"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Y me querías decir no sé qué cosa

La crisis política chilena, los sucesos de Ecuador y las victorias electorales de Evo Morales y del frente peronista en Argentina, han puesto al descubierto el giro redondo que está dando la comunicación mediática. Ahora lo que sucede se sigue en tiempo real, vía redes, y con los dispositivos a la mano: teléfonos móviles y computadoras. El nombre de la policía chilena, los carabineros, se repite y se conoce, porque su actuación agresiva y abusiva salta de teléfono en teléfono, y de conversa en conversa. El talante colonial de la OEA está al descubierto, porque su incoherencia es obvia y es ventilada en las burbujas digitales.

Está ese cambio en el ecosistema de medios, que ya intuimos y otros, más digitalizados y menos analógicos, ya experimentan, padecen y sufren. Es recomendable estar advertidos de estos cambios en la forma en la que interactuamos. Pero eso sí, sin borrar, ni subestimar, que la clave de la comunicación está en la relación directa, en el cara cara, en el café y el verso compartido. La palabra de Mario Benedetti vaya por delante: “De los medios de comunicación/ en este mundo tan codificado/ con internet y otras navegaciones/ yo sigo prefiriendo/ el viejo beso artesanal/ que desde siempre comunica tanto”.

II

El anterior entramado de medios: periódicos, programas televisivos interesados, medios locales, ya casi es un asunto del pasado. Bueno, o tienden a influir menos. Los antiguos periódicos antes acostumbrados a imponer la agenda pública ahora emigran hacia un mundo en donde tropiezan con un código distinto.

Todo cambia y todo cambió. Son otros los hábitos y contextos del consumo de información y de lo que va pasando. Lucen lejanos aquellos días en el que un lector salía a comprar un ejemplar de su periódico preferido. El tiempo que una persona invierte en una noticia disminuye. En el ámbito de la comunicación ahora la batalla está en la disputa por ese bien escaso, el tiempo, que cada quien tiene disponible para asomarse al guasap, mensajes de texto, videos, audios o a los portales de noticias.

Cambió lo que se conoce como la audiencia. Antes eran receptores más o menos pasivos y quizás un poco críticos de lo que consumían, leían o veían. Ahora la audiencia es algo muy distinto; ahora es un público activo que recoge informaciones, graba, produce y publica contenidos, eso que después vamos a ver, leer e incluso reenviar. ”Está claro que la audiencia se está transformando profundamente, en el sentido de que está asumiendo roles inéditos”, escribe Pablo Mancini en el libro “Hackear el periodismo”. “La audiencia no es un rebaño de personas maleable, conducible y modelable que consume cualquier producto y servicio que podamos generar y ofrecerle”.

Cambió también la percepción del valor de la información. Antes era verdad porque lo decía tal o cual medio, personaje o fuente. Ahora sabemos que la manipulación, medias verdades y noticias falsas predominan. El valor del contenido informativo ahora está asociado a los con-textos virtuales. El texto propone, el con-texto dispone y crea o completa el sentido de lo que se percibe.

III

Cuando Sebastián Piñera vio aquella movilización del pueblo, dio un frenazo y dijo que eliminaba el aumento de las tarifas del metro. Y nada, al otro día los chilenos siguieron mostrando su arrechera; entonces pidió perdón, se dio golpes de pecho y dijo que ahora sí, que había entendido. La respuesta popular fue insistir con otra marcha, esta vez más grande que las anteriores.

Piñera -y su equipo de gobierno- vive el síndrome del emisor prepotente, que cree que el mundo tiene que compartir, sin más, lo que él dice. A lo mejor pensó que con el contenido de su información-comunicación era suficiente.

Dejó de lado que la sociedad chilena es campeona en desigualdad, y que el pueblo que protesta cuenta y narra lo que va ocurriendo en tiempo real; va mostrando la represión abierta y criminal de carabineros y milicos.

Tanto presumir para morir en la orilla. Tanto joder con eso de lo “millenial” para terminar dejando de lado que cuando hablamos y escribimos no entregamos un pastel para que el receptor se lo coma. Se les olvidó una de las lecciones de oro que dejara Umberto Eco: “Cuando se produce un texto no para un destinario concreto sino para una comunidad de lectores, el autor sabe que será interpretado no según sus intenciones sino según una compleja estrategia de interacciones”.

A veces, la antigua metáfora de “los canales de la comunicación” juega una mala pasada. Se piensa que cuando se “transmiten” informaciones se trasladan datos, ideas, noticias del emisor al receptor. En fin, el cuento funcionalista y la misma prepotencia de siempre que divide al mundo en “clases altas” y “clases bajas”, “superiores” e “inferiores” y pretende ocultar el mapamundi de las clases sociales.

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