"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Brasil: Informe Postelectoral

En la primera vuelta de las elecciones generales votaron 123.678.768 personas (79,05 % del padrón), un porcentaje algo menor al de las dos elecciones pasadas: 79,67 % en 2018 y 80,61 % en 2014. La próxima cita electoral será el 30 de octubre, cuando se medirán candidatos a presidente y a gobernador que no superaron el 50 % el pasado domingo.

Contra lo proyectado por las principales encuestadoras en los últimos días, la elección no se definió en la primera jornada: Lula da Silva (PT) obtuvo el 48,43 % de los votos y Jair Bolsonaro (PL) 43,20 %, con una diferencia de 6.186.367 sufragios. Las otras dos (de 11) candidaturas competitivas se llevaron conjuntamente el 7,20 % (4,16 % Simone Tebet, del MDB, y 3,04 % Ciro Gomes, del PDT). La abstención alcanzó un 20,95 %; casi 33 millones de votantes no acudieron a las urnas, una cifra cercana al promedio.

Las dos últimas encuestas presenciales de septiembre, IPEC (25 y 26 de septiembre, 3.008 casos) y Datafolha (20 al 22 de septiembre, 6.754 casos), arrojaban una intención de voto que traducida a voto válido llevaba a Lula a una victoria en primera vuelta (50 % y 51 %, respectivamente). La diferencia estimada entre ambos candidatos fue finalmente mucho menor: IPEC erró en los 17 puntos que supuestamente había de diferencia y Datafolha en 14. El tercer puesto concedido a Ciro Gomes por la mayoría de las encuestadoras fue ocupado por quien aparecía en cuarto lugar: Simone Tebet.

A nivel territorial, la votación presidencial estuvo claramente repartida para los dos candidatos; nunca hubo una primera vuelta con la concentración de votos tan marcada. Comparativamente, y en términos relativos, en las 5 regiones del país, Lula tuvo sus tres principales victorias en el Norte, Nordeste y Sudeste, mientras que Bolsonaro tuvo sus mejores perfomance en el Norte, Centro Oeste y Sur; Lula venció en 14 estados y Bolsonaro en 12 más el Distrito Federal, con la diferencia señalada de un poco más de 6 millones de votos de Lula sobre Bolsonaro. En cuanto a los estados con mayor población, Bolsonaro ganó en San Pablo, Río de Janeiro, Río Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná, mientras que Lula salió victorioso en Bahía, Minas Gerais, Pernambuco y Ceará. Mención especial merece San Pablo, que tiene muy marcada diferencia entre la región metropolitana de la ciudad de San Pablo, y el interior del estado: en la ciudad y su conurbano a Lula le fue mejor (y a Fernando Haddad para gobernador), no así en el resto del estado; precisamente esa era la región que en la que el candidato a vicepresidente y exgobernador, Geraldo Alckmin, haría la diferencia.

A nivel de gobernadores, la elección fue definida en 14 estados y el Distrito Federal. El PT consiguó 3, e hipotéticamente puede conseguir otras 4, lo que sería un récord para el Partido (sobre todo si logra vencer en San Pablo). En Bahía habrá balotaje, circunstancia que no había desde 1994; y en en Pernambuco habrá una mujer como gobernadora por primera vez.

En esta contienda también se renovó toda la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. En ambas elecciones, el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro obtuvo los mejores resultados. En Diputados, dicha sigla consiguió la bancada más numerosa, 99 de 513 diputados, haciendo aún más amplio el bloque de partidos denominado ‘centrao’. El PT, junto a los demás partidos que conforman su federación “Brasil de la Esperanza”, obtuvo el segundo lugar, con 80 bancas. En la elección anterior de 2018, el PT había logrado 56, con lo que puede destacarse el avance (aunque no alcanza lo logrado en la elección del 2002, en la que Lula obtuvo en primera vuelta un resultado semejante al de este domingo para presidente, pero muchos más diputados). En líneas generales, la Cámara seguirá definida ideológicamente por la centroderecha, y seguramente organizada por lo que determine el “centrao”, ese nucleamiento de partidos (principalemente el PL, PP y Republicanos). Habrá, sí, una porción mayor de izquierda/centroizquierda. En San Pablo, el diputado más votado fue Guilherme Boulos (PSOL), con más de un millón de votos, lo que permite traccionar representantes de su propio partido para adentro de la Cámara.

En el Senado, compuesto por 81 bancas, el PL también fue el partido que obtuvo más miembros: de las 27 curules en disputa consiguió 8 (que, sumados a los electos en 2018, acumula 13 senadores). Sin embargo, como el partido de Bolsonaro forma parte de una bancada más amplia de partidos conservadores, tendrá el apoyo de senadores que pertenecen a otros partidos (como Damares Alves, exministra de la Mujer, o el hasta ahora vicepresidente Hamilton Mourao). El principal partido del Senado será el propio PL; por su parte, Lula eligió 5 aliados.

Sea para la Cámara como para el Senado, fueron varios los ministros, exministros o funcionarios reconocidos que tendrán actuación en la próxima legislatura. Desde Mourao, electo senador por Rio Grandre do Sul, o los ministros Ricardo Salles, Damares Alves, Tereza Cristina, Rogerio Marinho, incluso el propio Sergio Moro (y su esposa) estarán en el Congreso. Resulta evidente que pasar por el Gobierno no fue una marca negativa, o por lo menos hay datos que indicarían lo contrario. Destaca el caso de Eduardo Pazzuelo, el general negacionista que ofició de ministro de Salud durante la pandemia, que fue el segundo diputado más votado de Río de Janeiro. Allí no estaría muy claro el mensaje de las urnas: pese a que Bolsonaro ha destacado la importancia de las vacunas durante la campaña ‒ni hablar Lula‒ Pazzuelo repone la marca negacionista de la gestión bolsonarista.

El PSDB (Partido de la Socialdemocracia Brasileña) por primera vez luego de 28 años no gobernará el Estado de San Pablo, lugar ocupado por el propio bolsonarismo. El fin de un partido de cuadros técnicos como el PSDB (y el bajo rendimiento de Tebet y Gomes) deja un interrogante gravitante para el espacio de ‘centro’, que podría aprovechar Bolsonaro en la medida que la tendencia es la polarización y el corrimiento del centro hacia la derecha desde el golpe a Dilma Rousseff.

Notas finales

Uno de los objetivos de la campaña de Bolsonaro era llegar al segundo turno y sostener los niveles de rechazo de Lula; logró ambos. Lo hace habiendo dispuesto ya un panorama institucional más favorable que en el 2018: tanto en Diputados como en el Senado será el partido con más representación a partir del año que viene. Esto le permite también abrir otras dimensiones para la negociación del segundo turno, ya no con los actores que participaron hasta el final en la contienda (Gomes o Tebet), sino con aquellos partidos que no son fieles aliados (como PSD, PRTB o incluso Unión Brasil) porque en los estados, el gobierno puede acercar aliados para esos segundos turnos, y recibir una fuerza más definida para el balotaje presidencial. En ese sentido, todavía hay margen para negociar acuerdos que hagan más robusta esta segunda campaña presidencial. Tiene Bolsonaro, además, este voto de último momento que, seguramente, repetirá en la última semana de octubre.

Lula tiene a su favor el hecho que es muy poco el margen que lo separa para alcanzar la mayoría de los votos. Con Tebet y Gomes sucederán maniobras diferentes: Lula cerrará el apoyo del PDT pero muy difícilmente haya un abrazo con Ciro, mientras que Tebet asumirá protagonismo en la campaña, cuestión que no será institucional para el MDB. Con estos acuerdos, no preocupa tanto el abstencionismo del segundo turno ‒que suele ser mayor que en la primera vuelta‒ sino consolidar la presencia de quienes ya optaron por votar en Lula el domingo.

05.10-22

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