Eso era Jacobo Penzo, un poeta con una cámara. Coincidimos en la UCV, en la transición de la vieja escuela de periodismo a la de comunicación. Activistas de la renovación, una noche nos reuníamos en casa de los profesores Chela Vargas y J.R. Núñez Tenorio; otra, en la de Pedro Duno, y así. El allanamiento militar de Caldera I nos sorprendió con los morrales llenos de guiones de cine, poemarios inéditos, borradores narrativos, canciones y sueños. Héctor Mujica dirigía la escuela, no estaba de acuerdo con nuestras proposiciones, pero nos animaba a luchar por ellas y nos facilitaba locales, tinta, papel y multígrafos, en los que sacábamos volantes contra el director. Jacobo filmaba eso sueños. Antier se terció su cámara y se fue por ahí. Nadie filmó esta lágrima.