El conflicto político-militar entre Rusia y Ucrania no es, fundamentalmente, de naturaleza europea. Concierne a toda la humanidad y al conjunto de los Estados nación.
No puede sorprender que así sea. Si tenemos en cuenta la consolidación del uso asimétrico del sistema de relaciones internacionales por los Estados Unidos y la Unión Europea, el expansionismo de su fuerza armada la OTAN y de la estructura financiera mundial.
Para nadie es un secreto que asistimos a un proceso de cambio en las relaciones de fuerzas a escala mundo, al tránsito geopolítico hacia un orden mundial fundamentado en las relaciones simétricas entre los Estados nación, la soberanía de las naciones y la autodeterminación de los pueblos.
Tampoco es un secreto que los Estados Unidos movilizan todo su poderío (económico-financiero, mediático y bélico) para obstaculizar el devenir de su ocaso como potencia hegemónica del sistema mundo capitalista,
Esta estrategia no solamente se expresa en la rivalidad entre EEUU y Rusia y entre EEUU y China, sino sobre todo tiene su contraparte en la rebelión anti neoliberal, anticapitalista y anti fascista que acelera el tránsito hacia un orden mundial sin centro hegemónico, con paz absoluta y de ningún modo relativa o precaria.
En el centro de ese movimiento anti hegemónico y anti imperialista gravita un combate sobre el significado de la idea de nación, del Estado nación y de la autodeterminación de los pueblos, en el marco de las relaciones interestatales y de un mundo en paz.
Entonces, la soberanía de las naciones no tiene el alcance de un Estado nación que permita la instalación de bases militares de EEUU (Colombia) y de la OTAN (Ucrania) para así poner en peligro la paz de Venezuela y de Rusia. Y menos aún tiene el sentido de, dada cualquier relación de fuerzas, observar pasivamente como avanzan estrategias militares que minimizan la capacidad de defensa integral de una nación.
En las situaciones de conflicto militar o de salidas militares de conflictos políticos es una posición de principio defender la paz en vez de escalar los conflictos bélicos, tal cual la posición de los Estados Unidos y la Unión Europea de proveer a Ucrania de “armas letales”.
De ningún modo es una inocentada desentenderse de que EEUU y la OTAN avanzaban un cerco militar contra Rusia y situarla así en una situación de extrema vulnerabilidad. Y es un cinismo político fingir disimulo ante las pretensiones del imperialismo de reconstruir el mundo unipolar y reposicionar su hegemonía, mediante la avanzada de sanciones financieras, bloqueos económicos y mediáticos y del intervencionismo militarista.
Las derechas, las extremas derechas, y las izquierdas que ya no son antimperialistas por decir lo menos, perciben con indolencia el avance de la configuración de estados y movimientos fascistas en por toda Europa y en ciertas regiones del mundo. Tal como es el caso de Ucrania y el gobierno de Zelensky.
Esta indiferencia les permite tolerar y apoyar, a título de defender la soberanía de las naciones, a organizaciones y gobiernos fascistas.
Y claro atacar a Rusia. En este sentido, la alternativa de Putin es inequívoca
El desafío del expansionismo de la OTAN, el avance del nazismo en un grupo importante de países y potencias capitalistas europeas y la estrategia imperial de retorno al mundo unipolar, es exactamente el compromiso que presidente ruso Vladímir Putin no ha eludido:
Rusia, ante el alto riesgo de reconvertirse en una nación subalterna de Occidente, ha reafirmado su independencia y soberanía.
Las fuerzas populares, democráticas y revolucionarias, sabemos muy bien, por experiencia propia, que la salida de los conflictos políticos-ideológicos no es la guerra sino que siempre es y será la paz. En este cruce de espadas, es menester avanzar estrategias que pongan fin al ato riesgo de la guerra que amenaza a la humanidad.
Entonces, mientras la Unión Europea y los Estados Unidos escalan militarmente el conflicto entre Rusia y Ucrania, hay que luchar porque la diplomacia de la paz y la desnazificación sean, una vez más, victoriosas.
Fernando Soto Rojas
Francisco Cedeño Lugo
Ismael Pérez Castillo