Con su arrogancia imperial Donald Trump una vez más se equivoca con el Presidente Nicolás Maduro. Lo volvió a subestimar. Subestimar ha sido el más grave de los errores que han cometido los estrategas de la Casa Blanca en la obsesiva política injerencista en los asuntos internos de Venezuela.
A principio de la semana pasada el Comando Sur le montó otra provocación a Venezuela –como de costumbre, sin siquiera guardar las apariencias, los gobernantes de los EE.UU. demostraron otra vez que no le paran a la legalidad internacional, porque se asumen, por la calle del medio, como el azote planetario- ingresó de manera furtiva en nuestra Zona Contigua el buque de guerra USS Pinckney (DDG-91), acción que pretendía de manera alevosa menoscabar nuestra soberanía e integridad territorial.
Inmediatamente las instituciones de la República Bolivariana de Venezuela, y particularmente nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), reaccionaron como lo orienta el Presidente Nicolás Maduro -con calma y cordura, con nervios de acero- para evitar caer en ese tipo de absurdas provocaciones que buscan quebrar la paz y la tranquilidad de los venezolanos y venezolanas, y con las cuales los gobernantes norteamericanos quieren –apremiados como están por la precaria situación electoral de Trump- imponernos sus propósitos injerencistas, los mismos que no han podido lograr mediante otros métodos, como la larga guerra económica, el cruel bloqueo, combinados con todo tipo de violencia-terrorista utilizando a sus lacayos de la extrema derecha local.
Nuestra gloriosa FANB fue enfática en afirmar que «hará respetar la soberanía e integridad territorial de Venezuela, siempre siguiendo las leyes internacionales, sin caer en provocaciones». Que no se dejará llevar al terreno de los agresores, que aquí, en nuestro terreno, los esperará –o los esperaremos- sí se atreven. Que no pisará ningún peine montado por las necesidades de la campaña electoral gringa y con los cuales se busca desviar la atención de la grave realidad interna de los EEUU.
A estas alturas del partido, con toda la experiencia acumulada por la Revolución Bolivariana y Chavista, resistiendo y venciendo en la trinchera de la defensa de la Patria, es ingenuo pensar que el Presidente Nicolás Maduro va a comer casquillo dejándose llevar, así de fácil, hacia una celada tan mal montada. Él que en los últimos siete años los ha derrotado en todos los rounds en donde les han presentado pelea –por algo la consigna Conductor de victorias-, él que los obligó a quitarse la máscara con la que por tanto tiempo trataron de ocultar el injerencismo de las intenciones recolonizadoras que en verdad los mueve, sí, él que los llevó al terreno en donde ya no pueden usar más eufemismo, ni medias tintas, para maquillar sus propósitos imperiales.
Sin duda que cuando se dice Maduro se dice pueblo. Un pueblo contestatario, respondón, cimarrón, rebelde por génesis, pero fiel al legado del Comandante Chávez, que ha aprendido a que le resbale la monstruosa campaña mediática transnacionalizada al servicio de ese imperio yanqui –ver la nueva amenaza el señor Eliott Abrams que con el mayor desparpajo anunció lo que le encargaron ahora: «Estamos en campaña contra Venezuela», con la cual pretende repotenciar su sarta de mentiras e inventos para imponerle al mundo una Venezuela virtual, construida por ellos, como les conviene-. Gigantesca campaña que utiliza todo tipo de recursos, como las avasallantes redes sociales convertidas en el campo de batalla, por excelencia, en la guerra desatada contra el pueblo venezolano.
El pueblo patriota resiste heroicamente porque sabe quiénes son los responsables de las penurias ocasionadas por la prolongada guerra económica -aprendió en el campo de la lucha a identificarlos-, que ha visto que son los mismos ladrones de nuestros activos en el exterior, los aprovechadores de siempre que jamás estarán dispuestos al más mínimo sacrificio por la nación porque le vendieron el alma al diablo; que no se atreverán a aceptar públicamente que el bloqueo es la causa principal de nuestros actuales problemas porque ellos son sus promotores, y, mucho menos, harán algo por desmontarlo aunque se rasguen las vestiduras vendiendo falsas «preocupaciones» por el nivel de vida de nuestra población, al contrario, sabotean los inmensos esfuerzos del Gobierno Bolivariano –hoy también en dura lucha contra la pandemia- por superar las múltiples crisis derivadas de esa criminal política imperial de guerra económica de los cuales ellos, los apátridas de la derecha fascista, son los ejecutores locales.
La política injerencista de la administración Trump en Venezuela cada día suma más rechazos, fue emblemática la posición del Presidente de Argentina, Alberto Fernández, esta misma semana, quien ante la extraña situación en que se vio involucrado su canciller en relación con Venezuela, declaró contundentemente que nadie tenía derecho a decirle a los venezolanos cómo debían arreglar sus problemas. «Ni yo, ni Trump, ni nadie», para frustración de la derecha colonizada del continente que andaba celebrando, esa que sí le avala un derecho al presidente Trump que no lo tiene. Tales declaraciones del Presidente Fernández parece que lo alejan más del llamado Grupo de Lima, al que calificó de irrelevante e irrepresentativo, haciendo rodar por el suelo las presuntas justificaciones que a nombre de la comunidad internacional enarbola el inquilino de la Casa Blanca para inmiscuirse en los asuntos internos de nuestro país. Eso es para que sigan subestimando al Presidente Obrero.
Y para que no quede ninguna duda de la firmeza del Gobierno del Presidente Maduro, el general Vladimir Padrino López respondió así a las amenazas del jefe del Comando Sur, Craig Faller: «Las infantiles declaraciones no son más que un acto de provocación. Reivindico la madurez y profesionalismo de la FANB ante estos irresponsables actos y repito como lo dije en Carabobo: si cruzan la línea roja recibirán una respuesta contundente de la FANB por nuestra soberanía». Los comentarios sobran.