Los medios no hacen el amor, no comen, no piensan, no agreden… Son herramientas más o menos sofisticadas creadas para la difusión de información cónsona con determinados intereses. No son los medios quienes atacan a Venezuela o a Rusia, son las élites económicas y gubernamentales, que se hallan detrás de ellos, En este momento las de EEUU, luchando por mantener su posición hegemónica mundial.
En su más reciente obra “Estados de Emergencia. Manteniendo a la población global bajo control” el politólogo e investigador holandés Kees van der Pijl explica cómo la oligarquía dominante en el capitalismo global con sede en Occidente se ha valido de la psicosis de pánico y de los estados de emergencia derivados de la declaración de la pandemia, para tratar de evitar que la Revolución de la Tecnología de la Información (TI), se traduzca en la democratización local y global de su manejo.
Desde tiempos inmemoriales el procesamiento de información ha jugado un rol fundamental en la imposición de creencias, valores, usos, costumbres y modos de interpretar la vida indispensables para soportar el dominio de los mandantes de turno sobre grupos numerosos de población. Dominio alcanzado inicialmente por la fuerza más que por el engaño y la disuasión por no contar con instrumentos adecuados para ello. Resultado, información condicionante de ida con muy pocas posibilidades de vuelta o de contra información.
Procesamiento “bárbaro” que se fue “civilizando”, gracias a la aparición de la imprenta y al desarrollo de la TI. Pudiendo las mismas élites sustituir poco a poco la fuerza bruta por formas de violencia comunicacional mucho más sutiles y difíciles de identificar.
Ejemplo de ello, el abuso de la Biblia por las élites religiosas. Del Antiguo Testamento para neutralizar violentamente el liderazgo popular de Cristo y del Nuevo Testamento -conformado por una selección tendenciosa de relatos sobre su vida- para manipular a conveniencia las emociones y ansias espirituales de millones de seres humanos desde la institucionalización del catolicismo hasta nuestros días.
Manipulación cada vez menos efectiva porque la democratización del uso de las TI destacada por van der Pijl, evidentemente está empezando a poner al descubierto tanto en el campo religioso como en casi todos los demás, las discrepancias existentes entre el contenido dominador de los mensajes difundidos por las clases dominantes y las versiones liberadoras sobre la misma realidad, difundidas por fuentes alternativas.
Versiones estas últimas que, en el caso específico de la tarea descolonizadora e independentista que nos toca a los venezolanos, no puede depender exclusivamente de quienes se desempeñan formal o informalmente en el campo usualmente identificado como de la comunicación. Pues implica, además de la denuncia de los intereses tras los medios monopólicos, la realización de un trabajo sistemático coordinado con las áreas usualmente identificadas como educación y cultura.
Venceremos.