Luce que ha llegado el momento de crear una “Comisión Ética de la Nación” electa por el voto del pueblo.
Recuérdese que ese mal viene desde lejos, así han sido, así son y así serán los pequeños ganancieros.
Recuérdese la carta aquella de Francisco Antonio Zea a Simón Bolívar (Londres, 17 de Agosto de 1.820),
“Desde el instante en que llegué a esta capital advertí que no podía darse un solo paso para el reconocimiento de nuestra Independencia en Europa, sin restablecer primero nuestro crédito, enteramente perdido en el comercio…. no había lugar a gestión cerca de ningún gabinete sin esta operación preliminar….nada importa a las Potencias extranjeras que hayan quebrado los comerciantes ingleses que nos suministraron los primeros auxilios, ni que se negocien al más vil precio tantas obligaciones y letras de cambio…Pero le importa muchísimo no comprometerse reconociendo un gobierno en cuyos negocios notan el más completo desorden, en quien no observan el menor cuidado por su crédito y a quien se imputa un plan deliberado de trampas y engaños. Me atrevo a asegurar que la Independencia nos hubiera sido ofrecida, si hubiéramos obrado en Europa como obrábamos en América…y no reparar en sacrificios para restablecer nuestro crédito, bien persuadido de que así lograríamos ventajas que nos indemnizarán de todos ellos.”
Ese es el dibujo libre de un oligarca que relata el choreo de su especie para embaucar al Libertador con un negocio que tenía entre manos. Acto de corrupción que luego es efectivo mediante un empréstito de Inglaterra contratado cinco años más tarde por Francisco Santander y Zea, a la sazón presidente y Vicepresidente de Colombia,. Simón Bolívar, ante tal infidelidad le dice a Santander (carta del 27 de octubre, 1825),
“He recibido una carta de Vd. del 21 de julio en la cual me habla Vd. muy pacíficamente de todo, como si no hubiera novedad ninguna… El tratado de amistad y comercio entre Inglaterra y Colombia tiene la igualdad de un peso que tuviera de una parte oro, y del otro plomo. Vendidas estas dos cantidades veríamos si eran iguales. La diferencia que resultará, sería la igualdad necesaria que existe entre un fuerte y un débil… El tratado de Buenas Aires me hizo reír, y, por lo mismo, nada diré en su favor”
Los choros de la generación de Julio Borges, Capriles Radonsky, Leopoldo y Juan Guaidó debieran ser la última especie de esa saña que lacera la patria. La justicia constitucional debe ser eficaz y contundente: en breve severa. Los daños no son simplemente materiales o financieros; los millones de dólares en efectivos timados y los bienes de la nación secuestrados, tienen un sentido ético que debemos responder en correspondencia con una ética de la responsabilidad política que instituya un parte aguas.
No veamos ese en choreo masivo e intensivo la evidencia de una nueva victoria política, que lo es sin lugar a dudas; sino como el momento de resolución de la huella de un conflicto instalado en la sociedad venezolana, que no guarda relación alguna con la idea de nación definida en el Preámbulo de la Constitución de 1999.
El desafío ético del Libertador y de Chávez es inequívoco; a contrapelo de los pequeños ganancieros, luce que es el momento de crear una “Comisión Ética de la Nación” electa por el voto del pueblo.
Lo escrito incumbe a todos y todas:
“A propósito o sin propósito, se me olvidaba decir a usted, que he sabido de algunas quejas contra algunos funcionarios públicos. Para el gobierno nada será más útil y más satisfactorio que corregir los abusos de la administración, porque nada desea tanto el gobierno como el verse apoyado por los legisladores para rectificar la mancha de los negocios. Que se acusen a cuantos comentan faltas y todos se corregirán: yo el primero” (Simón Bolívar)