La propuesta de indexación salarial a través del uso del Petro como unidad de cuenta y reserva de valor, no sólo beneficiaría a los trabajadores protegiendo con ese mecanismo el poder adquisitivo de sus salarios, sino que protegería también a comerciantes, pequeños y medianos productores y transportistas, quienes también padecen los rigores de la inflación en Venezuela.
Esto es así porque la inflación en Venezuela es una inflación de costes y no de demanda. La inflación en nuestro país no se produce porque los venezolanos tengamos mucho dinero y demandemos más cantidades de mercancías que las que se producen en el territorio nacional.
A los que ofertan bienes y servicios también las cosas que ofertan le sale cada vez más caro ofertarlas; aunado a que la caída permanente del poder adquisitivo del venezolano produce a parte de la caída de las cantidades demandadas, una variación de la demanda misma ya que las personas buscan opciones para sustituir productos tradicionalmente demandados o reparar algunos de sus bienes para alargar su vida útil; y los oferentes de aquellos productos que no son de primera necesidad, se ven especialmente perjudicados.
En estas circunstancias es mucho más fácil que el pez grande se coma al pequeño, ya que son muy pocos los que tienen el músculo financiero para soportar las constante variaciones de precios en los bienes o servicios que ofertan, lo que redunda en una variación constante en sus estructuras de costos, lo que los obliga a reducir márgenes de ganancia para intentar captar la menguada demanda.
De acuerdo con la reciente alocución del Presidente Nicolás Maduro en su presentación de la memoria y cuenta en la Asamblea Nacional, hemos retrocedido en la distribución de las riquezas del país, según se refleja en la medición más reciente del índice Gini; que como sabemos, es una medida económica que sirve para calcular la desigualdad de ingresos que existe entre los ciudadanos de un territorio, normalmente de un país.
El tipo de inflación que padece Venezuela conduce irremediablemente a que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres y la clase media caiga en picada hacia la pobreza. La revolución logró en su momento, significativos éxitos en la reducción de la pobreza y en consecuencia, de la desigualdad social. Pero en términos reales, lo que logró fue un equilibrio en los volúmenes distribuidos de la riqueza producida en el país, y logró mantener ese equilibrio hasta que la distorsión del tipo de cambio, en el marco de una fuga de divisas que se tradujo en escasez de las mismas en una economía importadora, logró romper el equilibrio del sistema. Se trata entonces, de restituir el equilibrio del sistema para luego ajustar los volúmenes de distribución de riquezas que reactive y dinamice el aparato productivo.
Utilizar el Petro como la pieza de acople que permita que el sistema se vuelva a equilibrar, evitando la variación desincronizada de sus elementos, frenará la caída del poder adquisitivo del salario y la pérdida de valor del capital del comerciante, pequeños y medianos productores y transportistas (el hecho que no mencione a los grandes empresarios, no significa que ellos no se vayan a beneficiar de estas medidas).
Al utilizar en una primera fase el Petro como unidad de cuenta y como reserva de valor y siendo el Bolívar el medio de pago, se frena la pérdida de valor del capital y del salario. El Bolívar seguirá recibiendo el impacto de la inflación, pero la indexación que aporta el Petro, mantendrá el poder de compra del salario y la capacidad de reposición de inventarios de productores y comerciantes. Esto supone un equilibrio del sistema de distribución de riquezas (recordemos que un sistema de precios no es otra cosas que un mecanismo de distribución de riquezas). En este fase se detendría ipso facto el retroceso que venimos experimentando en el coeficiente Gini.
Al frenar la caída del poder de compra de los trabajadores y la pérdida del valor del capital de los empresarios y comerciantes, se reduce la tensión social y se comienza a garantizar la paz (que es el único ambiente en el que florece la economía).
Como podemos deducir de lo antes dicho, con esa medida se neutraliza el ataque más fuerte a nuestra economía doméstica: la distorsión perversa del tipo de cambio entre el Dolár y el Bolívar. Esa distorsión no es posible aplicársela al Petro, ya que el Petro tiene un tipo de cambio fijo con el dólar; pero nosotros tenemos control del Petro pero no del Dólar.
En una segunda fase, se deben ir ajustando los salarios en relación con las cantidades de bienes y servicios ofertados en el mercado nacional, para incrementar la satisfacción de las necesidades y para estimular la producción.
Esta medida nos estabilizará política y socialmente, mientras seguimos avanzando en el fortalecimiento de la economía nacional.