"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Argentina: Hueso en la garganta

La política en Argentina  y en determinado sentido la geopolítica   de Latinoamérica pasa  por  la política de renegociación de la deuda entre el gobierno de Alberto Fernández, los bonistas privados y el FMI.

La disyuntiva está sellada: si Argentina paga en los términos estipulados  “no puede crecer y por lo tanto no puede pagar”. Y dado que la política gubernamental es aceptar la legitimidad de la deuda heredada por Macri y pagarla, el asunto es cómo pagarla.

El guillotinazo  FMI-Macri no es cualquier basurita neoliberal:  un compromiso de pagos de 21 mil millones de dólares en el 2020; 19 mil millones para 2021; 31.700 millones el  2022 y 31.300 millones en 2023.  102. 000 millones de dólares en tres años.

Machirulo escalonó la deuda lacerante, llevándose en los cachos todos los protocolos institucionales, mediante un mero acto del poder ejecutivo procedió hacer caja para dilapidarla: 66. 000 millones dólares prestados por las finanzas privadas y 44.000 millones de dólares “facilitados” por el FMI, Más de 100. 000 millones,  para financiar  la fuga de divisas lo más libre posible. En sus cuatro años de su gobierno, se fugaron  “más de 88 mil millones de dólares del país”. Y los tenedores de bonos (“los bonistas”),  hicieron colocaciones “a tasas de entre el 7 y el 8 por ciento anual en la Argentina”, un caso único en todo el mundo: un choreo oficial, indignante como pocos

El compromiso del gobierno de Alberto Fernández de pagar la deuda odiosa, a pesar de los innegables vicios legales de los préstamos de Macri y de sus críticas a Macri, renegociando condiciones “que no sean muy exigentes”;   un  arreglo que denomina “sustentable”  y que no desconozca la normativa del FMI, es  una estrategia que aparentemente tiene la fuerza de todo sentido común: si Argentina quiebra, los bonistas y el FMI no cobran. Entonces, conviene a las tres partes “reestructurar el pago de la deuda”.

Y queda por definir, cuáles condiciones son,  según el gobierno de Fernández,   convenientes para la Argentina. Una puja, hasta ahora difusa, que los voceros gubernamentales administran con mensaje tales como:

“De las recesiones no se sale con ajuste fiscal”.

“La actual crisis no se supera antes de 2003”.

“Las condicionalidades clásicas del FMI nos matarían”.

“Negociar como adversarios y no en términos de enemigos”.

La renegociación no debe ser  “Ni agresiva ni amistosa”.

En esa pulseada, que resulta de asumir  el hueso en la garganta  de una herencia macrista, el presidente Alberto Fernández y el Frente Para Todos se juegan la conexión popular y antineoliberal que decidió su victoria político-electoral.

La visualización del desenlace final de un  acuerdo con el FMI,  » pero no a costa de hacer sufrir a la gente y de quebrar al país”, requiere de la descodificación que supera  la respuesta automática con base de  lo que ya sabemos;  no es suficiente con  apelar al historial del FMI para deducir si  aprieta con su rudeza y violencia  acostumbrada (al estilo del estrangulamiento de Grecia), o si se permite conceder concesiones a cambio de determinados condicionamientos (Por ejemplo relacionados con la política exterior del gobierno de Alberto Fernández y el Frente Para Todos.

Las concesiones y los condicionamientos, para que el FMI no le pase  la aplanadora a la Argentina y al gobierno del “Frente para Todos”, tiene por referencia inmediata el orden de la geopolítica latinoamericana, que declaraciones de Alberto Fernández, e incluso de Cristina Kirchner, acerca de Venezuela y el presidente Nicolás Maduro, vislumbran entre líneas.

En esta época de estrategias basadas en objetivos no definidos claramente, el hueso en la garganta de Argentina, tiene  serias y rigurosas consecuencias para Latinoamericana, la consolidación de la nueva oleada de luchas antineoliberales en la región, y en la geopolítica mundial: en la renegociación Argentina-FMI, pesa demasiado la estrategia de los EEUU y del gobierno de Donald Trump. Sin rodeos:

La deuda, antes que todo, significa una pérdida (parcial o total) de la soberanía de las naciones deudoras del FMI.

Si no excluimos,  la  geopolítica de poder estadounidense y de Trump, el  final de “Negociar como adversarios y no en términos de enemigos”, está condicionado desde el mismo momento que el FMI-MACRI pactaron una deuda para quebrar la soberanía de la nación argentina, más que una deuda imposible de pagar.

Desde la próxima semana comenzaremos a ver de qué tamaño es el amor del Frente Para Todos por la Argentina y Latinoamérica, y  cuál es el  aguante de una política neo-keynesiana apadrinada por Joseph Sitiglitz.

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