David Goldman y Henry Kissinger pertenecen a la etnia de los jázaros (https://amzn.to/2MR0PfM): el primero, uno de los más brillantes geoeconomistas del mundo, y el segundo, a sus 99 años, guste o no –pese a sus atrocidades desde Chile hasta Indochina, pasando por el mundo árabe–, el hoy máximo geoestratega viviente de EEUU, que padece en forma dramática la carencia de pensadores profundos.
Hoy Goldman es uno de los principales colaboradores de Asia Times, suele ser tajantemente sarcástico con su legendario seudónimo de Spengler, quien escudriña la reciente entrevista de Kissinger al semanario germano Der Spiegel, de corte atlantista (https://bit.ly/3BjjlW5). Doce días después, que son muchos para la caleidoscópica situación de Ucrania, el gobierno del trágico comediante jázaro de Kiev, Zelensky, hace agua tras haber decapitado a la columna vertebral de la Ucrania funcional: su fiscal general, su jefe de servicios de inteligencia, su primer vicesecretario de Seguridad Nacional/Consejo de Defensa, y su comandante de las Fuerzas de Operaciones Especiales.
Desde el punto de vista técnico, los «consejos militares» de su hijo de nueve años no le funcionan a Zelensky, a grado tal que el ya legendario reportero chileno Gonzalo Lira conjetura que en cualquier momento puede ser «desaparecido» por EEUU (https://bit.ly/3z7kZYd), lo cual parece haber interpretado el canciller ruso, Sergei Lavrov, quien comenta que el objetivo de Rusia es defenestrar al comediante jázaro de Kiev (https://bit.ly/3cFQKQD).
Kissinger aporta una debatible jerarquización entre «democracia» y «geoestrategia»: cuando la preferencia por la democracia, como «objetivo primario, lleva a un impulso misionario (sic)» que «puede resultar en otro conflicto militar como la Guerra de los 30 años». Sentencia que el «arte de gobernar» debe englobar tres cosas simultáneas: «la importancia histórica del balance del poder, la nueva importancia de la high tech y la preservación de los valores esenciales».
Sobre la similitud de Ucrania con Taiwán, Kissinger comentó: «Es una peculiaridad militar del conflicto en Ucrania que dos adversarios nucleares luchan una guerra convencional en el territorio de un tercer Estado que desde luego tiene muchas de nuestras armas [de EEUU]». Sobre el ataque de China a Taiwán, «desde el punto de vista legal, sumergirían a China y a EEUU en un conflicto directo desde el inicio». Aduce que «escalar la guerra en Ucrania a una guerra contra Rusia, mientras se mantiene una actitud hostil contra China, sería muy insensato (sic)». Se trata del eterno debate de qué tanto EEUU puede librar una guerra simultánea contra dos superpotencias, además aliadas, del tamaño de Rusia y China. A mi juicio: no puede.
Kissinger, en la notable disección hermenéutica de Goldman, comenta que «independientemente del resultado de la guerra de Ucrania», la «relación futura de Rusia con Europa debe ser esclarecida, es decir, la cuestión de que si Rusia debe permanecer como parte de la historia europea o si se convertirá en el adversario permanente en una alianza con territorios completamente diferentes». Yo más bien vislumbro una lamentable fracturación de Europa antes de que expulsen a Rusia.
Kissinger se quedó anclado en el tratado de Westfalia de 1648 que da fin a la guerra de los 30 años, como al Congreso de Viena de 1814 (https://amzn.to/3BkkmNH), como lo sintetiza en su libro Diplomacia (https://amzn.to/3OxbcQR), que, por cierto, quedó rebasado con la azorante dotación de misiles hipersónicos nucleares de Rusia, y en segundo lugar de China, que dejaron sembrado a EEUU.
El mucho más realista Goldman comenta que «Rusia ha ganado extensos territorios desde el 24 de febrero» y «parece encaminada a ganar todo el Donbás, con la cuarta parte de toda Ucrania y tres cuartas partes de su capacidad industrial», sin contar sus legendarias tierras de cultivo chernozem. Y lo que falta con la captura del puerto de Odesa que le cerraría la salida al mar al trágico comediante Zelensky
FUENTE: KontraInfo
31 de julio de 2022