Previo a la ascensión del Comandante Hugo Chávez al poder en Venezuela, los objetivos de la política fueron fundamental y prioritariamente lograr la preservación del régimen democrático (democracia representativa). El liderazgo político de esa época, hábilmente aliado con una élite económica sagaz, logró ganarse la confianza de las masas y gozar de una amplia libertad de maniobra para hacer frente a las situaciones difíciles.
Esta situación cambió radicalmente en 1989 cuando el Pueblo venezolano, protagonista de la primera revuelta popular contra el neoliberalismo en el siglo XX, le muestra al mundo que esa forma clientelar de hacer política, ausente y de espaldas al pueblo, era imposible de sostenerse en el tiempo.
Los cerebros del neoliberalismo ya habían decretado el Fin de la Historia y la muerte de la política, tras caer en desgracia el modelo político imperante en nuestro país. Chávez emerge cuando la escuela neoliberal imponía su dogma tecnocrático (antípolítica) en todo el mundo, basado en el discurso economicista de la eficiencia en la administración de recursos. Su objetivo era el de hacernos creer que los problemas sociales, económicos y políticos podían ser resueltos desde el paradigma de la racionalidad instrumental basada en principios de eficiencia, eficacia y optimización de recursos.
Chávez rescata el concepto y la praxis política con P Mayúscula, con P de Pueblo, con P de Patria.
Al llenar de contenido real y popular la democracia y la política, Chávez desarrolla e impulsa un nuevo modelo democrático, participativo y protagónico. Era su respuesta al llamado del momento, a la necesidad y al requerimiento histórico de la aparición y visibilidad del pueblo, el único protagonista diario del poder de gestión. Lo hizo confiando en los poderes creadores del poder constituyente, capaz de fundar lo nuevo desde sí mismo, nunca desde el otro.
Así transformó la política en ejercicio diario de creación colectiva libre, soberana e independiente de cualquier dominio externo o interno.