Era el mes más esperado del año, por muchas razones.
Crecimos con la costumbre de hacer cosas que solo se hacían en diciembre, tanto los muchachos como los viejos y “vaquetones”, hembras y varones, ricos y pobres, montunos y “placeros”, propios y “porallaeros”, ganaderos y “ganaeros”, músicos, comerciantes y “toderos”. Catanejeros, Piedreros, Villeros, Machiqueros. Aquí en el Zulia y toda Venezuela.
La época dicembrina reunía oportunidades y manifestaciones espirituales que solo se veían en esa época del año, y todavía sigue siendo así. Era un mes de alegrías, esperanzas y nostalgias, tiempo de reflexión, reencuentro y reimpulso. La proximidad del fin de año y el comienzo de uno nuevo conectaban la tristeza con la risa, el fracaso con el augurio, lo viejo con lo nuevo, lo perdido con lo propuesto.
Sobre las sabanas perijaneras comenzaba el viento seco del “verano”. Las “despedidas de agua” hacían recordar los aguaceros de octubre, que llenaron de semillas los “pajonales” y de “bruscas” los yucales y maizales. Los cochinos estaban ya gordos, las vacas “apoyadas” y muchos “mautos” alcanzaban los 300 kilos. Caminos y trochas comenzaban a despejarse, los “muros” ya no se reventarían, volveríamos a los jagüeyes, se podía “entrar” al Santa Ana y las guacharacas cantarían más fuerte. Aún no llegaba la candela y los potreros mantendrían su verdor hasta enero.
Cuando se aproximaba diciembre, nos preparábamos para «curtir» por el monte, esperábamos el receso del colegio, la “escuelita paga” o el liceo y el pronto regreso de quienes estudiaban “internados” en otros lugares. Éstos seguramente vendrían “fafareando” y hablando de “tú y mira”, criticábamos. Las misas de aguinaldo que “el año pasado estuvieron buenas”, ahora serían mejores. A pesar de que, en enero estaremos más cerca del Sol, el “friíto mañanero” ya empezaba y las gaitas tenían ya tiempo sonando en emisoras de radio, en los tacadiscos o «picós».
Pronto sacaré los cohetes y «tumbaranchos», buscaremos las hojas de «bijao», haremos pesebres, “arbolitos” y el 31 “la abrazaré a ella primero”, después de mi madre, calculábamos.
Así como en Maracaibo, por estos días “olía a navidad” y soñábamos con lo que el Niño Jesús nos iba a “poner”: Quizás una tambora, unos patines o un carrito me pondría debajo de la hamaca. De la “muda de ropa” nueva se encargaría papá, pensábamos también, mientras las muchachas soñaban con una muñeca nueva. Estos días previos eran de “limpiar patios y zapatos”, para andar “lochúos” en los días navideños.
La sola proximidad de diciembre, impregnaba a Perijá y a todo el país de un aire de optimismo y expectativas que debemos rescatar hoy.
¡Arronza!. ¡Que venga de nuevo la Pascua, con San Benito, procesión, gaitas, hallacas y retorno!
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!