"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

¿Monumentos a los Nazis con Dinero de Estados Unidos y de Europa?

Por Maxim Goldarb

Cambio masivo de nombres de calles en Ucrania

Hace 80 años, en 1943, la capital de Ucrania, Kiev, fue liberada de la ocupación nazi por tropas del Ejército Rojo dirigidas por el general Nikolai Vatutin. Poco después de la liberación, el general Vatutin murió como consecuencia de una herida causada por colaboracionistas nazis de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN, por sus siglas en ucraniano). En 1944 recibió sepultura en uno de los parques centrales del Kiev que liberó y sobre su tumba se levantó un monumento con la inscripción: “Al general Vatutin, del pueblo ucraniano”.

Este general era considerado un héroe por méritos propios; sobre su tumba siempre había flores colocadas por los habitantes de la capital. Y estos días, en el 80º aniversario de la liberación de Kiev, el monumento ha sido demolido por las autoridades de Kiev profanando así su tumba.

A lo largo de todo el país se está llevando a cabo la destrucción de monumentos a los soldados del Ejército Rojo que liberaron Ucrania del fascismo. En algunos lugares se desmantelan (como en Chernivtsi, Rivne y otras ciudades); en otros simplemente se vuelan por los aires, como ocurrió en Nikolaev. A esto se añade el derribo de otros monumentos: al poeta Alexander Pushkin, a los escritores Nikolai Ostrovsky y Máximo Gorki, al piloto de pruebas Valery Chkalov y muchos más.

Complementa este borrado de la historia el cambio de nombre de toda una serie de ciudades, calles y plazas. Desde 2014, tras el golpe de Estado del Euromaidan, más de 1.000 localidades y de 50.000 calles cambiaron de nombre en Ucrania.

Solo en Kiev y durante el último año, 237 calles, avenidas, plazas y bulevares recibieron un nuevo nombre, según informan con orgullo las autoridades municipales, encabezadas por su alcalde Vitaly Klitschko. El mismo gobierno local que durante nueve años no ha sido capaz de construir –en una ciudad de 3 millones de habitantes con constantes atascos de tráfico– ni una sola estación de Metro, ni un solo intercambiador de transporte, ni un solo centro médico, ni un solo campus universitario, ni planta procesadora de residuos…

¿De dónde procede un deseo tan insistente de cambiar el nombre de todo y de todos? ¿Será que de repente toda la población está descontenta con los nombres de sus ciudades y calles, donde ellos mismos, sus padres y a veces sus abuelos han nacido y crecido? Nada de eso. No hubo referendos, ni votaciones de los residentes sobre estas cuestiones, nadie les pidió su opinión.

Por el contrario, en los pocos casos en que se realizaron encuestas, estas mostraron casi siempre el desacuerdo con el cambio de nombre. Por ejemplo, en el caso del centro regional de Kirovograd, llamado así hace casi 90 años en honor del famoso estadista soviético Sergei Kirov, la mayoría absoluta de la población de la ciudad, el 82%, rechazó hace unos años la decisión de cambiar el nombre de la ciudad a «Kropyvnytsky» y solo el 14% la apoyó.

Pero ni en este ni en todos los demás casos, ni para cambiar los nombres ni para demoler los monumentos, las autoridades han tenido en cuenta la opinión de los ciudadanos. Entonces, ¿por qué ocurre todo esto? La respuesta a esta pregunta será más evidente si se observa de cerca qué nombres y monumentos están sustituyendo a los de antes.

La avenida del general Vatutin, liberador de Kiev del nazismo mencionado al principio de este artículo, pasó a llamarse avenida de Roman Shukhevych, un nazi ucraniano que, en el momento del ataque de la Alemania nazi a la Unión Soviética en 1941, formaba parte del batallón Nachtigal, una subdivisión de la Abwehr (inteligencia militar de la Wehrmacht), formada por colaboradores nazis ucranianos.

La Avenida de Moscú en Kiev pasó a llamarse Avenida de Stepan Bandera –otro colaborador nazi ucraniano, líder de la OUN–, que durante la Segunda Guerra Mundial se hizo tristemente famoso no solo por cooperar con los nazis alemanes, sino por el genocidio de la población polaca y judía. Bandera tiene monumentos en muchas ciudades ucranianas.

El bulevar Druzhby Narodov de Kiev pasó a llamarse bulevar Mykola Mikhnovsky, uno de los creadores de la ideología del nacionalismo ucraniano, autor del lema chovinista: «¡Ucrania para los ucranianos!».

Y la calle que lleva el nombre del mariscal ucraniano Malinovsky, uno de los líderes del Ejército Rojo durante la guerra contra el nazismo, fue rebautizada como la calle de los Héroes del Regimiento Azov –una unidad militar moderna de Ucrania, cuyo emblema es el «wolfsangel» (un símbolo heráldico alemán inspirado en la forma de una antigua trampa para lobos), el emblema nazi utilizado por las unidades de las SS. Para quien no lo sepa o lo haya olvidado, incluso el Congreso de Estados Unidos consideró al Batallón Azov como grupo neonazi y terrorista.

Por cierto, más o menos al mismo tiempo que se demolía el monumento al general Vatutin en Kiev, la Décima Brigada de Asalto de Montaña de las Fuerzas Armadas de Ucrania recibió oficialmente el nombre de Edelweiss. Durante la Segunda Guerra Mundial, este era el nombre de la Primera División de Infantería de Montaña de las fuerzas armadas de la Alemania nazi, que participó en la deportación de judíos, la ejecución de prisioneros de guerra, en operaciones punitivas contra los partisanos de Yugoslavia, Italia, Checoslovaquia y Grecia. Las insignias de calavera, que prácticamente no difieren de los emblemas de la división de las SS «Cabeza Muerta» y otras unidades nazis, son exhibidas abiertamente no sólo por muchos militares de las Fuerzas Armadas de Ucrania, sino también por su Comandante Supremo.

El actual gobierno de Ucrania está destruyendo por completo todo lo que de alguna manera se relacione con Rusia, de la que la mayor parte de Ucrania formó parte durante cientos de años (aunque se trate de monumentos y calles en honor a escritores de fama mundial, como León Tolstoi), y con el periodo soviético de 70 años de la historia de Ucrania, además de con el socialismo y la ideología de izquierdas en general. Por ejemplo, se ha cambiado el nombre de calles que llevaban los nombres de Karl Marx y Friedrich Engels, se han demolido monumentos dedicados a ellos y se prohíben los símbolos socialistas y comunistas, desde la bandera roja hasta la interpretación de la «Internacional». Asimismo, todos los partidos de izquierda están prohibidos, incluida la Unión de Fuerzas de Izquierda–Por un Nuevo Socialismo, que este autor preside.

El socialismo y el comunismo están prohibidos, los activistas de izquierda son perseguidos y encarcelados, y el neonazismo se ha convertido en un elemento de la política estatal y en la ideología dominante.

Por si fuera poco, toda esta guerra iniciada por las autoridades ucranianas contra los nombres, los monumentos y la ideología de izquierdas requiere mucho dinero. El coste de una sola placa con un nuevo nombre de calle para colocar en una esquina, según las propias autoridades de Kiev, es de al menos 1.000 hryvnia (unos 25 euros) y eso debe multiplicarse por docenas (y a veces cientos) de placas en la misma calle. Y luego por decenas de miles de calles rebautizadas. Permítanme recordarles también las más de 1.000 ciudades y pueblos rebautizados.

Y el coste de las nuevas placas es sólo una pequeña parte del coste del cambio de nombre. Hay muchos más componentes. Todas las instituciones y empresas tienen que modificar los documentos, encargar nuevos sellos y timbres, actualizar las señales de entrada, etcétera. Necesitamos nuevas señales y carteles en las carreteras, en las entradas de la localidad y en las rutas por toda Ucrania. Es necesario dotar a muchas instituciones de nuevos mapas y atlas, no sólo ubicados en la ciudad rebautizada, sino en todo el país.

Cuando, por ejemplo, se realizó el cambio de nombre de la ciudad de Zhdanov a Mariupol, un solo cambio costó unos 24 millones de euros. La oleada total de cambio de nombre y demolición de monumentos en todo el país, según las estimaciones más conservadoras, ¡cuesta más de 1.000 millones de euros!

Y esto en el país más empobrecido de Europa que, además, está en guerra. En un país que tiene absoluta necesidad de ayuda financiera del exterior y en el que este año más del 60% de los ingresos del presupuesto estatal proceden de países extranjeros, principalmente de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos.

De este modo, el dinero de los contribuyentes europeos y estadounidenses se gasta ahora, entre otras cosas, en el cambio masivo de nombre de calles de Ucrania en honor de los nazis y neonazis. No creo que la mayoría de los ciudadanos de los países donantes estén de acuerdo con esto. Pero parece que a ellos, como a la mayoría de los ciudadanos de Ucrania, nadie va a preguntarles su opinión.

FUENTE REBELI+ON

11 de Marzo, 2023

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