Desde mediados del 2012, diferentes especies de una cierta izquierda que presume de crítica, hace política alegando que el Presidente Nicolás Maduro “no da el ancho” y “hasta el legado de Chávez se jodió”.
En sus diferentes rostros y facetas, esa “izquierda crítica” se presenta como el relato y el emblema de la verdadera revolución, y supone que el “pueblo arrecho y alzado, un día de estos” rompe su conexión o vínculos con la conducción política del chavismo, “porque no hacen la revolución”.
Y todos los días comentan: «No vayan a negar, que siempre yo se los dije». Los críticos, a veces sin tapujos y otras solapadamente, dicen y escriben, lo que hay es puro reformismo… lo que tú quieres es una revolución sin revolución”.
Está claro, que han generado su propio campo de intervención política.
La política de esa izquierda, se desentiende del conjunto de contradicciones que dinamizan la actual coyuntura, de la situación geopolítica mundial y regional y del asedio imperialista-oligarquías latinoamericanas contra nuestra nación. Ubicados en su escenario catastrofista y de pesadilla, se evidencian carentes del sentido común que es necesario para apreciar lo sustancial del desempeño de la revolución bolivariana, y se amparan en un chantaje inaceptable:
“No me digas que todo es por culpa del imperio… ¿Es qué ustedes no ven el daño de la corrupción, la burocracia y los quinta columna?…Lo que pasa es que son gobierneros y por eso niegan que el chavismo está cruzado por una crisis de derecha”.
Con tal “argumento”, asumen que han consolidado una fuerte posición, para exigir debatir que “esto no es una revolución”.
Sin rodeos, ¿A qué se le tira, cuando fantasean?
Se le pasan diciendo “cuando el pueblo se arreche va arder Troya y se llevará en los cachos a los reformistas”. No toman nota que Troya ya arde cotidianamente, que estamos arrechos, por los menos, desde el caracazo y la victoria de Comandante Chávez en 1999.
Una masa crítica de pueblo todos los días conversa discute sobre cómo profundizar la revolución bolivariana y de sus contenidos primordiales, acerca de fallos de la política económica y la erradicación de la corrupción. No hay reunión, asamblea popular, conversación bilateral y familiar, en la que no esté en agenda lo que hemos y nos falta por construir. Esa es la novedad radical del chavismo, que no ven los críticos del supuesto “fiasco chavista”.
Borran de su crítica, que cotidianamente reflexionamos en torno del curso de nuestra revolución, y qué significa una auténtica revolución.
Si no se asimila ese específico debate, dialogo o conversa del pueblo y del núcleo político-ideológico del chavismo, la coyuntura política se torna incomprensible para la sabiduría de la izquierda que presume de crítica Y no puede extrañar, que no se hacen cargo de que somos responsables por todo lo que nos compromete políticamente.
Quieren debate porque están ausentes del debate real.
La política de dividir el chavismo, por ejemplo entre reformistas y revolucionarios, plantea:
Al contrario de “Unidad-Batalla-Unidad como política estratégica, la organización política de la lucha entre fracciones, que decide la hegemonía de una de las fracciones, significa el triunfo de un campo político “vencedor”, que temporalmente controla el poder, pero impotente para impedir la reproducción del esquema divisionista.
Sin rodeos, la radicalidad no puede auto eximirse de asumir las contradicciones políticas, de clases, en el sentido enunciado por Mao, particularmente respecto de la contradicción principal y de las contradicciones en el seno del pueblo:
La síntesis de las contradicciones no significa la unidad en términos de la reconciliación de los opuestos o de las clases; los conflictos de clases siguen, si es cierto, que son los motores de la historia.
La tesis de primacía de la lucha entre los opuestos privilegia, correctamente, la división por “encima de toda síntesis o unidad”.
No obstante, las síntesis o las unidades parciales son imprescindibles, ya que las luchas de clases no tienen un sentido meramente destructivo y de inestabilidad política permanente.
En ese brete dialéctico entre síntesis-unidad y división, se deciden los alcances de las transformaciones políticas.
Y tampoco, la radicalidad debiese auto exonerarse de la síntesis-unidad en la dimensión mundo y regional. No se puede despachar sin más, el riguroso asunto político de la revolución en un solo país,
“Cuando nos unimos a una lucha específica, la pregunta clave es: ¿cómo nuestra participación en ella o nuestra retirada de la misma afecta a otras luchas?”
En el marco de las contradicciones clásicas del capitalismo, de nuevos antagonismos sociales y del campo de la geopolítica, la prueba radical del chavismo), es su capacidad de no renunciar a la tensión entre el desempeño de la revolución bolivariana y el tránsito socialista, esta contradicción supera todo entendimiento, con base de un ideal normativo de revolución
En ese sentido, las verdades universales que debiesen realizar toda revolución socialista (habría que definirlas, presentarlas) o el impulso utópico que acicatea las luchas históricas (concretas), son la vacuna contra el empirismo y el dogmatismo; exigen de renunciar a toda complacencia con lo realizado por las revoluciones y a las congratulaciones o plácemes que resultan de todo criticismo:
Si es suficiente en la teoría debe ser suficiente en la práctica, en el entendido de que la política es la gran idea de una ética de la responsabilidad.
La militancia revolucionaria es consustancial con un compromiso ético-político. Entonces, la cuestión no es que seamos responsables de cualquier equívoco y fracaso, sino que somos responsables por todos y cada uno de los lados flojos de la Revolución Bolivariana.
No se trata de negar el principio de la crítica que toda política radical está obligada a asumir y admitir, sino del cuestionable oficio del crítico que siempre sabe cómo lo que debe hacer la revolución y tiene a mano sus soluciones exprés, tal como se ha escrito y dicho “Eso pasa porque no han metido preso a Guaido…el día que se baje a coñazos a Guaido de una tarima se acaba la oposición”.
La pregunta, ¿El Presidente Nicolás Maduro no hace la revolución?, es en sí misma una destemplanza, sería un despropósito cualquier debate en términos de tal exabrupto.
En otro ambiente político, que no sea en los términos prestablecido por la izquierda crítica, esa no sería la pregunta que regularía la agenda del debate sobre el curso de la revolución bolivariana y el tránsito socialista: las cartas están ya marcadas, y así no vale ni va:
No esperen de nosotras y nosotros, que participemos de tal escarnio del Presidente Nicolás Maduro, de su irrecusable liderazgo. En contra propuesta, sugerimos a los críticos de izquierda, que se auto apliquen la mismita vara con la cual se pavonean: presenten su balance autocrítico.
¿Por qué nosotras y nosotros le echamos un camión de ovarios y de bolas? Por:
La unidad del pueblo venezolano y del chavismo.
La construcción del poder del pueblo venezolano y de una mayoría democrática, en el contexto de la contradicción imperio-nación.
La paz, el escudo protector contra el desenlace de una guerra civil
La defensa de la nación, en cualquier situación y circunstancia. Vale “Aquí no arruga nadie”
Una sociedad feminista y ecológica.
Una revolución bolivariana, antiimperialista, anticapitalista y socialista.