"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

CELAC: Petro Insta a Reorganizar la Confederación de la Gran Colombia como Solución Regional Frente a los Ataques Estadounidenses

Diana Carolina Alfonso/Diario Red 09/11/25

En Santa Marta, se llevó a cabo la apertura de la III Cumbre Social de los Pueblos de América Latina y el Caribe, en el marco de la IV Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea. Esta última reúne a representantes de los 33 países miembros de la CELAC y de los 27 Estados que conforman la Unión Europea, así como a los presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión Europea.

De manera paralela, se realizó el Encuentro de las Culturas, las Artes y los Saberes: el deber moral de imaginar un futuro – Manifiestos desde Colombia, un espacio dedicado al diálogo cultural y creativo.

Origen y objetivos de la CELAC

La CELAC se fundó oficialmente el 3 de diciembre de 2011 durante una cumbre celebrada en Caracas, como resultado del esfuerzo de las naciones latinoamericanas y caribeñas por consolidar un bloque propio tras el fracaso del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsado por el presidente estadounidense George W. Bush en 2005.

La cumbre, que se desarrolla entre el 9 y el 10 de noviembre, busca fortalecer la unidad y la integración política, económica, social y cultural de la región; promover el bienestar y la calidad de vida de los pueblos; estimular el crecimiento económico sostenible y consolidar un desarrollo independiente basado en la democracia, la equidad y la justicia social.

Se trata de una de las principales iniciativas sociales y geopolíticas que responden a la urgencia de la defensa territorial y extraterritorial, tanto del Gran Caribe como del Pacífico continental.

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Santa Marta: frontera antiimperial

El discurso de apertura de la Cumbre de los Pueblos se centró en la convergencia entre justicia social, soberanía latinoamericana y defensa de la vida frente a la codicia del capital.

El presidente Gustavo Petro expresó con firmeza: “Mentiroso Trump y sus amigos. Mentiroso, señor Rubio. Lo que están matando no son narcotraficantes. Los verdaderos narcotraficantes han ido, a través de sus políticos, a las oficinas en Miami a hablar con los senadores del señor Rubio, a pedir que también aquí bombardeen, que también aquí intenten sacar al presidente de la República elegido por voto popular, para humillarnos. Pero Colombia no se deja humillar, porque esta también es la patria del libertador Bolívar”.

Petro presentó una visión de América Latina frente a la disyuntiva global entre la acumulación del capital y la preservación de la vida. Desde Santa Marta, afirmó que los pueblos del sur viven “días que estremecen al mundo” y que genocidios como el de Gaza reflejan una crisis civilizatoria sostenida por un sistema económico que privilegia la ganancia sobre la existencia humana.

El mandatario denunció el papel de la OTAN y de Estados Unidos como arquitectos de un orden mundial basado en la guerra y la explotación, y cuestionó la subordinación de Colombia a esos intereses mediante la compra de armas y la dependencia energética.

Lo que están matando no son narcotraficantes. Los verdaderos narcotraficantes han ido, a través de sus políticos, a las oficinas en Miami a hablar con los senadores del señor Rubio, a pedir que también aquí bombardeen, que también aquí intenten sacar al presidente de la República elegido por voto popular, para humillarnos.

En ese contexto, vinculó la tragedia palestina con los problemas estructurales del país, evocando episodios como la masacre de las bananeras y el exterminio de la Unión Patriótica, que definió como expresiones locales del mismo poder global que hoy bombardea a los pueblos pobres:

“Entonces se cometió el crimen contra la Flotilla de la Libertad en el mar Mediterráneo —el lugar donde nació por primera vez la palabra ‘democracia’ y donde yace la fosa común más grande del planeta, en el fondo del mar, con los cuerpos de migrantes, árabes y personas de piel negra que intentaban escapar de las sequías, de África, del Medio Oriente y de las guerras de invasión por el petróleo—, también allí se cometió el crimen de detener la Flotilla, y el mundo humano estalló contra los gobiernos cómplices del genocidio”.

Petro llamó a reconstruir la unidad latinoamericana y caribeña retomando el sueño bolivariano de la Gran Colombia. Propuso que la integración suramericana no dependa de los gobiernos, sino de la voluntad de los pueblos, fundándose en la defensa de la vida, la justicia social y la soberanía frente a las presiones externas.

El Caribe fue presentado como el corazón simbólico de esa resistencia: un territorio que ha enfrentado siglos de saqueo pero también de rebeldía, desde la revolución haitiana hasta las luchas contemporáneas.

La venganza de itzcuauhtli

El discurso culminó con una advertencia dirigida a Washington, evocando una antigua profecía mexica: si el águila dorada (itzcuauhtli) ataca al cóndor, despertará el jaguar dormido en los pueblos de América. Con esta imagen, Petro sintetizó su llamado a un despertar colectivo del sur global frente a la agresión imperial, en una rebelión no armada, sino civilizatoria, en la que la humanidad debe elegir entre servir a la codicia o apostar por la vida.

Frente a la crisis de las instituciones multilaterales, Petro propuso la reconfiguración del programa unitario de la Gran Colombia:

“Todos los pueblos siempre han luchado por su libertad. ¿No es acaso el momento de hablar nuevamente de la Gran Colombia? La respuesta que merecería un acto tan déspota, arbitrario y grosero, dirigido contra presidentes y pueblos de Latinoamérica, y especialmente los asesinatos reales contra gente humilde y trabajadora del Caribe, debería ser nuestra propia unión. ¿No deberíamos repensar esto? Aquí se ha hablado de constituyentes, y ¿por qué no organizamos, a través de las bases mismas de la sociedad y sin pedir permiso, comités de constituyentes en los países que formaron la Gran Colombia?

¿La salida depende hoy de acuerdos entre estados y gobiernos, o acaso estamos dejando atrás la era del Estado-nación que generó el capital? ¿No será que estamos ante una crisis de las Naciones Unidas, incapaz de construir un ejército que detenga un genocidio?

¿Por qué esperar a que un presidente quiera o a que las circunstancias políticas lo permitan, si el poder constituyente es el poder del pueblo, no de los gobiernos? Este aglutinamiento regional podría intentar reformar las constituciones de cada país con un mandato que cree la Confederación de la Gran Colombia, para unir de nuevo el sueño bolivariano y ser poderosos. ¿No podría ser esta una solución a los actuales problemas políticos internos?

Y me pregunto, extendiéndome hacia la humanidad misma: ¿la salida depende hoy de acuerdos entre estados y gobiernos, o acaso estamos dejando atrás la era del Estado-nación que generó el capital? ¿No será que estamos ante una crisis de las Naciones Unidas, incapaz de construir un ejército que detenga un genocidio? ¿No muestra esta impotencia en lConfederación de Estados que debemos pasar a otra etapa, en la que la humanidad misma se junte y actúe como un solo cuerpo capaz de aniquilar el poder de la codicia y plantar la bandera —ojalá azul y roja, o amarilla, azul y roja— en estos espacios como símbolo de la vida?”.

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