"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La poesía acribillada en la calle

Mis poemas están vivos, son mi carne… mi cuerpo entero hecho letras.

Hugo Alexander Arzolay

Hugo, es un lugar en nuestra memoria, su coraje recorre aquella inmensa carrera en el estadio de beisbol de la UCV; jugaban Caracas y Magallanes el siete de diciembre de 1972 y nosotros nos tomamos el campo de juego y las gradas con la consigna “LIBERTAD PARA LOS PRESOS POLÍTICOS”.

Al día siguiente acribillaron al joven poeta de la calle: un compañero se reunió con él en la Librería Monte Ávila que quedaba en el edificio sede del proyecto empresarial “Pro Venezuela”, para coordinar una jornada de “pintas” por la libertad de los presos políticos y de ese testimonio de combate por el socialismo que es David Nieves: hurtaron algunos libros sobre literatura y Hugo se llevó consigo como arsenal de guerra seis “spray” para escribir las consignas, en las paredes de los barrios del Manicomio, Lídice, Los Frailes y La Pastora, que un papel de bolsa había escrito Carmelo Laborit.

Las pintas se escribían de madrugada, entre las dos y cuatro, previo un chequeo de la vigilancia policial y ciertas medidas de seguridad para un equipo de trabajo que no era militar o cumplía sus actividades desarmado: antes de despedirse su “contacto” y él, repasaron los pasos requeridos para la tarea. Se despidieron, y Hugo le dice “me has regalado varios libros, te doy el de Orlando Albornoz porque ahorita ando en eso de escribir poemas”.

Hugo era el entrenador de ajedrez para niños, apreciado y querido por su comunidad (sabía lo suficiente de aperturas y del combate en el medio juego para no dar la cómica) que distribuía periódicos clandestinos de la Organización de Revolucionarios (OR), y de su Hoja “Despertar”

En la madrugada del ocho de diciembre de 1972, en tiempos de la “Operación Vanguardia” de Rafael Caldera que asesinó a decenas estudiantes y jóvenes de los barrios disparando primero y sin averiguar después Hugo con un atomizador en la mano recibe los disparos de una policía que sabía de matar a cualquier joven que le pareciese sospechoso y peligroso.

Había escrito la consigna de su compromiso, “libertad para los presos políticos”. Y a nosotros sus camaradas nos queda:

El sonido de los disparos que no escuchamos.

La angustia de su quejido que un compañero nos relató.

El dolor por el cuerpo que se había letras.

La rabia contra la violencia de la doctrina imperial de la “seguridad nacional” que asesina a un “cuadro” en pleno proceso de formación.

Desde esa edad de coraje regado por, universidades, liceos, barrios y fábricas aprendimos que nuestros camaradas asesinados de ningún modo están muertos.

En su poesía que vislumbraba sus capacidades y potencialidades, y en su espíritu de militante guerrero, Hugo camino con nosotros sus camaradas.

Hermano Hugo, en tu “pinta” de aquella madrugada, estamos seguros que nos escribías:

doy lo que tengo, doy mi mano a quien la acepte….vuelo y sé a dónde voy” Hugo A. Alzolay

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