Empezando marzo el río Cogollo cogió agua ya. Los curarires se encendieron y parecen «cosples» de oro en el paisaje, los jabillos y ceibotes aún botan las últimas hojas, los brotes de paja guinea han comenzado a aparecer, se ven charcos en el camino, los nubarrones oscurrecen sus pisos y el «huevito escondido» ha regresado a los patios, los «cojones de burro» señorean en medio del pasto seco y los últimos y pequeños focos de candela se divisan en La Sierra. Cuando todo esto sucede es porque «la primavera llegó temprano».
Los viejos perijaneros, cañaderos, zulieros, mojaneros, llaneros y montunos de todo el país esperaban el retorno de las lluvias y miraban al cielo, pendientes de una nube oscura. El inclemente verano llegaba a su fin y ya las vacas llenaban entre 5 un balde apenas.
Siempre ha sido motivo de alegría la llegada «temprana» de la primavera por la bendición que traen las primeras lluvias y aguaceros del año y la perspectiva de «un año bueno». Los optimistas hacen sus proyecciones y los pesimistas guardan silencio.
Cuando los gringos comienzan a percibir el desespero social que se les avecina acuden «temprano» a controlar las pérdidas que provocan sus errores, a recuperar sus restos y a curar las heridas que ellos mismos se generaron.
Miran a Venezuela buscando traidores eficaces. Los que han conseguido son hoy «bates quebrados». Da tristeza ajena verlos en su propio infierno y con alegría recordamos a nuestros viejos cuando en sus tiempos «la primavera se metía temprano».
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!