Nuevo orden mundial y bipolarismo
1. El mundo gira hacia Asia
El orden mundial surgido tras la disolución de la Unión Soviética —sustentado en la hegemonía económica, financiera, militar y cultural de Estados Unidos y Europa— ha entrado en una crisis profunda, más estructural que coyuntural. Como sostuve en mi artículo “El epicentro del nuevo orden mundial se ubica en Asia y gira en torno a China y Rusia” (Pérez Hernández, 2025), asistimos a una reorganización del sistema internacional cuyo centro de gravedad se desplaza hacia Eurasia, impulsado por una convergencia sin precedentes entre Pekín y Moscú.
Esta nueva centralidad reemplaza el orden unipolar posterior a 1991, levantando un eje geopolítico y geoeconómico basado en la soberanía, la cooperación pluricéntrica y el respeto entre civilizaciones.
En este escenario, el papel de la India no es ni secundario ni subordinado. Se proyecta como una potencia civilizatoria autónoma, con aspiraciones propias de liderazgo, intentando mantener una posición equidistante entre ambos bloques, aunque con una clara afinidad hacia los pueblos del Sur.
2. China y Rusia: un nuevo epicentro geohistórico
La emergencia del eje China–Rusia no constituye una mera alianza táctica. Representa un reordenamiento integral del poder mundial en sus dimensiones económica, política, tecnológica, diplomática, simbólica y militar. Ambos países promueven una arquitectura internacional alternativa a la hegemonía occidental, basada en la no injerencia, la complementariedad y la cooperación.
Como expresé en ese mismo artículo:
“No inaugura una nueva Guerra Fría, sino un reequilibrio civilizatorio: el centro del mundo ha dejado de estar en Occidente y ha comenzado a asentarse sobre los fundamentos de Eurasia, con China y Rusia como ejes motores del nuevo tiempo geopolítico.” (Pérez Hernández, 2025)
Este nuevo centro asiático abre paso a una plataforma más simétrica, que permite el ascenso de potencias intermedias —India, Brasil, Irán, Sudáfrica, Indonesia— que buscan redefinir las reglas del sistema internacional desde sus propias matrices civilizatorias.
3. India: pretendida equidistancia
En este contexto de transición global, la India actúa como un actor autónomo, no alineado a ningún polo. Reivindica su autonomía estratégica, heredera del Movimiento de Países No Alineados, y construye una política exterior que equilibra cooperación, afirmación nacional y liderazgo regional.
No ha respaldado las sanciones occidentales contra Rusia ni ha cortado sus vínculos energéticos con Irán. Simultáneamente, mantiene una activa participación en los BRICS y en la Organización de Cooperación de Shanghái, pese a sus tensiones fronterizas con China.
Según el Ministerio de Asuntos Exteriores de la India:
“India no acepta ser parte de ninguna arquitectura de bloques. Sus decisiones de política exterior obedecen exclusivamente a sus intereses nacionales, dentro de una visión global de justicia, paz y desarrollo equitativo.” (Strategic Autonomy Doctrine, 2022)
4. India: rivalidad con China, complicidad con Rusia
A pesar de compartir espacios multilaterales con China, la relación bilateral está marcada por tensiones persistentes, especialmente en el Himalaya y en la disputa por influencia en Asia y África.
En contraste, la relación con Rusia sigue siendo robusta. Gran parte del arsenal militar indio es de origen ruso, y la cooperación energética se ha fortalecido tras el conflicto en Ucrania. Como señala la BBC (2023), India incrementó sus importaciones de petróleo ruso a precios preferenciales, ignorando las presiones de Washington y Bruselas.
Esta dualidad refleja una política exterior cuidadosamente calibrada, donde la India busca preservar su autonomía sin someterse a presiones externas, navegando con prudencia entre polos enfrentados.
5. ¿Es sostenible esa equidistancia?
¿Podrá emerger una tercera alianza alternativa a los dos bloques dominantes? ¿O prevalecerá la lógica de confrontación bipolar?
El orden mundial en gestación sigue estructurado, al menos por ahora, en torno a dos grandes polos geopolíticos antagónicos. Sin embargo, esta configuración podría ser solo una fase transitoria antes del surgimiento de un orden verdaderamente multicéntrico. Aún deben resolverse las contradicciones heredadas del sistema unipolar impuesto tras la caída de la URSS, sustentado en el chantaje financiero, la coerción política y la acción militar.
En ese marco, el eje emergente China–Rusia representa una alternativa basada en la soberanía y la cooperación sin hegemonía. Frente a ellos, el eje en declive liderado por Estados Unidos y sostenido por Europa intenta preservar su supremacía recurriendo a mecanismos ya deslegitimados.
En medio de esta confrontación, India se proyecta como una potencia con vocación independiente, favorable al Sur Global. Su defensa del multilateralismo, su exigencia de reformas al sistema de Naciones Unidas y su impulso a la cooperación Sur–Sur marcan un rumbo que la distancia del bloque occidental y la aproxima, en la práctica, al eje eurasiático.
India no representa una neutralidad pasiva, sino el resurgimiento de una tercera vía con voluntad política. No obstante, su capacidad para sostener esta posición sin sucumbir a presiones o alineamientos es aún un dilema estratégico. En un mundo que aún no ha superado del todo las lógicas bipolar y unipolar, la gran pregunta es si la India podrá preservar su autonomía sin convertirse en pieza funcional de alguno de los polos, y si logrará liderar, junto a otros actores del Sur, una arquitectura multipolar y verdaderamente emancipadora.
La pretensión de neutralidad será puesta a prueba por los excesos del bloque occidental, en escenarios como Gaza o Ucrania, que actúan hoy como catalizadores de posicionamientos políticos y morales en el plano internacional.
6. India en la arquitectura del nuevo mundo
La India es hoy un actor clave en la disolución práctica del orden unipolar. Frente al eje decadente Estados Unidos–Europa y al ascendente eje China–Rusia, se ve obligada a tomar decisiones que, aunque pretendan mantener equidistancia, probablemente la conduzcan a converger con el bloque eurasiático.
Su posición autónoma, no tutelada, le permite negociar desde el Sur Global con ambos bloques, aprovechando el repliegue occidental y la expansión de alianzas en Asia.
El destino del siglo XXI no se definirá exclusivamente en Washington, Bruselas, Pekín o Moscú. El papel de Nueva Delhi será determinante. Dependerá de su capacidad para ejercer soberanía plena, proyectar su legado civilizatorio y liderar, con otros pueblos, la construcción de un orden mundial más justo, plural e inclusivo.
Fuentes consultadas:
- Pérez Hernández, R. H. (2025). El epicentro del nuevo orden mundial se ubica en Asia y gira en torno a China y Rusia. Blog personal
• Ministry of External Affairs of India (2022). Strategic Autonomy and India’s Foreign Policy
• BBC News (2023). India’s oil imports from Russia surge despite Western sanctions
• BRICS Summit Declaration, Johannesburgo 2023
• Tassi, D. y Sanahuja, J. A. (2022). El multilateralismo en transición: potencias emergentes y la reforma del orden internacional. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n. 132
• C. Raja Mohan (2023). India’s Global Ambitions: Between China and the West, Foreign Policy
Por Rodulfo H. Pérez Hernández
Embajador de la República Bolivariana de Venezuela ante la UNESCO | Profesor de Ciencias Sociales | Especialista en Historia | Máster en Educación