En la víspera de la entrada del general en jefe Manuel Piar, al Panteón Nacional, es oportuno anotar o destacar valoraciones históricas que permiten hacer honor al encuentro del jefe supremo, Simón Bolívar y el general en jefe, Manuel Piar, para superar a los intrigantes que trataron y tratan de abonar de las maneras más sinuosas, ocultas y a veces con torpes relatos, aprovechando el juicio a Piar con el propósito de dividir a los patriotas hoy. Bolívar y Piar están vivos, diría un amigo mío, no solo en la memoria, también en la praxis revolucionaria.
Las preguntas necias y enconadas sobre el juicio a Piar las responde el Expediente de Manuel Piar, que se guarda en el Archivo General de la Nación y, la voluntad de la Red de Historia de Guayana, para proponer cátedras de estudio sobre estos personajes históricos para seguirlos investigando, porque bastante historia hay allí, como diría el Comandante Hugo Chávez.
La polémica ha tomado en grupos de Bolívar horas y tiras de debate, al final, el resultado es un delirium competition, por quien escriba más o menos sobre el asunto, lo que es magnífico, porque demuestra el interés sobre el tema y, sin embargo, encuentro en las relaciones epistolares de Bolívar y Piar y en sus partes de guerra, mucho material para seguir investigando esa historia donde se abren nuevas ventanas para analizar episodios de la independencia y las razones de fondo que permitieron tanto a Bolívar como Piar ser exitosos en sus campañas.
Tal como lo recopilan los Valdez Mederico en La verdad histórica de la Campaña de Guayana, con documentos primarios como el Cuaderno de Novedades, de Piar, de donde recuperamos información que en sus biografías no aparecen.
Sobre la base de estos documentos, por ejemplo, está la valoración política que hizo Manuel Piar al honrar los derechos de los pueblos indígenas de las Misiones del Caroní, destacada en varios documentos, pero uno es suficientemente preclaro, cuando emitió su Proclama a los Indios de Tupupuy y de las demás Misiones, desde el Cuartel General en Upata, el 7 de febrero de 1817:
«El gobierno español se ha acabado: la Patria esta ya libre y vosotros, que sois sus hijos primitivos debéis ser los primeros que gocéis de la libertad, de los privilegios y derechos.
Hasta ahora habéis estado sujetos al capricho de los capuchinos que, no contentos con ejercer su ministerio espiritual, os oprimían reduciéndoos a esclavos: en adelante no será así. El Ejército de la República es vuestro defensor. Nosotros os miramos como hermanos y como tales les concedemos los mismos derechos nuestros. Lo que trabajéis será para vosotros; los servicios que os hagáis se os pagarán y seréis premiados por ellos con todos los honores a que os hagáis merecedores(…)».
Un texto que como doctrina está perfectamente reflejado en nuestra Constitución y que reivindica a Manuel Piar en contenido justiciero, para lo cual el Comandante Chávez siempre fue militante de esa idea al darle justo reconocimiento a los aportes culturales de los pueblos originarios a la construcción y reconstrucción de la República Bolivariana de Venezuela.
José Rafael Núñez Tenorio lo memorizó en su libro Reencarnar El Libertador, al señalar: «La figura que simboliza, con toda su fuerza, el pensamiento soberano-popular del Libertador —aun cuando parezca paradójico— es la del indómito Piar, coronada en su exitosa gesta de San Félix, que garantizó una base de operaciones como asiento de la República”.
Pudiéramos citar centenares de textos para reivindicar las coincidencias de Bolívar y Piar como los conceptos de unidad de fuerzas, reagrupamiento de los patriotas luego de desavenencias caudillistas que se dieron en el territorio oriental bajo el fuego de los realistas, y las intrigas desde adentro y desde las páginas de la Gaceta de Caracas, o las perfectamente armadas como operaciones de contrainteligencia, cuando los realistas hacían circular documentos atribuidos a Bolívar que intentaban descalificaciones a sus generales, en el propósito de incidir y dividir las fuerzas patriotas, en lo cual fue un especialista José Domingo Díaz, quien fue asignado por Pablo Morillo para tales fines.
Crucial fue el año 1817, cuando el jefe supremo, Bolívar escribió al general en jefe, Manuel Piar, desde Barcelona, el 10 de enero: «La salvación de nuestra Patria, señor general, depende de la reunión de todas las fuerzas nuestras, diseminadas ahora y separadas por grandes distancias. Toda operación parcial, aun siendo feliz, no producirá sino ventajas efímeras y puede tener consecuencias muy funestas, siendo desgraciadas. Los españoles reúnen las suyas y es preciso oponerles fuerzas iguales”.
Son enseñanzas del pasado que hoy resultan aleccionadoras, gracias a Dios el pueblo las tiene claras y es capaz de discutirlas libremente, porque su conciencia histórica se ha elevado al grado de hacerlas doctrina en pensamiento y acción. ¡Viva Bolívar! ¡Viva Piar!