"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

To’ chareto / Piojitos, garrapatas, zancudos y culebras

To’ chareto

 

Cuando los bebedores salían de los botiquines de la plaza, del de Gilberto, Cristóbal, tío Idolfo o el del «mocho» José María apretaban la correa, tocían, revisaban sus faldiqueras, se enderezaban y emprendían el camino de regreso al «rancho». La ingesta de alcohol los conducía «charetos» a su destino, sin poder evitarlo. Disimulaban, se detenían y arrancaban de nuevo, pero era inevitable caminar «to’ chareto», a veces zigzagueando o de algún lugar a otro.

Rafael Duarte nunca dejó un bahareque «chareto» ni el «cogollo» Adán un lienzo. Los caminos se hacían buscando quedar derechos y los techos que quedaban torcidos había que «tirarlos» nuevamente, porque «cuadrándolos» bien se reducían gastos, se respetaba la estética y la firmeza de la obra. Una «pica» «chareta», un queso deforme o una vaquera «sin figura» eran inaceptables.

En Perijá, un negocio «to’ chareto» surgía de la improvisación y falta de claridad entre las partes. Su destino era el fracaso y la enemistad. Corregir no daba tiempo o resultaba costosa encontrar la «derechura».

Esta expresión zuliana dibujaba claramente el rumbo que tomaban las personas cuando no tenían control de sí, como en el caso de los borrachos, o la dirección que seguían los acontecimientos era la fijada arbitrariamente y sin conciencia de las condiciones dadas en un momento histórico.

El Imperialismo norteamericano hace mucho que anda «to’ chareto» ejercitando una geopolítica que ya perdió su tiempo. Aquél, cuando se compraban territorios o se extendían por la fuerza las fronteras ha quedado atrás. Hoy, la defensa de la soberanía y la integridad territorial ha llevado a países conservadores como Dinamarca a negarse a convertirse en un «punto de venta » cualquiera.

Bloquear y desafiar economías tan poderosas como la de China, proscribir su tecnología y montar provocaciones en el estrecho de Ormuz, explican lo «chareto» que andan los gringos.

Echar a pelear gobiernos títeres de América Latina contra Venezuela y chantajear a cualquier país para que se unan al embargo decretado contra nosotros, dan cuenta de la incomprensión de la crisis de hegemonía que sufren actualmente.

Un presidente como Donald Trump siempre anduvo «to’ chareto», quizás no se daba cuenta, producto de su «pea».

 

Piojitos, garrapatas, zancudos y culebras

 

Parecen ser los “terroristas” del trabajo en el monte. Los que causan temor, miedo y desesperación, provocando que, gente de la ciudad se abstenga de incursionar en el medio rural y algunos montunos se obstinen y huyan del campo.

Reconozco que una “zancuada” no es nada agradable; tampoco resulta placentero llenar la piel de piojitos y garrapatas; nada que decir del terror que le tenemos a las serpientes desde los tiempos de Adán y Eva.

Sin embargo, estas “insoportables” especies animales son simples excusas para “dejar el monte botado” y migrar a la ciudad, donde otras plagas nos esperan y pudieran ser más terribles. Lo que pasa es que, la ciudad siempre ha sido atractiva y sus encantos no nos permiten ver sus defectos y frivolidades.

Todo es cuestión de valores y “todo tiene su gente” como decía mi primo Alvarito. Muchos prejuicios han sido sembrados para justificar y ampliar la oposición entre la ciudad y el campo y la desigualdad que entre ellas siempre ha existido. El trabajo montuno ha sido despreciado, devaluado, hasta el punto que hace muy poco fue igualado el salario rural y urbano. Mientras la propiedad urbana tiene indicadores especulativos, un predio agrícola “vale” muy poco.

Pero, volviendo al título escogido para esta crónica, debo recordar cómo, los viejos perijaneros y todos los campesinos zulianos soportaron con normalidad el perjuicio de insectos, serpientes y animales feroces. No fue precisamente por ellos que muchos fracasaron, se cansaron y hasta migraron. Se defendieron con “bosta de vaca”, gas kerosene y hasta con candela. Era muy censurable “soltar plumas” o manifestar ¡Horror! por los zancudos o la presencia de una culebra.

El amor por el trabajo en el campo, la sensación de libertad que provoca y la satisfacción que brinda la producción de alimentos, superaba enormemente a la perturbación de una plaga o el riesgo de una “mordida” de un Coral o Guayacán. Al verano se le temìa màs por la sequìa de los pastos que por la “piojazòn” que traìa o la “visita” de Cascabeles al “patio” del “fundo”.

Todos los muchachos de origen montuno “sacamos” garrapatas, matamos zancudos y sorteamos nidos de culebras. Tampoco era que vivíamos a la intemperie ni entre los árboles. Los caseríos y pueblos como San José y Las Piedras eran reducidos medios urbanos a prueba de plagas y “terroristas” animales.

Nunca vimos a nuestros viejos frustrarse en la construcción de “materas” por causa de esos elementos perturbadores. Sus tormentos eran otros y su pasión y arraigo eran incontenibles.

 

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

 

 

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

 

 

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