Esta simple, elemental, recurrente e intuitiva frase popular ha servido para buscar el dinero donde sea, como sea, cuando sea y de manos de quien sea.

Pudiera resultar inocua sino fuera refugio de facilistas, oportunistas y malvivientes. Contiene una filosofía barata con la que se ha intentado justificar la realización de cualquier fechoría fuera de la casa, es decir, «en la calle».

Se trata de una expresión urbana pues, los habitantes de los medios rurales focalizan la riqueza material en predios productivos en los cuales se explotan rubros agrícolas o pecuarios que son objeto de comercio. Más bien, los campesinos piensan que es «en la calle» donde «los cobres» se gastan y no donde se obtienen.

El empleo desorbitado de este muy conocido adagio ha incitado a una conducta inmoral, antiética y sin control, que no estimula el trabajo honrado sino la viveza y astucia mal conducidas. Nuestros viejos montunos no cometieron el pecado de estimularnos con tan peligrosa y desatinada máxima de experiencia.

Si «los cobres están en la calle» no es porque sean «res nullius» o «cosa de nadie» y buscarlos tenga que llevarnos a un desenfreno egoísta que no observa de donde provienen y la licitud que se requiere para conseguirlos. Hasta ahora, esta sentencia inmotivada parece superar cualquier barrera que intente limitarla.

Robar dineros públicos, traficar con drogas, contrabandear combustible, extorsionar, enriquecerse con las necesidades de nuestros semejantes, integrar mafias u organizarse para delinquir es reprochable desde todo punto de vista. Más aún, si quienes incurren en ello acompañan o dicen representar a los que daríamos la vida por borrar de la mentalidad popular a tan pobre y poco inteligente frase que ha servido de pretexto a muchos para satisfacer sin principios su ambición.

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!