el valor de la fuerza de trabajo e incrementar la tasa de explotación, puede compensar la eventual elevación de la composición orgánica del capital en su efecto sobre la tasa de ganancia. Por supuesto, Marx contempla esas y otras contratendencias, añadiendo que “las más generalizadas son” la reducción de los salarios; la sobrepoblación relativa; el comercio exterior o el aumento del capital accionario. No obstante, como aclara Kliman en la obra que nos ocupamos:
En suma, aunque la tendencia al descenso de la tasa de ganancia es “constantemente…superada”, la tendencia no queda anulada. Hace sentir su presencia, puesto que solo “se supera mediante la crisis”. Las crisis económicas recurrentes, y no una tendencia al descenso de la tasa de ganancia en el largo plazo, es lo que predice en realidad la teoría de Marx. (Kliman, 2020; 57)
Estos supuestos de la LDTTG tiene implicaciones políticas revolucionarias, ya que la ley verifica la agudización de las dificultades en el proceso de valorización, lo cual significa que las crisis económicas nacen de la contradicción interna e inherente al modo de producción capitalista: “los capitalistas «matan la gallina de los huevos de oro»”.
Sin embargo, la LDTTG de Marx contradice la lógica formal de aquellos, especialmente fisicalistas, para los que intuitivamente es contradictorio el hecho de que productividad creciente = descenso tendencial de la tasa de ganancia (A≠No-A/ creciente≠descenso). Para el sentido común de Okishio (o Dmitriev antes que él), un aumento de la productividad es sinónimo de un aumento en la rentabilidad; pero esto es así, tal como demuestra Kliman, solo si nos servimos de la valoración simultánea para llegar a conclusiones fisicalistas. En conclusión, el Teorema de Okishio solo se sostiene si la problemática se «piensa» en términos de valor de uso (fisicalismo) y no de valor.
“Caben diversas interpretaciones de Marx, pero no cualquier interpretación es válida”
En suma, en mayor o menor medida, todas las interpretaciones que concluyentemente afirman que El capital de Marx adolece de incoherencias lógicas internas han sostenido y valorado los insumos y los productos de forma simultánea, esto es, alegando que los insumos que se introducen en la producción y los productos que surgen con posterioridad deben tener los mismos valores o precios; han planteado los problemas en términos de las propiedades de estados de equilibrio estático y han inferido insalvablemente en el fisicalismo. Por tanto, cuando la teoría de Marx se interpreta en términos simultaneístas cualquiera de sus supuestos se convierten en contradictorios.
Andrew Kliman en Reivindicando El capital de Marx. Una refutación al mito de su incoherencia, evidencia y da sentido a aquella frase formulada por el filósofo español Felipe Martínez Marzoa: “caben diversas interpretaciones de Marx, pero no cualquier interpretación es valida”; pues el trabajo de Kliman se fundamenta precisamente en reclamar las teoría económicas de Marx, mostrando que un estudio adecuado de El capital revela una teoría coherente y unas conclusiones lógicas fundamentadas en la ley del valor. En definitiva, Andrew Kliman desmonta el mito de las supuestas contradicciones internas atribuidas por la interpretación fisicalista-simultaneísta, que juzgan a Marx por lo que nunca enunció, ya que no existe una interpretación de la teoría del valor de Marx que concilia esas contradicciones aparentes (Kliman, 2020; 18).
Por tanto, para Andrew Kliman basta con realizar una interpretación adecuada para que todos esas supuestas contradicciones en las teorías de Marx se desvanezcan. Así en la década de los 80’, diversos autores marxistas, entre los que se incluyen Alan Freeman, Guglielmo Carchedi, Ted McGlone y el propio Andrew Kliman, que no se atiborraron de las artificiosas y distorsionadas conclusiones de la interpretación simultánea, ofrecieron la llamada Interpretación de Sistema Único Temporal (TSSI).
Aunque en Reivindicando El capital de Marx, Andrew Kliman explica con elocuente riqueza argumentativa la TSSI, se puede decir que esta “coloca las piezas en su posición original”, aclarando, ni más ni menos, que “Marx no planteó los problemas en términos de las propiedades de estados de equilibrio estático, y por tanto, no tenía necesidad alguna de valorar los insumos y los productos de forma simultánea” (Kliman, 2020; 31) . Si valoramos de forma temporal los valores y los precios, tal como hizo Marx, de modo que los precios de los insumos y los productos pueden diferir, y consideramos toda la teoría económica marxista bajo un solo sistema (sistema único), en el que los valores y los precios se determinan entre sí de forma dinámica, podemos concluir con total seguridad, como hace Kliman, que El capital de Marx no adolece absolutamente de nada. Su incoherencia es, por ende, un mito de la ideología dominante.
La Interpretación de Sistema Único Temporal logra, por tanto, demostrar que el plustrabajo es la única fuente de plusvalor y, en consecuencia, que el valor no es redundante; explica coherentemente, reproduciendo la metodología y el procedimiento de Marx, cómo los incrementos graduales en la composición orgánica que ahorran trabajo vivo generan una tendencia a la baja en la tasa de ganancia y ha disipado cualquier artificio creado en torno al mal llamado «problema de la transformación».
Reivindicando El capital de Marx es, en resumen, un arma formidable para defender las teorías económicas de Marx y desprenderlas del sambenito que artificiosamente se le ha colocado. Disponer de una traducción al español después de casi 14 años desde su publicación original, es sin duda una buena oportunidad para la clase obrera hispanohablante.