El proceso de transformación planteado y delineado en nuestra Constitución Bolivariana y en la Ley Orgánica de Educación, trae implícito la necesidad de formación de un nuevo republicano que responda cultural, política e ideológicamente a la concepción de nuevo Estado. Hoy a causa de la pandemia, cuando todo el estamento mundial está sentido en toda su estructura económica y su superestructura ideológica, reafirmamos que principalmente la educación es el instrumento más vital para lograr tal fin. Cabria preguntarnos ¿ cual educación?, ¿cual currículo?, ¿ quiénes y cuáles serían nuestros referentes?, ¿ qué y cuanto de lo elaborado puede servir y sustentar un proceso de transformación?.
Estas y muchas otras interrogante pueden ayudar y contribuir a un debate propositivo para la toma de decisiones en materia educativa.Es importante recordar y reconocer que en nuestro Sistema Educativo Bolivariano, como proceso política, pedagógico e ideológico, hemos dado duras batallas contra la cultura colonial heredada y la recolonización como elemento transversal del neoliberalismo que se impuso en algunos pueblos y se trata de imponer en otros de lo que sea, donde la educación y las instituciones educativas son sus agentes operantes. Esas innumerables batallas tiene múltiples maneras de presentarse, de ellas podemos visibilizar algunas; desde la construcción colectiva del Proyecto Educativo Nacional (PEN), la implementación de las Escuelas Bolivarianas, las Escuelas Técnicas Robinsonianas y zamoranas, el Programa Todas las Manos a la Siembra (PTMS) y la Resolución 58, por nombrar algunos de los esfuerzos transformadores en nuestro sistema educativo.
Estos combates por la transformación han tenido su contrincante también visible; La Sociedad Educadora (presentación sutil de la llamada sociedad civil), donde se manifiesta abiertamente la lucha de clases y levantan como bandera la tesis que defiende el neoliberalismo, la cual le asigna a la familia y a la sociedad la potestad de la educación, desmontando el Estado Docente y su papel rector del sistema educativo, estableciendo por encima de las necesidades e intereses del País, que cada quien decide el tipo de educación que requiere de acuerdo a sus propios intereses y su concepción de progreso; de allí su caracterización de individuos triunfadores o exitosos, de donde se desprende que cada padre o representante asume la educación como un derecho individual. En esa línea de pensamiento son radicales defensores de la privatización de la educación y de todos los servicios básicos que demandan los ciudadanos en sus necesidades elementales. Esta postura neoliberal privatizadora, tiene su asidero en la consigna mercantil “ganar ganar”, toda vez que ven en la prestancia de un servicio la rentabilidad de sus negocios.
Hay otro enemigo poco perceptible pero extremadamente peligroso para todo proceso de transformación de las sociedades, el cual, a pesar de los esfuerzos institucionales, individuales u organizativos, le hemos hecho poco en su metabolismo; se trata de la lógica cultura-educativa que prevalece en nuestras instituciones, aun en las nuevas creadas en este proceso de transición, que enajena al sujeto y lo hace que política e ideológicamente reproduzca la lógica del sistema al cual dice adversar cuando le oímos sus discursos. Este enemigo político e ideológico hace que el sujeto social se des encuentre con su propia clase y su alto nivel de alienación hace que se muestre imposibilitado de poder descubrir de manera consciente, las trampas que se tienden desde los centros académicos donde se forma, así como sus voceros institucionales y corporativos que operan en centros de trabajo y lugares de residencia.
Por otra parte la incipiente alineación y sinergia de todas y todos los responsables del desarrollo de una política de estado, aunado a lo insostenible y la poca o nula evaluación de planes y programas, ha hecho que se tiren por la borda algunos esfuerzos que se han hecho en otros momentos de este proceso; dado que a veces prelan y se respetan más los estilos de conducción de un sujeto que la política que se requiere; en muchos casos se puede notar, y no deja de ser preocupante, ver actitudes complacientes con algunas gestiones, cuando se tiene que asumir el debate y la defensa de lo que antes desarrollo como línea correcta de avances educativos y organizacionales, es decir no se recurre a la valoración y evaluación de los procesos.
En estos momentos cuando todo se mezcla, se decanta, se estremece, se develan complejidades, se caen mitos, aflora lo invisibilizado y se oyen las voces que permanecieron o les hicieron permanecer en silencio; cuando cruje lo político, lo económico y lo cultural genuino entra en franco combate contra hegemónico; nuevamente hay que decirlo como lo hemos venido sosteniendo: o la educación empuja los procesos de emancipación o seguirán encadenada a la dominación hegemónica.
Estamos en buen tiempo, los tiempos de crisis son para crecer, son para aprender y enseñar, para producir e innovar; de ellos aprovechar todo lo que nos permita agilizar las transformaciones que nos enrumben a otro mundo de armonía ser humano-naturaleza. En esa perspectiva, es a la maestra y al maestro, a la profesora, al profesor a quienes nos toca crear hegemonía de clase toda vez que nuestro gremio en esencia es proletario y la construcción de un nuevo bloque hegemónico, no se logra si no hay un salto cualitativo en lo político- ideológica que trastoque la falsa conciencia y nos ponga en el plano de conductores de una nueva sociedad, donde el sujeto sea armónicamente naturaleza y humanidad; por ello lo volvemos a decir con mucha mas propiedad, en el proceso educativo están las claves de la transformación estructural de esta sociedad.