Después de cinco décadas de políticas económicas ortodoxas, y de una década de políticas monetarias fuertemente expansivas o de rondas consecutivas de flexibilización cuantitativas aplicadas por la banca central del G7, que aseguran posponer el desenlace de una Gran Depresión Económica, el sistema mundo capitalista está topado con el hecho real de que la liquidez de más de 20 billones de dólares suministrados a las finanzas mundiales; masa dineraria que se disolvió en la búsqueda de una rentabilidad financiera y por la persistencia de la caída de la tasa de ganancia o del lucro que tiene por fuente el ámbito de la producción. De este modo:
Una jugada financiera al azar para cerrar las críticas y cruciales grietas del sistema mundo capitalista, es desde 2008-2010 un desatino; ante tal despropósito, la resolución liquidacionista de la crisis capitalista está vivita y coleando.
Las gaseosas políticas monetarias expansivas, que convierten la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, y a la banca central de Inglaterra y Japón, en los centros planificadores de la economía mundo capitalista y de diseminación de los recetarios neoliberales, aumentaron el vértigo de la crisis, a partir del 2008-2010: los misiles monetaristas, las políticas de austeridad y la privatización de los bienes comunes, no eran más que indicadores del límite cero del capitalismo y de la hecatombe de una política monetaria mellada. Entonces, lo que es de suyo.
Habría que asumir, que ya el tiempo de la andanada de malabarismo (algunos, dizque y que son radicales) que triangulan el esquema de la oferta y la demanda para pensar el actual atolladero del capitalismo; y sin basuritas ideológicas, hacerse cargo de sus antagonismos sociales y de los atolladeros de la economía real.
El test del coronavirus requiere de mirar no más allá, sino al margen de la teoría económica ortodoxa y del monetarismo. Entonces, no se puede eludir, que
- El Covid-19 da lugar al relato liviano y facilón de un cisne negro o un imprevisto que muestra la carencia de un idóneo sistema de salud pública. Es decir, a una visión meramente “sanitarista” de la crisis.
- La pandemia es percibida por las derechas como una ocasión para avanzar una política de economía de guerra (keynesiana u ortodoxa), esto es, desde una versión astuta, que al igual de los programas de flexibilización cuantitativa pudiese correr la arruga de la crisis capitalista.
- Si la arruga se corriese, entonces tendríamos un modo de vida regulado por una crisis económica quizás sin fin y por los dispositivos de la vida nuda o por un poder “más allá del cual no pueden proseguir, si no es a riesgo de una catástrofe biopolítica sin precedentes”.
El punto de inflexión del 2020, podemos pensarlo, radicalmente, si:
- Visualizamos el impacto del Covid-19, desde el mal de la prolongada recesión económica y de la fractura del sistema mundo capitalista del 2008-2010: con base de la acumulación de críticas como cruciales realidades económicas y la sobresaturación de antagonismos sociales.
- Percibimos que la crisis estructural y sincrónica del capitalismo, se ha tornado también transversal, esto es: ha evaporado los enfoques basados desde la oferta o desde la demanda, y también de la vana síntesis entre ambos, para dar cuenta del límite cero del capitalismo. Está en crisis todo el sistema operativo del sistema mundo capitalista.
- Asumimos que el efectivo desplazamiento de las políticas económicas ortodoxas y del monetarismo son un alcance de la luchas de las de los pueblos; en términos de Mario Tronti, tal hecho será un acontecimiento radical, si las luchas contra el capital se posicionan en la sociedades. Sin esa mutación, persistirá el dominio de la política monetaria mellada y los malabarismos economicistas que resultan de correlacionar oferta y demanda.
- Además de enfatizar la crisis del pensamiento económico dominante, son presentadas alternativas de sociedades y de políticas económicas fundamentadas directamente en los combates para reestructurar en diversos orden y escala el modo de vida a lo capitalista y así desaparecer los capitalismos que llevamos por dentro.
- Bien, quizás sea cierto que los amos del capital hayan sido tentado por la ilusión de enriquecerse durmiendo, lo que realmente cuenta es el fetiche de la masa dineraria, ese particular impacto del capital ficticio enclavado en la lógica capitalista, véase al Marx de la “Escisión de la ganancia en interés y la ganancia empresarial. El capital que devenga interés”: MARX (1981), El Capital, Siglo XXI Editores, México, pp. 413-598).
Los cinco requisitos antes presentados, más que un alerta son una toma de partido ante los intentos de conjurar el auto revolcón de la política ortodoxa-monetarista, que el atolladero que el Covid-19 nos muestra con extrema violencia. Dado ese contundente barajo, asistimos a una desarticulación, quizás definitiva, del pensamiento económico del G7, el G20, el FMI y la OCDE. Los gurús ortodoxos-monetaristas admiten:
- Justificado un cambio de mentalidad porque su “ciencia” oficial no está dotada de la capacidad para avanzar un proceso de reestructura de la economía mundo capitalista.
- Admisible el empleo de las políticas económicas expansivas, a cargo del Estado. Esto es, de aumento del gasto público. ¿Será un adiós ortodoxo a los déficits fiscales cero y las bajas tasas de inflación, dada la creación de cantidades ingentes o inmensas de dinero nuevo por el Estado?
- Que el Estado proteja a los ciudadanos y sea el motor económico porque los capitales privados no pueden asumir esa responsabilidad.
Tales admisiones son el testimonio fraudulento de los hacederos y consumidores de la economía de libre mercado lo más libre posible, enunciaciones imprecisas e inestables que del desbarajuste sin precedentes del credo ortodoxo-monetarista:
Las cuatro décadas de abandono de toda lógica de reproducción socio-reproductiva del 90% de la población mundial y por tanto, la eficacia de la agudización de las desigualdades sociales y de la explotación del trabajo, por aquello privilegiar que es menester compensar o contrarrestar la caída de la tasa de ganancia o del lucro de los capitales invertidos en el ámbito de la economía real; de destrucción y negación del derecho a la salud como de la educación pública y de masificación del trabajo precarizado: significan la demostración empírica de que los Estados capturados por las oligarquías neoliberales, son formas de gobernabilidad que aplastan lo público y lo común a punta del salvataje de las corporaciones transnacionales y financieras, que los amos del capital presumen demasiado esenciales para quebrar, (Véase en Red Angostura, la barbarie de expuesta por Alba Sidera en Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar, “El área de Italia más devastada por la Covid-19 es un gran polo industrial. No se declaró nunca zona roja debido a las presiones de los empresarios…”).
Entonces, habría que decir, al margen de los rituales ideológicos neoliberales y de la trampa de los enfoques que circulan entre la demanda y la oferta, que el test de la pandemia exige de abandonar el dilema entre “el papel activo al Estado y uno más limitado”: si del capitalismo se trata, la centralidad del Estado es irremplazable o insustituible, salvo que sea dominante esa versión, hasta marginal en los centros del poder del capital, eso que llaman anarcocapitalismo. Por tanto, enfatizamos, lo que ya sabemos:
“…los aparatos estatales económicos y sus medios de intervención no son neutrales, sino que están integrados en el movimiento del capital y constituyen un campo de conflictos entre diferentes intereses. Esto Significa que la intervención del Estado tiene limitaciones inherentes para garantizar las condiciones para la acumulación del capital y está siempre sujeta a la influencia inevitable de diferentes luchas de clases y democrático-populares…” (JESSOP Bop, Teorías recientes sobre el estado capitalista)
Efectivamente, el test de la pandemia del Covid-19 puede dar lugar a una política de gasto público expansivo para conjurar la posibilidad de una desarticulación masiva e intensiva de las operaciones del sistema mundo capitalista y por tanto del G7 como del G20. En ese caso, las luchas de clases en esa situación concreta decidirá si la intervención económica desde el Estado más que del Estado tiene la finalidad de salvar al 10% de la población mundial, tal cual acontece sobre todo a partir del 2008-2010 o el campo popular, democrático y radical tienen el alcance de emplazar una correlación de fuerzas que determine una “trama de trama de contrapoderes, que desplace el reforzamiento de la captura del Estado por el capital, sustituya tal dominio y emplace el poder del trabajo y de lo común o colectivo.