Oscuros intereses continúan martirizando al hermano pueblo colombiano. Iván Duque imprime su propio sello a la forma de «volver trizas» el Acuerdo de Paz. Ya no solo cumple la orientación que recibió públicamente -al principio de su mandato- por parte de la derecha fascista en boca de Londoño Hoyos –un corrupto exministro narcouribista- que lo conminó a desconocer las cláusulas del acuerdo. Ahora Duque avanzó más, pasó al asesinato de los propios firmantes de la paz. Es la información que llega desde el vecino país, y, por supuesto, que no es la información maquillada -o deformada- por el aparataje mediático de la oligarquía colombiana.
El día 29 de julio se posicionó en las redes sociales la etiqueta #DuquePareElGenocidio: un grito a un mundo que se hace el sordo ante la tragedia colombiana. Se pueden contar por miles los asesinados en los últimos tres años. La vieja práctica de las masacres no para. A diario se producen asesinatos sistemáticos de líderes sociales y de excombatientes, pero esa mediática los presenta como “casos aislados” producto de vendettas.
A tal desgracia se suma el brutal crecimiento exponencial de la covid-19 -que también ha cobrado miles de vidas- debido al mal manejo y colapso del sistema de salud en manos de Duque, pero no menos estragos hace también en los colombianos el desempleo creciente, la economía desacelerada, entre los muchos problemas sociales acumulados, en medio de un proceso de pérdida total de la independencia y la soberanía en un país ocupado por imperialismo norteamericano, que lo utiliza para agredir a los pueblos de Nuestra América, en particular a Venezuela, y con lo que se consolida y amplía en territorio neogranadino el negocio yanqui del narcotráfico.
El Proceso de Paz firmado en Cuba fue el producto de una negociación y unos compromisos –el Gobierno venezolano sirvió de acompañante por petición formal del estado colombiano, como acto de buena fe para buscar poner fin al largo y sangriento conflicto- como cuestión esencial. La primera violación fue tratar de imponerle a las FARC una renegociación después de lo firmado, la cual fue aceptada bajo la consideración de salvar el Proceso.
El gobierno de Duque ni siquiera ha cumplido un solo aspecto sustantivo de los que quedaron del Acuerdo. Nada de cuestión agraria, reforma política, desmantelamiento del paramilitarismo, participación de la sociedad, sobre el acuerdo étnico, sustitución de cultivos, -por nombrar los más resaltantes- que pudieron haber ayudado en aquel momento a reconstruir, en algo, la esperanza del sufrido pueblo colombiano.
En Colombia es largo el historial criminal de lo que se conoce como “Doctrina de la Seguridad Nacional”, la del “enemigo interno” con la que se justifica el terrorismo de Estado puro y duro, con el cual Duque reedita, hoy, los capítulos más terribles del exterminio de la Unión Patriótica.