"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

El Montuno del viernes. Cuando los precios se respetaban

Los especuladores, acaparadores y remarcadores parecen ser personajes modernos. Surgidos de la lógica capitalista de obtener el máximo beneficio, estos actores económicos aparecen en escena cuando la economía familiar deja de sostenerse en el esfuerzo productivo de cada miembro y termina en manos totalmente del llamado «mercado». Es decir, cuando nos convencieron que había que comprarlo todo hecho y pasamos de ser productores a consumidores dependientes.

No trato de decir que antes, cada hogar producía todo lo que necesitaba, no, pero cualquiera tenía una barbacoa en su casa, sembraba yuca o maíz, criaba pollos y cuidaba los huevos del «chocorocoy» o salía a pescar «de cada rato» en caños, ríos y hasta en jagüeyes.

Se salaba la carne de monte producto de la cacería de picures, lapas, piropiros, pavas y báquiros, o de la captura de babillas y caimanes. Las viejas moliendas aseguraban el papelón, afrecho y granos para el consumo diario. Si aumentaba el maíz, el «pilón» de la casa tenía más trabajo y «piloneras» como mi madre atacaban el «maizalito» para que no faltaran las arepas.

En los «ranchos» no faltaba una «batea» para preparar «cuajaítas» y «cucharear» la leche para extraer la crema que se le agregaba a todo: Fideos, arroz, guisos y hasta a las «boronillas».

Había muchos «matereros» y «conuqueros» que fomentaban huertas de plátano, «topoche» y guineo. En los «fundos» se sembraba también cacao, naranjas, guayabas, piñas y otras matas frutales. Quien no era productor tenía uno cercano que le proveía fácilmente de leche, carne de cochino, ovejos, caprinos y bovinos, que no se iban en las «arrias» a Maracaibo o no se los llevaba el «cremero».

¿Y lo demás?. Las salsas eran caseras y los enlatados se vendían a precio justo y cada tienda, llamada así y no «bodega», la atendía el propio dueño. Así hubo la «Tienda de Tobías» en Maracaibo y la de «Calajo» y Eduardo Carrasquero en San José.

Juan Pedro  y Rafaela vendían telas, pantaletas, pantalones y botones. Si aumentaba el precio los llamaban «careros» y nuestras mujeres «atizaban» el pedal de la máquina de coser, las agujas y el dedal.

Las cerveceras y fábricas de ron se abstenían de elevar los precios porque «alambiques» había en todas partes y no existían fanáticos de marcas.

Hoy, presos del consumismo impuesto, los monopolios en la distribución y la anonimidad de éstos; del egoísmo insaciable y el cinismo conque se aumentan los precios, padecemos una inflación inducida. El comercio ha perdido toda ética y los comerciantes no consideran a los consumidores o compradores.

¿Será que debemos volver a una economía productiva y de productores?. ¿Será que el precio de las cosas sea convenido y aceptado por productores, comerciantes y compradores?…..¡Vamos pues!.

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

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