- “Obreros, si queréis salir del estado de miseria en el que estáis: instruiros.” Flora Tristán.
- Tristán apoya la teoría de la importancia de reconocer los derechos de la mujer, ya que sus actividades como madre, esposa, hija o cuidadora de personas ancianas, así como en las actividades productivas como obrera, son un pilar fundamental para la generación de riqueza y prosperidad de un país. Así, insta urgentemente a dar a las mujeres del pueblo una educación moral, intelectual y profesional para que ellas se conviertan en agentes moralizadores de los hombres del pueblo; exigen la igualdad absoluta del hombre y la mujer como único medio de construir la Unidad Humana.
- La suerte de la abeja, en su cavidad del árbol, es mil veces preferible a la vuestra. La suerte de la hormiga, que trabaja en verano para vivir tranquila en invierno, es mil veces preferible a la vuestra. Obreros, sois desgraciados, sí, sin duda; pero, ¿de dónde viene la causa principal de vuestros males?… Si a la abeja y a la hormiga, en lugar de trabajar concertadamente con las otras abejas y hormigas para aprovisionar la vivienda común de cara al invierno, se les ocurriera separarse y querer trabajar solas, también ellas morirían de frío y de hambre en su rincón solitario. ¿Por qué pues vosotros permanecéis aislados?… ¡Aislados sois débiles y caéis aplastados bajo el peso de toda clase de miserias! ¡Pues salid de vuestro aislamiento! ¡uníos! La unión hace la fuerza. Tenéis a vuestro favor el número, y esto ya es mucho.
- ¿Por qué yo, mujer que me siento llena de fe y fuerza, no puedo ir igual que los apóstoles de ciudad en ciudad, anunciando a los obreros la BUENA NUEVA y predicándoles la fraternidad en la humanidad, la unión en la humanidad?
- Reflexionando sobre las causas que producen los abusos y males de toda especie señalados por los obreros-escritores, vi de dónde partía el mal y comprendí al instante qué remedio se le puede aplicar. La causa verdadera, la causa única de todos los males que afligen a la clase obrera, ¿no es acaso la MISERIA? Sí, la MISERIA: porque a causa de la miseria la clase obrera se ve condenada a perpetuidad a pudrirse en la ignorancia; y, a causa de la ignorancia, la clase obrera está condenada a perpetuidad a pudrirse en el embrutecimiento y la esclavitud. Por lo tanto, es contra la miseria que debe luchar; ¡éste es su enemigo más temible!..
- Obreros, debo preveniros de que no os adularé en absoluto —odio la adulación—; mi lenguaje será franco, severo; en ocasiones lo encontraréis un poco rudo. Creo que es útil, urgente, indispensable, que os diga franca y claramente, sin temer lastimar vuestro amor propio, cuáles son vuestros defectos. Cuando se quiere curar una herida hay que ponerla al desnudo para observarla bien, después se corta por lo sano, y sólo así se cura.
- ¿Dónde está pues el mal?… El mal está en esta organización bastarda, mezquina, egoísta, absurda, que divide a la clase obrera en multitud de pequeñas sociedades particulares, como ocurría en la Edad Media con los grandes imperios, que hoy vemos tan fuertes, tan ricos y tan poderosos, que estaban divididos en pequeñas provincias, y las pequeñas provincias en pequeños burgos, cada uno de los cuales gozaba de sus derechos y sus franquicias. ¡Ah! Pero, ¡de qué derechos! Unas pequeñas provincias y pequeños burgos, en guerra continua unos contra otros (hoy en día la guerra es la concurrencia), eran pobres, débiles, y por todo derecho tenían el de gemir bajo el peso de su miseria, de su aislamiento y de las horribles calamidades que eran el inevitable resultado de esta división. No me canso de repetirlo: el vicio de raíz, que es necesario atacar en todos sus aspectos, es el sistema de parcelación que diezma a los obreros, sistema que sólo puede engendrar el mal.
- ¿Cuál es objetivo y cuál será el resultado de la unión universal de los obreros y obreras? Tiene por objeto: 1.º CONSTRUIR LA UNIDAD compacta, indisoluble, de la CLASE OBRERA; 2.º Convertir LA UNIÓN OBRERA en propietaria de un enorme capital mediante la cotización voluntaria de cada obrero; 3.º Adquirir, por medio de este capital, un poder real, el del dinero; 4.º Prevenir, por medio de este poder, la miseria y extirpar el mal en su raíz, dando a los niños de la clase obrera una sólida educación, racional, capaz de hacer de ellos hombres y mujeres instruidos, razonables, inteligentes y hábiles en su profesión; 5.º Recompensar el trabajo tal como debe serlo, con largueza y dignamente.
- La Iglesia, que ha dicho que la mujer es el pecado; el legislador, que dice que por ella misma no es nada, que no debería gozar de ningún derecho; el sabio filósofo que afirma también que por su constitución no tiene inteligencia; de todo esto se ha concluido que es un pobre ser desheredado de Dios, y los hombres y la sociedad la han tratado en consecuencia.
- De la creencia de que la mujer por su constitución, carece de fuerza, de inteligencia, de capacidad, y que es poco apta para los trabajos serios y útiles, se ha concluido muy lógicamente que sería perder el tiempo darle una educación racional, sólida, severa, capaz de hacer de ella un miembro útil de la sociedad. Por lo tanto, se la ha educado para ser una graciosa muñeca y una esclava destinada a distraer a su dueño y a servirle. A decir verdad, de vez en cuando algunos hombres inteligentes, sensibles, que sufren por sus madres, por sus mujeres, por sus hijas, han clamado contra la barbarie y lo absurdo de semejante estado de cosas, y han protestado enérgicamente contra una condena tan inicua.
- Mujeres de la clase obrera, observad bien, os lo ruego, que, al hacer aquí referencias a vuestra ignorancia e incapacidad para educar a vuestros hijos, no tengo ninguna intención de hacer la más mínima acusación contra vosotras ni contra vuestro temperamento. No, yo acuso a la sociedad de dejaros así de incultas, a vosotras, mujeres; a vosotras, madres, que, por el contrario, tenéis tanta necesidad de ser instruidas y desarrolladas, para a vuestra vez poder instruir y desarrollar a los hombres, y niños confiados a vuestros cuidados.
- El marido, al saber que su mujer tiene derechos iguales a los suyos, no la trataría ya con el desdén, el desprecio que se muestra con los inferiores; al contrario, la trataría con este respeto y deferencia que se concede a los iguales. Entonces ya no habría motivos de irritación para la mujer, y, una vez destruida la causa de la irritación, la mujer ya no se mostrará ni brutal, ni artera, ni desabrida, ni colérica, ni exasperada, ni malvada. Al no vérsela ya en la casa como la sirvienta del marido, sino más bien como la asociada, la amiga, la compañera del hombre, naturalmente se interesará por la asociación y hará todo lo que pueda para hacer fructificar el pequeño hogar. Teniendo conocimientos teóricos y prácticos, empleará toda su inteligencia en llevar su casa con orden, economía y juicio. Instruida y conocedora de la utilidad de la instrucción, pondrá toda su ambición en educar bien a sus hijos, los instruirá ella misma con amor, vigilará sus trabajos escolares, los colocará en aprendizaje en casa de buenos patronos; en fin, los guiará en todo con solicitud, ternura y discernimiento.
¡Cuánta será entonces la satisfacción del corazón, la seguridad del espíritu, la felicidad del alma del hombre, del marido, del obrero que tenga una mujer así! Encontrando en su mujer inteligencia, sensatez, elevadas miras, podrá charlar con ella sobre temas serios, comunicarle sus proyectos, y, de acuerdo con ella, trabajar para mejorar todavía más su posición. Halagada por su confianza, ella le ayudará en sus empresas y asuntos, con sus buenos consejos o con su actividad. El obrero, que estará él mismo instruido y bien educado, hallará un gran encanto en instruir y desarrollar a sus hijos pequeños.
Al encontrarse bien en su casa, feliz y satisfecho en la compañía de su buena y anciana madre, de su joven mujer y de sus hijos, no se le ocurriría la idea de dejar su casa para ir a distraerse a la taberna, lugar de perdición donde el obrero malgasta su tiempo, su dinero, su salud, y embrutece su inteligencia.
- La UNIÓN OBRERA no pide ningún privilegio, solamente reclama el reconocimiento de un derecho que se le ha denegado, y sin cuyo goce su vida no está segura; reclama el DERECHO AL TRABAJO.
LLAMAMIENTO A LAS MUJERES DE TODAS LAS CLASES, DE TODAS LAS EDADES, DE TODAS LAS OPINIONES, DE TODOS LOS PAÍSES:
Mujeres, Vosotras, en quienes el alma, el corazón, el espíritu, los sentidos, están dotados de una tal impresionabilidad que, sin saberlo vosotras, tenéis una lágrima para todos los dolores, un grito para todos los gemidos, un impulso sublime para cada acción generosa, una abnegación para cada sufrimiento, una palabra de consuelo para todos los afligidos; mujeres, vosotras que sois devoradas por la necesidad de amar, de actuar, de vivir; vosotras que buscáis por todas partes un objetivo para esta ardiente e incesante actividad del alma que os vivifica y os consume, os atormenta, os mata; mujeres, ¡permaneceréis silenciosas y siempre escondidas, cuando la clase más numerosa y más útil, vuestros hermanos y hermanas los proletarios, los que trabajan, sufren, lloran y gimen, vienen a pediros, con las manos suplicantes, que les ayudéis a salir de la miseria y de la ignorancia! Mujeres, la UNIÓN OBRERA ha puesto los ojos en vosotras. Ha comprendido que no podría tener unos auxiliares más abnegados, más inteligentes, más poderosos.
Mujeres, la UNIÓN OBRERA tiene derecho a vuestra gratitud. Es la primera que ha reconocido en principio los derechos de la mujer. Hoy vuestra causa y la suya se convierten pues en comunes. Mujeres de la clase rica, vosotras que sois instruidas, inteligentes, que gozáis del poder que da la educación, el mérito, el rango, la fortuna; vosotras que podéis influenciar a los hombres que os rodean, vuestros hijos, vuestros criados y los trabajadores, vuestros subordinados, prestad vuestra poderosa protección a los hombres que no tienen a favor suyo más que la fuerza de su número y su derecho. A su vez, los hombres de brazos desnudos os apoyarán. Estáis oprimidas por las leyes, los prejuicios; UNÍOS a los oprimidos, y por esta legítima y santa alianza podremos luchar legalmente, lealmente, contra las leyes y los prejuicios que nos oprimen.
Mujeres, ¿qué misión desempeñáis en la sociedad? Ninguna. ¡Pues bien! si queréis ocupar dignamente vuestra vida, consagradla al triunfo de la más santa de las causas: la UNIÓN OBRERA. Mujeres que sentís en vosotras el fuego sagrado que se llama fe, amor, abnegación, inteligencia, actividad, convertíos en predicadoras de la UNIÓN OBRERA. Mujeres escritoras, poetas, artistas, escribid para instruir al pueblo, y que la UNIÓN sea el texto de vuestras canciones. Mujeres ricas, suprimid todas estas frivolidades en vuestro arreglo personal que absorben sumas enormes y aprended a utilizar de forma más útil y generosa vuestra fortuna. Haced donativos a la UNIÓN OBRERA.
Mujeres del pueblo, haceos miembros de la UNIÓN OBRERA. Obligad a vuestras hijas, a vuestros hijos, a inscribirse en el libro de la UNIÓN. Mujeres de toda Francia, de toda la tierra, empeñad vuestra gloria en convertiros abierta y públicamente en las defensoras de la UNIÓN. ¡Oh mujeres! hermanas nuestras, ¡no permanezcáis sordas a nuestro llamamiento! Venid a nosotros, necesitamos vuestro socorro, vuestra ayuda, vuestra protección. Unión obrera Mujeres, en nombre de vuestros sufrimientos y de los nuestros os pedimos cooperación para nuestra gran obra.
- Para tener hombres y mujeres inteligentes, instruidos, morales, y que participen bien del espíritu de la UNIÓN OBRERA, el comité central debe hacer grandes sacrificios. Importantes sueldos, jubilaciones aseguradas, derecho a hacer educar a sus hijos, hermosa vivienda, gran consideración; en una palabra, dar mucho a los fundadores para estar en el derecho de exigirles mucho.
- En mi opinión, no puede haber ninguna sana y verdadera moral más que la que se desprende lógicamente de la creencia en un Dios bueno, justo, que crea, y que guía su creación con orden, sabiduría y providencia. La moral a enseñar a los niños consistiría en hacerles comprender la existencia de un Dios bueno, y la acción siempre providencial ejercida por Dios sobre toda su creación. El niño, educado desde la edad de seis años en una tal creencia, estaría a salvo de las supersticiones ridículas, de los terrores absurdos, de los prejuicios estúpidos, que constituyen por lo general la división de las clases populares.
A continuación se les haría comprender que la ley de la humanidad es el progreso continuo; su condición, la perfectibilidad. Sería necesario hacer comprender al niño, con todas las demostraciones posibles, que nuestro globo es un gran cuerpo humanitario cuyas diversas naciones representan las vísceras, los miembros y los principales órganos; cuyos individuos representan las arterias, las venas, los nervios, los músculos, y hasta las fibras más firmes; que todas las partes de este gran cuerpo también están estrechamente relacionadas entre ellas como las diversas partes del cuerpo humano, todas ayudándose las unas a las otras, y bebiendo la vida en la misma fuente… que un nervio, que un músculo, que un vaso sanguíneo, que una fibra, no pueden sufrir sin que el cuerpo todo entero no se resienta de su sufrimiento. Incluso cuando un pie, un brazo, o un dedo nos hace daño, todo nuestro cuerpo está enfermo. Nada es más fácil que hacer comprender al niño que esta indivisibilidad del gran cuerpo humanitario y esta solidaridad de las naciones y de los individuos. Si hasta ahora esta figura no ha sido introducida en la enseñanza, la culpa es de las opiniones religiosas y políticas que han dividido a las naciones y a los individuos.
- Si la UNIÓN OBRERA desea que de su seno salgan hombres y mujeres libres, tiene que enseñar a los niños que, en todas las relaciones humanas, hay que tener un gran respeto a la dignidad humana.
- Reconocer la urgente necesidad de dar a las mujeres del pueblo una educación moral, intelectual y profesional para que se conviertan en agentes moralizadores de los hombres del pueblo.
- Reconocer, en principio, la igualdad de derechos del hombre y de la mujer como único medio de constituir la UNIDAD HUMANA.
- Por instinto, por religión, por norma, amo y quiero la justicia. Amo y quiero el orden. El amor que emana del creador y que vivifica el alma de toda criatura, este amor me hace comprender la solidaridad que une el individuó al todo. Quiero la justicia para todos porque de la justicia nace el orden general, y porque del orden general nace el bienestar, la riqueza, la seguridad, la actividad fecunda; en consecuencia, esto es la felicidad.
- Hoy la burguesía se divide en dos campos muy distintos. Por un lado están los que son sordos y ciegos, incluso se podría añadir los lisiados sin piernas; porque, igual que en tiempos de Jesús, tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen; tienen piernas y no caminan. En este campo, los sordos no oyen esta enorme voz humanitaria que grita en todos los tonos que ha llegado la hora en que ya no deben haber condenados en la tierra, en que cada individuo, desde su llegada a la vida, debe tener, como miembro de la gran familia humana, su lugar en el banquete social. En este campo, los ciegos no ven el gran movimiento que lo recorre todo de abajo arriba. En este campo, los lisiados sin piernas se momifican en su inmovilidad absoluta, dejando ir a los otros delante, sin darse cuenta de que se quedan detrás. Todos estos pobres inválidos son como rezagados que un cuerpo del ejército abandona porque entorpecen y obstaculizan la marcha. En el otro lado se encuentran los burgueses inteligentes. Mencionaría entre ellos a los que ven. En el campo de los que ven, se oye con emoción, con amor, vibrar la gran voz humanitaria que clama: ¡Hermanos, un lugar para nosotros! En el campo de los que ven, se ve distintamente el gran movimiento ascensional de las clases inferiores que gradualmente se elevan de escalón en escalón hacia el bienestar y la libertad. Se sigue esta marcha con interés y solicitud. Entre los que ven, hay un progreso permanente; sé progresa por el pensamiento, se progresa por el trabajo, sé progresa por los impulsos de una simpatía generosa. Los burgueses que ven son los que hoy constituyen parte racional, sensata y fuerte de la nación. Si ocurre por desgracia, como se puede temer, que los ciegos, a fuerza de meter la pata, comprometan los intereses de la nación, el país encontrará en el campo de los que ven a unos hombres inteligentes, buenos, firmes y capaces de salvar una vez más a Francia.
- Únicamente con miras al orden quiero que la clase obrera reclame su derecho al trabajo y su derecho a la instrucción moral y profesional, porque del grado de instrucción de esta clase depende necesariamente un aumento de la producción, y del trabajo de la clase más numerosa depende evidentemente la riqueza y la prosperidad del país. Quiero que la clase obrera reclame en nombre del derecho, para que no le quede ya ningún pretexto para reclamar en nombre de la fuerza.
- Protesto, por instinto, por religión, por norma, contra todo lo que emane de la fuerza bruta, y no quiero que la sociedad quede expuesta a sufrir la fuerza bruta abandonada a las manos del pueblo, ni quiero tampoco que tenga que sufrir la fuerza bruta dejada en las manos del poder. En uno y otro caso, existiría una injusticia y consecuentemente desorden.
“Hay alguien todavía más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero.”
Flora Tristán