En estos días de pandemia, que peligrosamente nos acecha, se ha puesto sobre el tapete el tema del salario. Siempre ha sido y es importante. Una polémica entre dos conocidos economistas, ambos identificados con el proceso bolivariano, ha despertado reacciones en individualidades y algunos grupos. Los camaradas que han hecho de la crítica a Nicolás Maduro y al gobierno que preside, una razón de su existir, se han dado, pues, un gran banquete. En mi opinión, esos no tienen remedio, no tienen “compón”, como solían decir mi madre y mi abuela materna. Si mañana, no es Maduro, y es otro, igual se seguirían oponiendo. Su realidad libresca, tiene para todos los gustos. Se acostumbraron tanto a ser oposición, que no se han percatado que hoy podrían ayudar a construir gobierno. Para quienes muy poco han construido alternativas concretas, con sus contadas excepciones, ahora resulta cuesta arriba dar ese salto. Lo de ellos es ser “rebeldes”, y mucho cuidado que alguien pretenda “matar esa rebeldía”. No importa que esa rebeldía, probablemente sin quererlo, sirva a fines contrarios por los que dicen luchar.
Ciertamente, el problema del salario nos afecta a todos, y nadie puede negar que el actual, como los anteriores se vuelve sal y agua, como alguien en estos días escribió, para echarle, no agua, sino más leña al fuego. Yo diría, seguro de no equivocarme, que también un hipotético aumento futuro, también se volvería “Sal y Agua”. Así lo ha demostrado lo acontecido con todos los aumentos decretados por el gobierno nacional, desde hace algunos años. Es tan así que muchos abiertamente expresan: “¿para qué aumento?”. Incluso, los que hoy protagonizan una sana confrontación, también lo han afirmado de distinta manera en recientes opiniones.
Entonces, pareciera que todos estamos de acuerdo en que el problema de fondo no es el salario, por más necesario que sea su incremento. No es esa, la esencia del asunto. El problema de fondo es el ataque a la moneda, y también eso, todos lo reconocen.
Hemos podido observar que en los últimos días el valor del dólar se ha disparado, después de haberse mantenido con relativa estabilidad. Al momento de escribir estas líneas su valor ronda los 262.000, lo que representa un incremento de 65.000 Bs/$, con respecto al valor de inicios de junio, cuando tenía un valor de 197.000 Bs. Esto representa un incremento porcentual de un 33%. Como todos saben en ambos meses, no ha habido incremento salarial alguno. Sin embargo ese incremento porcentual se ha reflejado en un aumento en los precios de todos los bienes, al estar estos referenciados por la divisa estadounidense. El poder adquisitivo disminuye paulatinamente y el salario real se deteriora día a día. Esa es una realidad inobjetable.
Es sabido que los movimientos de la divisa gringa tienen una naturaleza política. El valor, naturalmente hacia arriba, se acentúa cuando, por ejemplo, se avecinan eventos electorales, para crear un clima adverso al gobierno. Es el caso del incremento en pleno desarrollo. Pero también, cuando se acerca un posible aumento de sueldo, para mermar el poder adquisitivo del aumento que se ve venir. Eso sucedió en abril de este año, cuando se produce al final de ese mes el anuncio del ya tradicional aumento del 1 de mayo. Del día 17 al día 22 el precio del dólar pasó de 130.000 a 200.000 Bs/$, un incremento de 70.000 Bs, en apenas 5 días, que equivale a un 54%, en términos porcentuales.
Ahora, lo aquí expresado no es nada nuevo, eso lo sabe hasta el más despistado de los venezolanos. Me refiero al hecho en sí, no a las cifras mostradas. Y por supuesto, el camarada Presidente no ignora esto, como tampoco ignora las estrecheces por las que pasamos todos los asalariados. El hecho que los bonos se concedan con más frecuencia y la puntualidad en el depósito del resto de los beneficios otorgados por el carnet de la patria, es expresión de que el presidente conoce de la situación. ¿Es esa la solución? Claro que no la es, pero la suma de esos beneficios ayudan a paliar la situación. Y lo digo con conocimiento de causa, porque lo vivo en carne propia y lo palpo a diario en la situación que viven mis familiares y amigos más cercanos. Cómo si no, podría explicarse el que el pueblo haya podido resistir, y no se haya producido la “insurrección social” tan esperada por quienes nos pretenden doblegar.
Pareciera que algunos creen, por lo menos así se puede inferir, de lo que hablan y escriben, que el Presidente Maduro, es un neoliberal “convicto y confeso” y en consecuencia, un traidor del pensamiento y legado de Chávez. Si así fuera, ¿por qué Trump se obsesiona en la pretensión de sacarlo del poder, sin descartar cualquier opción de las que vociferan sus halcones? ¿Para qué Guaido o cualquier otro, si allí está Maduro? Realmente creo que algunos que dicen estar de este lado de la acera deberían reflexionar a quién beneficia determinadas posturas, asumidas en público o en círculos reducidos, que se propagan como la mala hierba, sembrando desconcierto y dudas, debilitando la unidad que hoy la patria reclama.
Nadie de los que hoy se ubican en las filas patriotas, creo que ponga en duda la adhesión al proceso bolivariano de los economistas que han estado en la palestra de la polémica referida. Desde mi óptica ambos aducen argumentos válidos y pertinentes. Y decir esto no es ejercicio alguno de conciliación. Sinceramente creo que es así. Pero también hay cosas que han sido dichas por ambos compatriotas, que a mi juicio, no merecen mi aprobación, o, por lo menos, no son exactamente verdad en toda su extensión. En cualquier país capitalista, y el nuestro no ha dejado de serlo, hay una parte del trabajo social, del cual se apropia el dueño de los medios de producción. En el caso concreto de Venezuela, al margen de que las cifras y cuentas sacadas puedan ser o no, mediana o totalmente ciertas, a nadie puede sorprender que exista una redistribución desigual en el proceso social del trabajo. Es posible que un análisis más riguroso arribe a conclusiones algo diferentes con respecto a la distribución del Producto Interno Bruto. De igual manera existiría un margen de apropiación, por parte de la burguesía, que es lo que caracteriza el modo de producción capitalista. Eso no está en discusión, en cuanto a lo que efectivamente sucede, sin entrar en cualquier otra consideración. Pero atribuir o, por lo menos insinuar, que el nivel de explotación se ha venido incrementando con la responsabilidad del gobierno, por comisión u omisión, eso es ya otra cosa. Y hay que decirlo, es esa la sensación que se desprende de la lectura de los mencionados artículos. Sin embargo, en el primero de ellos expresamente se afirma: “ES UN ASUNTO DE LA CADA VEZ MÁS DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA CONSECUENCIA DE LA HIPERINFLACCION INDUCIDA”. Se acepta, pues, que el incremento de la desigualdad es consecuencia principalmente del ataque criminal a la moneda. En el segundo y tercer artículo ya el señalamiento en cuanto a la responsabilidad del estado, no tiene disimulo alguno, cuando se afirma: “… sino que además una buena parte de ese salario se la damos al estado como IVA para que este a su vez SE LA DE A LOS EMPRESARIOS PARA QUE NOS PAGUE EL SALARIO”. Esto es una verdad a medias por, cuanto la mayoría de los artículos que el pueblo consume, en particular el pueblo de a pie, están exentos del IVA, y cuando se paga, esa “buena parte” es de un 16%.
El proceso en el cual estamos, ha sido denominado de transición al socialismo. Que tan cerca o alejados estamos del objetivo socialista, es algo sobre lo cual abundan las apreciaciones. Para algunos, ya ese camino ha sido abandonado. Pero la mayoría coincide que en ese camino andamos. En un proceso de transición complejo, afectado además por una guerra multiforme, expresada en un bloqueo y asedio permanente, que no conoce tregua alguna. Eso todos lo saben, pero algunos lo ignoran a la hora de hacer sus análisis y emitir sus conclusiones.
El Camino que nos ha tocado transitar no es nada fácil, y sobre eso alertaba con bastante frecuencia el Comandante Chávez. Es un camino de diaria construcción dialéctica, para el cual no hay recetas, ni verdades preestablecidas. El Comandante Fidel Castro dijo, palabras más, palabras menos, que uno de los errores de la Revolución Cubana es haber pensado que sabían cómo se construía el socialismo. Nuestro Comandante Eterno, a su manera, también expresó su identificación con lo dicho por su amigo y ductor político ideológico. Coincidían los Comandantes en que el socialismo es una hechura de todos los días, es un acto de construcción heroica y de invención permanente, a decir de dos precursores del socialismo indoamericano, como lo fueron Carlos Mariátegui y Simón Rodríguez. Es un camino accidentado y sinuoso, nunca una línea recta. Donde hay avances y retrocesos. Lo fundamental es que no se pierda el norte. Nadie nos puede venir a decir que es más o menos difícil, o más o menos fácil. Es difícil. Lo estamos viviendo. Pero como decía Argimiro, es el camino.
Volviendo al tema de los salarios, desde nuestra óptica, no es eso lo que se debe discutir, habida cuenta de que en estos momentos todos coinciden en que un incremento salarial es impostergable y necesario. De eso también está consciente el presidente, independientemente que los consejos que emanen desde “carmelitas” no sean a juicio de algunos los más convenientes. Entonces pensemos seriamente en una instancia multidisciplinaria de discusión e investigación permanente, que pudiera tener su réplica en los 24 estados, con un máximo de 5 puntos centrales. Sobre esos 5 puntos o menos, se podría rápidamente llegar a un acuerdo consensuado, porque hay algunos ya mencionados que son de obligatoria inclusión. En mi opinión, no deberían faltar:
1) ¿Cómo derrotar la manipulación de nuestra moneda?
2) Diseñar un mecanismo de ajuste periódico de la escala de Sueldos y Salarios
3) Análisis y propuestas para una nueva Política Tributaria
Las maneras de llegar al gobierno central seguros que las hay, y sobre todo si se comienzan a generar propuestas bien fundamentadas y viables. He allí una idea que si no es asumida con una predisposición derrotista, podría llevarnos a conclusiones tempranas.