Por Valdir Da Silva Bezerra
El año 2024 marcará la continuación de la lucha por el poder mundial. Por un lado, Occidente seguirá tratando de reforzar instituciones como la OTAN y el papel del G7 en la planificación económica internacional, mientras que iniciativas políticas como los BRICS y el G20 prometen luchar por una mayor representación de las potencias emergentes.
Empecemos por Occidente. Liderada por Estados Unidos, se espera que la OTAN aumente su cooperación con los países del Indo-Pacífico en 2024, impulsando la dinámica de globalización de la Alianza Atlántica, en oposición a Rusia y China en el continente asiático.
Ante esta situación, Washington tendrá que esforzarse por cooptar a la India en el marco del QUAD (Diálogo Cuadrilateral de Seguridad con Australia, la India y Japón) para oponerse a la creciente influencia de China a nivel regional.
Sin embargo, la India de Narendra Modi, como una de las grandes potencias del sistema internacional, ha mostrado un relativo grado de autonomía estratégica, al mantener relaciones amistosas con Rusia, a pesar del disgusto de Washington.
No obstante, en 2024 Washington luchará por mantener su dominio internacional precisamente a través de iniciativas minilaterales (como el QUAD) y multilaterales (como el G7) para alcanzar sus objetivos estratégicos en el mundo.
Entre otras cosas, esta política de la Casa Blanca promete aumentar la inestabilidad regional en distintos continentes, antagonizando con países como China (en Asia), Rusia (en Europa), Venezuela (en América Latina) e Irán (en Oriente Medio).
En Asia, Estados Unidos utilizará sus bases militares en países como Japón, Corea del Sur y Tailandia para vigilar las actividades de Pekín en el mar del Sur de China. En Europa del Este, continuarán los paquetes de apoyo militar y financiero a Ucrania para financiar el esfuerzo bélico de Occidente contra Rusia hasta el «último ucraniano».
En Oriente Medio, con las tropas israelíes invadiendo la Franja de Gaza, los estadounidenses seguirán apoyando a Israel en sus operaciones, aunque aumenten la tensión y la inestabilidad en Oriente Medio.
Con una agenda fijada para supuestamente combatir a Hamás en Gaza, el aumento del número de muertos palestinos en la región tiende a empeorar la reputación de Israel a los ojos del sur global, al socavar la retórica estadounidense y occidental en defensa de la democracia y los derechos humanos.
Tras los acontecimientos mencionados, grupos como los BRICS, la Organización de Cooperación Islámica y los Estados árabes presionarán para lograr una resolución pacífica del conflicto, basada en la diplomacia y el respeto del Derecho internacional y de la integridad de la población palestina de Gaza.
Además, independientemente de que el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, gane o no las próximas elecciones presidenciales, Washington seguirá utilizando la dependencia de varios Estados clave de todo el mundo de su paraguas nuclear y militar para chantajear a sus aliados políticos, ya sea en Europa o en Asia.
Siguiendo con el tema de las elecciones, se espera que el actual mandatario ruso, Vladímir Putin, gane otras elecciones en marzo de 2024, lo que confirmaría que seguirá al frente del país hasta 2030.
Mientras tanto, la cooperación militar, económica y geoestratégica de Rusia con China promete fortalecerse aún más en 2024, especialmente en vista de la dura política de sanciones de Occidente contra Moscú como resultado de la operación militar especial. En vista de esta asociación chino-rusa, Occidente se esforzará en el seno de la OTAN y del G7 por socavar la cooperación entre ambos países con el fin de mantener su supremacía internacional.
Para ello, se espera que tanto Washington como los países europeos sigan fomentando su guerra por poderes contra Rusia en Ucrania y, posiblemente, contra la propia China en un futuro próximo, utilizando las tensiones políticas en torno a Taiwán.
En resumen, los estadounidenses actuarán en 2024 para coaccionar a sus socios occidentales para que den prioridad no a sus objetivos nacionales, sino a los objetivos de política exterior definidos y formulados en Washington.
En el continente euroasiático, sin embargo, China sigue aumentando su influencia regional a través de su nueva Ruta de la Seda, continuando sus inversiones y el desarrollo de infraestructuras de transporte en varios países del continente, desde Asia Central hasta Europa
Teniendo en cuenta estas realidades, la presidencia brasileña del G20 en 2024 deberá promover un conjunto de herramientas políticas, económicas y financieras destinadas a compensar el peso de las políticas erráticas de los países occidentales representados por el G7, lo que promete una mayor participación de las potencias emergentes en la planificación de acciones destinadas a un desarrollo global más justo e inclusivo.
El año 2024, en definitiva, marcará un nuevo equilibrio de poder en la política internacional, en un entorno de enfrentamiento cada vez más evidente entre las dos superpotencias del siglo XXI, Estados Unidos y China.
Mientras tanto, Europa será incapaz de posicionarse de forma autónoma, dada su sumisión a los designios de Washington sobre el continente, que implican sacrificar las economías y el bienestar de los europeos en favor del debilitamiento de Rusia.
Dentro de este contexto, la tendencia es que a Occidente le resultará cada vez más difícil mantener su posición de primacía en el sistema, especialmente dada la firme oposición de países importantes como Rusia, China, Irán y otros países que integran tanto a los BRICS como al G20.
Al final, en 2024, cambia el calendario, pero la lucha por el poder mundial sigue tan viva como siempre. Una lucha marcada por potencias en declive que se aferran a un mundo que ya no existe y potencias en ascenso que anuncian la llegada de un nuevo mundo por venir.
FUENTE SPUTNIK
2 enero, 2024