Dice mi hermana mayor Ismenia Soto de Machado de 91 años, cabalga rumbo a los 100 y tiene todavía una memoria extraordinaria, que nací el 30-05-1933; en una casa situada entre la esquina del mercado Municipal en la calle Pellón y Palacios, y el cruce con la calle Bolívar. Al frente estaba una mata grande de tamarindo, a su alrededor se vendía carne fresca, salada y otros alimentos. Aún recuerdo esa mata grande de tamarindo.
Mi acta de nacimiento. folio 42, VTO-Nro. 168, dice: “…de la primera autoridad civil, coronel Julio R Montenegro del Distrito Monagas, en el Municipio de Altagracia de Orituco, hago constar: que hoy 22 de abril de 1934, me ha sido presentado un niño varón por: Víctor Soto, casado, 36 años de edad de profesión comerciante, de este domicilio, manifestó: que el niño cuya presentación hace, nació en esta ciudad, a las 05:00 de la mañana: del 30 de mayo pasado, tiene por nombre Luis Fernando y es su hijo legítimo con Rosa Rojas su esposa, de 24 años de edad, de oficio doméstico y de éste domicilio. Testigo de este acto: Gabriel Requena y Juan P. Delgado mayores de edad, vecinos y firma”.
Dos comentarios para cerrar este recuerdo. Mi preocupación por el devenir social y político empezó con la muerte de Carmen Zerpa, en el año de 1939; le decíamos Tatán, crió a mi abuela Eugenia Rojas. Todos venían del siglo XIX y de la guerra Federal. Tatán era una catira que me quería mucho. me protegía y me regaló un sombrerito negro, siempre lo cargaba calzado en la cabeza. Luchó contra todos los gobiernos, nunca tuvo cargo público y apoyó al guerrillero General Emilio Arévalo Cedeño.
Yo creía que Tatán era eterna, no sabía que existía la muerte en la familia. Su velorio en la misma casa y hubo una procesión hasta el cementerio. Supe entonces que la muerte era posible. En aquella época me decían NANO y no Fernando; 87 años después me siguen llamando así, el catire, Víctor, mi hermano menor, Pedro Calzadilla (padre) y Chela Vargas.
Por lo demás, muchísimas gracias a todas y todos los que me han acompañado en vivir y sobrevivir, en materia de afecto, enseñanzas, alimentación, enfermedades, seguridad, persecuciones políticas y amoríos.
La vida me regaló tres hijos, nueve nietos, ocho bisnietos, tres tataranietos y un ejército de amigos y camaradas
Digo, igual al Poeta Pablo Neruda: “confieso que he vivido”.