Indiscutiblemente, uno de los ámbitos en los que la pandemia Covid-19 está remodelando el mundo es el económico. Es este quizá el mayor nudo crítico que deja la crisis sanitaria y sus formas de “normalidad” como factor que acompañará a las subsecuentes crisis de gobernanza en todo el mundo.
El escenario al corto plazo sigue siendo incierto. En abril pasado y antes de que la crisis escalara a los niveles actuales con más de 9 millones de contagios confirmados en el mundo, la Organización Mundial del Comercio (OMC) estableció la previsión de que el comercio mundial retrocediera entre un 13 y un 32% en 2020.
Para el momento, la organización refirió que la crisis sería superior a la de 2008 y 2009, pero que recuperaría su ritmo en 2021.
Sin embargo, la nueva “normalidad” económica mundial impuesta por la pandemia tiene el concomitante de que cada vez las previsiones están más en desfase acorde al desarrollo de los eventos. Ya la previsión de una recuperación económica similar a los niveles previos a la pandemia ha quedado atrás y en el año 2021 la economía global seguirá lidiando los espasmos de esta coyuntura.
Un informe del Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés) titulado “Perspectivas de la competitividad” ha presentado una evaluación del impacto de la pandemia en el comercio mundial en 2020, incluidas las pequeñas y medianas empresas. Acorde al estudio, la economía mundial perdió al menos unos 126 mil millones de dólares en 2020 debido a la interrupción global de las cadenas de suministro en EEUU, la UE y China a causa del virus.
Esto ha tenido lugar luego de las interrupciones parciales y temporales en las cadenas de valor en dichos países a causa de las restricciones por cuarentenas. El ITC destaca que “en conjunto, esos países representan el 63% de las importaciones mundiales y el 64% de las exportaciones de las cadenas de producción y venta”.
Los problemas con la producción y el suministro de bienes también afectaron negativamente a los países en desarrollo, especialmente a los exportadores de materias primas en África, Latinoamérica y el Sudeste Asiático. Es sabido el impacto que la crisis ha tenido en el sector energético que, aunque se encuentra en una etapa de estabilidad por el momento, no queda exento a las contradicciones de la turbulencia económica en vigor.
Adicionalmente, el impacto de la crisis según el ITC está afectando a los más pequeños del espectro económico mundial. Señalan que en los primeros meses, más del 55% de todas las pequeñas y medianas empresas se vieron gravemente afectadas por la pandemia. Dos tercios de las micro y pequeñas empresas reconocen que la crisis afectó fuertemente sus operaciones comerciales, mientras solo el 40% de las empresas más grandes han señalado verse afectadas.
Quedan expuestas con ello las asimetrías persistentes en el sistema económico.
“El Gran Reinicio” y la nueva estrategia de reacomodo del gran capital
El Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, prevé organizar su cumbre de 2021 acorde a una premisa que han denominado “The Great Reset” o “El Gran Reinicio”, donde desarrollarán las nuevas directrices sobrevenidas por la pandemia y el estado de la economía mundial.
Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, ha dejado claras las líneas que van a caracterizar a este reformado sistema económico, basado en “construir de manera conjunta y urgente las bases de nuestro sistema económico y social para un futuro más justo, sostenible y resistente”.
La orientación “progresista” de Davos en 2021 no es una novedad, si se sopesa desde el engranaje del “capitalismo verde” y los paradigmas de sostenibilidad y equidad que han caracterizado a las formas políticas socialdemócratas, especialmente en Europa, en las últimas décadas. Formas de organización económica que, debemos entender, han sido reformulaciones del “rostro humano” del capitalismo y sus mecanismos para rentabilizarlo política y económicamente.
Evidentemente, desde Davos el planteamiento de fondo será establecer una hoja de ruta frente a un desgaste de la globalización y el liberalismo económico tal como lo hemos conocido, de cara a las grandes conmociones económicas que han quedado expuestas con la pandemia y que seguirán acentuándose.
Vale mencionar, entre ellas, la alta dependencia del outsourcing centralizado en China, las relaciones comerciales sobre las materias primas ubicadas en los países en vías de desarrollo, la indiscutida huella de carbono o impacto ambiental rubricado por el sistema económico y las grandes convulsiones sociales por un mundo cada vez más desigual.
O como lo han dicho las vocerías del Foro: “La crisis de salud mundial ha dejado al descubierto rupturas de larga data en nuestras economías y sociedades, y ha creado una crisis social que requiere urgentemente empleos decentes y significativos”.
Las líneas centrales de la “nueva” arquitectura económica y financiera que prevén pasarán por transformar la actual estructura en la cadenas de valor, que no es otra cosa que prescindir de las inercias vigentes en el modelo de gran escala industrial, para reenfocarlo en los países hegemónicos tradicionales.
El ahora pretendido desmembramiento de la globalización, como la hemos conocido, parte de la estrategia multisectorial de detener el avance de China y prescindir de su cada vez más relevante presencia económica.
De ahí que es indispensable entender al “nuevo” Davos como una intencionalidad institucional para la ruptura de las gravitaciones comerciales vigentes, a una usanza “progre”, pero que van encaminadas en la misma estrategia planteada por la Administración Trump de contener el inminente liderazgo chino en el orbe.
El nuevo “contrato social” mundial
Otro punto esencial pretendido por el Foro Económico Mundial queda claro mediante su vocería.
“Es necesario un gran reinicio para construir un nuevo contrato social que honre la dignidad de cada ser humano”, agregó Schwab. “La crisis de salud global ha dejado al descubierto la insostenibilidad de nuestro antiguo sistema en términos de cohesión social, la falta de igualdad de oportunidades e inclusividad”, agregó.
Despojando esta frase de toda jerga proto-izquierdosa en la visión de “nuevo contrato” de Schwab, vale decir que dicha frase también fue referida hace poco por uno de los más grandes articuladores del capitalismo y las relaciones políticas mundiales como las conocemos: Henry Kissinger, quien brillantemente expuso en un artículo cómo el ordenamiento hegemónico tradicional debía sostenerse mediante la formulación de un nuevo “contrato”.
Frente a una debacle económica y socioambiental en ciernes, y de cara a una creciente crisis de la gobernabilidad mundial signada por la excepcionalidad, Kissinger explicó el mundo que está surgiendo con la pandemia.
“La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas. Un retroceso mundial del equilibrio entre el poder y la legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional”, escribe el diplomático estadounidense.
Kissinger acudió al liberalismo originario para sugerir textualmente que “en el Nuevo Orden Mundial” post-coronavirus deberán tenerse en cuenta los “principios liberales de la Ilustración”, en un nuevo contrato social que recupere el equilibrio entre el poder y la legitimidad.
Parece que Kissinger, lejos de estar en cualquier desfase por su avanzada edad, sigue modulando y pensando la continuidad del modelo económico centrípeto que colocó al mundo actual en sus inercias y asimetrías. Las viejas potencias tradicionales se resisten a dejar de serlo y por ello han decretado el fin de la globalización como la conocemos para ir a un “nuevo” esquema de sostenibilidad de las viejas relaciones de capital.
Una completa treta ideológica para encubrir el más claro pragmatismo geopolítico.
La pretendida gestión de la debacle
Frente a la continuidad de las oleadas de la pandemia, tendrá lugar un inminente crash económico hoy en ciernes, el debilitamiento de las cadenas de bienes y servicios y la caída del valor neto de la producción real en los países occidentales, acorde a datos de la OMC.
Lo que se avecina al cabo de este 2020 y durante 2021 es la crisis de gobernanza y el regreso a los países “amurallados”, como los llama Kissinger.
De ahí que las élites tradicionales cobrarán el costo de la economía post-pandemia reformulándola en detrimento a los emergentes, especialmente aquellos del BRICS y particularmente China, la cual sufrirá los espasmos de un nuevo contexto económico en el que pretenderán relegarla.
Aunque esa disputa parece hoy sólo una guerra comercial con los estadounidenses, el nuevo “contrato social” neoliberal con tintes progres que emergerá de Davos se traducirá, en el hecho, en la construcción de economías más ensimismadas con cadenas de valor endógenas, dando al traste con la cacareada “competitividad” y “conectividad global” que se impuso en el discurso dominante.
El mundo económico post-pandemia resumirá todas las contradicciones entre la política y la economía, o lo que sería un nuevo espacio de choque de las placas tectónicas del mundo, en un marco de abierta turbulencia. La palabra “crisis” será su denominador y ha detonado escalando a una pugna para repensar y revitalizar el modelo.