Por Eduardo Palomares Calderón y Leidys María Labrador Herrera
No ha habido tribuna nacional e internacional en la que no brille la voz de Cuba a favor de las causas justas, desenmascarando, con los argumentos más sólidos, las estratagemas golpistas y de injerencia que no cejan en el empeño de desestabilizar naciones y hundir gobiernos progresistas.
La frase del líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz en la hora del triunfo, «quizás en lo adelante todo sea más difícil», conserva su vigencia; pero en medio de las dificultades este heroico pueblo de las Antillas se ha crecido siempre, bajo el propio ejemplo del Comandante en Jefe de no rendirse mientras queden patriotas revolucionarios para defender la obra.
Cuando la Revolución triunfante celebra sus 64 luminosos años, el camino duro y cargado de peligros recorrido hasta hoy corrobora la certeza de aquellas proféticas palabras pronunciadas entonces por el comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, ante el pueblo cubano y sus tropas rebeldes con las banderas y los fusiles de la victoria en alto.
«Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil».
Lo alertado tanto el mismo 1 de enero de 1959 en Santiago de Cuba, como siete días después, tras la entrada en La Habana de la Caravana de la Libertad, fijaba, además, ese principio que lo acompañaría toda la vida como el primer deber del revolucionario, decirle la verdad al pueblo.
Era evidente en ambas intervenciones que ese único compromiso adoptado con el sufrimiento de los cubanos, enunciado en La historia me absolverá, y con los hermanos caídos a lo largo de la lucha, en nada agradaría a los oligarcas y burgueses, y mucho menos al vecino del norte.
Además, así como la guerra no se había ganado de un día para otro, tampoco en un abrir y cerrar de ojos podrían resolverse las angustias de los cubanos, causadas por el problema de la tierra, el de la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación, y la salud.
Desde el primer día, para que no quedasen dudas de los grandes desafíos por enfrentar, aquel mismo 1 de enero de 1959, se quiso escamotear la victoria mediante un golpe de Estado militar orquestado con la participación de la Embajada de Estados Unidos, y que fue abortado por el Ejército Rebelde y el espíritu combativo del puebl
La firmeza de Fidel, para ordenar de inmediato la ocupación de todas las instalaciones militares de la nación, fue la misma mantenida a la hora de confiscar los bienes robados al país, de afectar los intereses de los grandes monopolios yanquis y de la burguesía, entre otras enérgicas medidas.
Sin vacilación se decretó la Reforma Agraria y fueron nacionalizadas las empresas estadounidenses propietarias de centrales azucareros, las compañías telefónica y eléctrica, ferrocarriles, puertos, minas, cadenas comerciales, el comercio exterior y todas las grandes compañías capitalistas de la Isla.
La extraordinaria visión de Fidel conllevó a la creación de las milicias obreras y campesinas, a la organización de las unidades rebeldes que darían paso a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y que con insuperable valor derrotaron la invasión mercenaria de Girón en abril de 1961, y que posteriormente enfrentaron la Crisis de Octubre en 1962.
En nada podía subestimarse la rabia del enemigo que, al incendio de la tienda El Encanto y al sabotaje al vapor francés La Coubre, acaecidos en 1960, sumó –en los 14 meses posteriores a Girón– 5.780 acciones terroristas que causaron la muerte de 234 personas y varios cientos de mutilados, entre más de 3.500 víctimas. Al amparo del Gobierno de Estados Unidos tuvieron lugar agresiones biológicas como la introducción, en 1971, de la peste porcina, que obligó a sacrificar más de medio millón de cerdos, y en 1981 el virus tipo II del dengue, que causó 158 muertes, incluyendo las de 101 niños, entre las más de 350.000 personas contaminadas.
Tanta crueldad no ha bastado, y como parte del terrorismo desatado contra Cuba se ha mantenido a lo largo de todo este tiempo el inhumano e infame bloqueo económico, comercial y financiero, que afecta la calidad de vida de la población y alienta manifestaciones contra la estabilidad del país.
Más que lo prometido
Pasados 25 años de proclamado el triunfo, el Comandante en Jefe volvería el 1 enero de 1984 al mismo balcón del otrora ayuntamiento de Santiago de Cuba, en una especie de rendición de cuenta ante el pueblo sobre la obra edificada, sin ceder un ápice, ante las agresiones, presiones y chantajes del imperio.
Recordó que en el discurso improvisado en medio de las emociones y acontecimientos de aquel día, había expresado una idea esencial: «Ustedes saben que somos hombres de palabra, y lo que prometemos lo cumplimos, y queremos prometer menos de lo que vamos a cumplir; y hacer más de lo que ofrezcamos al pueblo».
«Al revés de lo ocurrido en la historia política de nuestra patria –precisó–, en la que jamás se quiso o se pudo cumplir un programa revolucionario, muchas veces prometido al pueblo, esta vez nuestro programa del Moncada no solo fue cumplido en su totalidad, sino que avanzamos mucho más, tal como habíamos soñado íntimamente los que organizamos el ataque al Moncada…».
Se refería al no menos difícil y complejo camino emprendido hacia el desarrollo de una economía heredada del colonialismo, atrasada y dependiente del enemigo; al establecimiento en el empeño de planes quinquenales y anuales, a la creación de empresas constructoras, de carreteras, ferrocarriles y puertos.
Con ello se inició la industrialización del país, la electrificación de los campos, ejecución de presas, obras de gran envergadura en la esfera energética, y la biotecnología, que exigieron la calificación de cientos de miles de obreros, técnicos medios y universitarios, quienes dieron lugar a la principal reserva del desarrollo de la nación.
Tan colosal proeza, que parecía impensable, en la educación y la salud, propició, con la Campaña de Alfabetización, y los 3.000 médicos que no abandonaron la patria, el nacimiento de centros de enseñanza de todos los niveles y de instituciones de salubridad que van desde el consultorio del médico de la familia y hospitales hasta los institutos especializados.
El secreto de la Revolución
«Ese es el secreto de nuestra Revolución, de la fuerza de nuestra Revolución, que volvió sus ojos hacia la parte más necesitada y sufrida de nuestro pueblo, que volvió los ojos hacia los humildes para ayudarlos», diría Fidel en fecha tan temprana como el 26 de julio de 1959, que concentró miles de campesinos en La Habana.
En ese propio año en que comenzaron a sumarse los más de 600 atentados contra su vida, dejó sentado que la Revolución empieza por respetar la dignidad humana, que tiene enemigos y que hay que ayudarla, que hay que colaborar con ella, que hay que saber sembrar junto con ella, abrir el surco, poner la semilla.
La hermosa obra ha unido a los agradecidos a su eterno líder, a Raúl Castro y al presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien seguro de la continuidad acaba de reiterar: «¿Qué es la Revolución Cubana desde su primer día? Una búsqueda infatigable de la justicia, una pelea sin tregua por derechos (…) que hoy disfrutan todos los cubanos».
A cada conquista le ha tocado un complejo contexto, que confluye ahora con las 243 medidas de la administración Trump para recrudecer el criminal bloqueo estadounidense, las afectaciones de la Covid-19, la crisis generada por el conflicto europeo, los accidentes del Hotel Saratoga y la Base de Supertanqueros, y el paso del huracán Ian.
Sin duda, como afirmara al clausurar el V Pleno del Comité Central del Partido, su Primer Secretario y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel: «Nunca nada fue fácil para la Revolución cubana. Los 64 años que cumple en unos días están plagados de dificultades y desafíos; pero, como respuesta, también están llenos de proezas y heroísmo».
«La histórica frase de Fidel en la hora del triunfo: Quizás en lo adelante todo sea más difícil –enfatizó–, conserva su plena vigencia, a pesar de los indiscutibles avances y conquistas de la Revolución».
No ha habido tribuna nacional e internacional en la que no brille la voz de Cuba a favor de las causas justas, desenmascarando, con los argumentos más sólidos, las estratagemas golpistas y de injerencia que no cejan en el empeño de desestabilizar naciones y hundir gobiernos progresistas.
Lo supo José Martí, con ese pensamiento cuyo alcance trascendió barreras temporales: era imprescindible liberar a Cuba, para contener el avance imperialista sobre los pueblos de América.
Esa seguridad martiana perduró, y devino esperanza certera, sueño latente, ineludible responsabilidad. Aquellos que le siguieron en ideales, voluntad de acción y sacrificios incalculables por la Patria, también lo comprendieron y, en consecuencia, han obrado desde aquel día glorioso de 1959.
Lo cierto es que, con el mérito de haber levantado una Revolución en las narices de aquellos cuya prepotencia les hace creer que, por ley divina, están predestinados a poseer lo que llaman su patio trasero, Cuba logró dos cosas esenciales: primero, demostrarles que todo el poderío económico y militar existente sobre la faz de la Tierra no puede contra la decisión de los pueblos de ser libres, de cambiar para bien el curso de su historia. Segundo: que estas lastimadas tierras de América tienen suficiente valía como para asumir el derecho de negarse al yugo, y alzar orgullosas su propia estrella.
Sin embargo, el mérito de este archipiélago va mucho más allá, y quizá el término para acuñar el legado revolucionario, ya imperecedero para el mundo, sea, sin lugar a duda: resistencia. No solo los cubanos decidimos apostar por un sistema social alternativo, humano, sino que contra todos los pronósticos de aquellos que tantas veces han puesto fechas de declive a nuestra obra, aquí estamos, batallando sin descanso contra las tempestades que nos impone nuestra digna rebeldía, y enfrascados como nunca antes en la sostenibilidad, el perfeccionamiento y la continuidad de este coloso de ideales y justicia que es la Revolución cubana.
Pero quien, como nosotros, se gana el derecho de portar una antorcha libertaria, asume con él la enorme responsabilidad de iluminar desde su ejemplo los senderos que el capitalismo neoliberal ha oscurecido; para que los pueblos no puedan ver más allá de cortinas de humo colonizador.
Así, esta tierra de seres valientes, heroicos e incansables, ha asumido la postura irrenunciable de hablar en nombre de aquellos a los que les han negado la palabra, de demostrar que es posible lo que quieren hacer ver como insulsas utopías; de enaltecer el valor de la unidad, porque si estamos solos somos débiles, pero si estrechamos nuestros lazos nos erigimos como barrera infranqueable y dejamos de ser el blanco fácil de los grandes círculos oligarcas del poder.
Desde el lado izquierdo de un orden mundial desigual, Cuba ha apostado por la multipolaridad, el respeto a la libre determinación de los pueblos, la extensión de lazos de paz y entendimiento, la salvaguarda de recursos naturales cada vez más escasos y sobrexplotados, la protección de los más vulnerables, la posibilidad real de un pensamiento común con fines solidarios, dejando de lado las diferencias cuando la humanidad así lo ha necesitado.
Bajo la certera conducción de sus líderes históricos y de aquellos que han recibido de sus manos las banderas de la continuidad, la Revolución no se ha limitado a vivir entre fronteras, se ha dado al mundo, con el corazón abierto. Ha compartido sus principales conquistas sociales; se ha puesto, sin miramientos, al servicio de esta humanidad y, por ende, tiene de esos desinteresados actos el mejor de los frutos: respeto, consideración y apoyo. Cuba nunca ha estado ni estará sola, pero eso no es casual.
Por eso, cuando este 1 de enero los cubanos celebremos los 64 años de nuestra decisión, jamás negociable, de «¡Socialismo o Muerte!» de «¡Patria o Muerte!», sabemos que millones de agradecidos en el mundo festejarán con nosotros, y le desearán larga vida a esta, la Revolución de Martí, de Fidel y de Raúl, de sus continuadores, que es también un monumento erigido a la esperanza, la dignidad y el intrínseco valor humanista que habita en el alma de todos los pueblos.
FUENTE CRONICOM
Enero, 2023