"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Donald Trump: El Arte de Fracasar

El Castillo de Naipes:

En la década de los 80’s Donald Trump utilizó su dinero para construirse una imagen a medida, muchas campañas publicitarias que lo hacían ver como el mejor ejemplo del American Dream: un hombre que con su esfuerzo, trabajo duro, e inteligencia naturalmente superior, había logrado el éxito y la riqueza (nada, excepto el sueño americano, es más falso que eso). El objetivo que tenía en mente Donald, en aquel entonces, era construir en la imaginación colectiva del estadounidense promedio, la identificación de su persona con la noción de riqueza (dinero); dicho de otro modo, quería convertirse en el símbolo estadounidense de riqueza y opulencia.

Así fue que para Noviembre de 1987 se publicó el libro Trump: The Art of the Deal (Trump: El Arte de Negociar) que llegó a ser The 1º National Bestseller (el mejor vendido Nº1 en EE.UU.). Trump se adjudica la coautoría del libro, aún cuando el verdadero autor Tony Schwartz, ha reiterado en múltiples entrevistas que el mencionado libro es una obra que escribió en virtud de un contrato firmado con Donald Trump, a pedido de éste último, con la intención de hacer mercadeo de la imagen pública de Donald.

Donald pasó la década de los 90’s «escribiendo libros» y acumulando ganancias por ventas y conferencias, mientras construía su imagen de boyante empresario adinerado y exitoso, a la par de que acosaba a las semidesnudas reinas de belleza en el concurso Miss Universe (Miss Universo), e incluso intentaba aplicarles operación colchón (pregúntenle a Alicia Machado).

Así fue que llegó a los 2000’s como protagonístas del reality show The Apprentice (El Aprendiz), en el que se hizo más famoso al despedir candidatos a empleados con la famosa frase: you’re fired! (¡tas botao! en criollo); siempre con un semblante de prepotencia en su rostro.

Lo cierto es que toda la fortuna de los Trump’s proviene del latrocinio que el padre de Donald (Fred Trump) realizaba con su empresa inmobiliaria. Fred construía casas para el gobierno estadounidense y, abarataba los costos para quedarse con el excedente. Evadía los impuestos mediante un esquema piramidal, aprovechándose de un vacío legal, justificaba sus ingresos como regalos y donaciones libres de impuestos, asignaba manutenciones a sus hijos para deducirlas de las cargas fiscales y otras tantas cosas más; artimañas que enseñó a su hijo prodigio Donald J. Trump. A la muerte de su padre, Donald alteró el avalúo del patrimonio de su padre, con la intención de disminuir los impuestos que debían pagar él y sus hermanos por la fortuna heredada, declararon que el patrimonio que heredaron no superaba los 44 millones de dólares y sólo pagaron 5,2 millones en impuestos; la verdad es que el patrimonio heredado tenía un valor de mil millones de dólares y les correspondía pagar 550 millones en impuestos. Todo esto ha sido reportado por The New York Times y la BBC de Londres [1][2][3].

Pichón de Hitler:

Hacia el 2016, el hijo de inmigrantes (pobres y maltratados) [4][5] se lanza en la campaña por la nominación republicana a la presidencia de EE.UU. con un discurso xenófobo, racista y supremacista, en el que criminaliza a todo aquel que sea negro, latino, pobre e inmigrante. Con su actitud arrogante y soberbia, se dedica a desacreditar a cualquier otro contendiente (algo fácil de lograr en virtud de la calaña de las piltrafas que hacen política en EE.UU.). Pagó una mil millonaria campaña publicitaria para construir su imagen política, no era difícil, porque era un neófito parlanchín que le decía al sector supremacista de EE.UU. lo que quería oír y, sus comentarios hacían que millones de personas ilusionadas con el American Dream y el American Way of Life (estilo de vida americano) creyeran que eran posibles semejantes quimeras. Incluso latinos, negros, pobre e inmigrantes dentro de EE.UU. creyeron que el discurso de Donald no era contra ellos, sino contra los otros latinos, negros, pobre e inmigrantes; los que se portan mal y embarrialan la fama de los demás.

Al igual que hacía Hitler, él utiliza sus palabras para ganar simpatía en los círculos de ignorantes que se sientes superiores a los demás mortales por el simple hecho de ser blancos, ricos y de ojos claros. Enarbola los absolutismos en su discurso y como todo farsante evade tangencialmente sus equivocaciones. Exacerba los fanatismos y las opiniones abiertamente inmorales con su discurso de odio y discriminación; todo lo que él hace que sus seguidores desprecien y odien, es aquello que su familia fue en el pasado: pobres, inmigrantes y miembros de una minoría. Así como Hitler hizo odiar a los judíos en Alemania, aun cuando él mismo era nieto de judíos. Usando el mismo estilo discursivo y gestual de Hitler, Donald vende las mismas ilusiones que su predecesor: el fin de los problemas económicos, el retorno a la grandeza para su país, trabajo para todo el mundo, el fin de todos los conflictos internacionales, el fin de las guerras y la paz mundial.

Al mejor estilo de Hitler, Donald enceró a los inmigrantes en en recintos que podrían calificarse de guetos, enjauló a niños los cuales fueron separados de sus padres y sistematizó la persecución al extranjero en EE.UU. Al igual que su modelo a seguir, ha estado provocando conflictos internacionales que pueden desembocar en una guerra abierta de ámbito mundial: guerra comercial con China, confrontación con Rusia, ataques y provocaciones a Irán, amenazas a Turquía y a los diferentes socios de la OTAN (aunque se suponen que son sus aliados). En el marco de sus bellaquerías, la más inmoral, inhumana y grosera de sus acciones presidenciales ha sido la brutal guerra económica, sicológica y mediática contra nuestra patria Venezuela.

Toda esa imagen de líder habilidoso y audaz se ha derrumbado, debido a que ha causado la muerte de decenas de miles, y ha puesto en peligro potencial de muerte a millones de estadounidenses [6], al permitir con su actitud irresponsable y bufonesca que la pandemia del coronavirus se propague descontroladamente en el seno del pueblo estadounidense, como todo un inepto negligente ha convertido a EE.UU. en el epicentro mundial de la pandemia. Parece que a Donald se le olvidó que su abuelo murió a consecuencia de la pandemia de gripe española en 1918 [4] .

De Fracaso en Fracaso:

A pesar de que el decreto que declara a nuestra patria una amenaza inusual y extraordinaria para el Imperio fue firmado por el anterior inquilino de la Casa Blanca (Barack Obama), ha sido Donald Trump quien ha agredido de forma frontal y soez a nuestra nación. Durante el gobierno de Obama, se crearon los mecanismos de agresión: manipulación cambiaria (ataque a la moneda), alteración de las cadenas de distribución (orquestado por las transnacionales y los oligopolios criollos) y el bloqueo económico (las mal llamadas sanciones). Todos esos mecanismos se constituyen en un método de tortura económica a la población venezolana, el objetivo es la caída de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, ha sido Donald Trump quien ha convertido la tortura en sadismo brutal y despiadado; la intensa campaña de destrucción a la que nos ha sometido el actual inquilino (subarrendado) de la Casa Blanca, se evidencia en la abrupta contracción del PIB de nuestra patria. Aún así, la Revolución no ha caído, contrario a lo que ellos pensaban: el pueblo no se ha sublevado contra su legítimo gobierno.

Es cuestión de tiempo para que la Revolución encuentre una estrategia que le permita vencer en la guerra económica y el país se recupere del daño que le ha causado el Imperio criminal más genocida, ladrón y rapaz en la historia de la humanidad.

Tampoco le ha dado resultados a Donald el utilizar la estrategia de Libia: nombrar a un títere como cónsul del Imperio para Venezuela, que se autoproclamó como presidente interino; el cual debía crear las condiciones nacionales e internacionales para materializar una invasión armada a Venezuela. El pelafustán que escogieron como cónsul imperial dilapidó todo el apoyo mediático e internacional que el Imperio le consiguió en las primeras de cambio, la mediocridad del mequetrefe Guaidó quedó en evidencia en reiteradas ocaciones: 12F, 23F, 30A, etc. Intentó contra nuestra patria: la activación de la Carta Interamericana de Democracia, la activación de TIAR (tratado interamericano de asistencia recíproca), desconocimiento diplomático mundial del gobierno legítimo de Venezuela, expulsión de Venezuela de la ONU, OEA, etc. No ha logrado nada de lo que se propuso hacer, salvo apropiarse de los recurso y activos que nuestro Estado tenía en el extranjero.

La ineptitud política de Guaidó ha sido tal, que ya hay quienes lo llaman EL Rey Midas del Estiércol, todo lo que toca lo convierte en ñoña: destruyó lo que quedaba de la Asamblea Nacional en desacato, acabó con lo que quedaba de la MUD, desprestigió internacionalmente a la oposición venezolana al desenmascararla como la banda de pillos, piratas, truhanes y ladrones que son, acabó con la imagen política que Leopoldo López poseía en la mente de los disociados opositores venezolanos, destruyó la fachada que en su momento le había levantado internacionalmente Julio Borges a la oposición venezolana, etc.

El último gran fracaso del truhan que sirve como cónsul imperial y títere de Donald Trump, ha sido el fiasco de la Bahía de Cochinos venezolana, en éste caso bahía de cochinos mercenarios: cochinos, mediocres, mequetrefes y pusilánimes. Sus amos imperiales le ordenaron organizar una incursión mercenaria sobre El Sagrado Suelo de la Patria de Bolívar y Chávez, y en su ambición por latrocinar, contrató a una empresa mercenaria de maletín con la intención de estafar a su dueño (un sujeto completamente inmoral, un despreciable bandido), utilizando dinero del narcotráfico y a personajes vinculados a la droga de Colombia. Es tanta la ambición de Guaidó por robar, que no le pagó al mercenario Jordan Goudreau; el cual por la ambición del botín que le habían prometido, invirtió su dinero en pertrechos de armas y municiones. La falta de los recursos económicos que prometió Guaidó hicieron que las armas y pertrechos fuesen insuficientes, haciendo que la operación de invasión mercenaria estuviese condenada al fracaso y la mediocridad desde el comienzo. Sin embargo, los mercenarios y organizadores de la operación se sentían más poderosos que Rambo y Superman juntos, en sus trastornadas mentes, ellos se veían a sí mismos como paladines de la libertad y se sentían invencibles; el golpe con la realidad fue contundentemente mortal: fracasaron.

El fracaso de la invasión mercenaria por Macuto es otro más en la ya larga lista de los fracasos del Imperio y de Donald Trump en Venezuela. Es otro fracaso más para Guaidó y probablemente sea el fin de su infame carrera política. Parece poco probable que sus amos imperiales lo vuelvan a reciclar después de otro fracaso militar, después de todo en el Imperio nada es más importante que el éxito militar, y su titiritero se encuentra en medio de la campaña de reelección presidencial; en la cual semejante derrota en Venezuela, sumada a la ineptitud negligente asumida frente al coronavirus, es una bomba atómica que lo destruiría por completo ante la opinión pública de EE.UU.

El Arte del Contraataque:

Este es el momento para que la Revolución contraataque, la larga lista de fracasos de Donald Trump en Venezuela son nuestra mejor arma. ¿Qué pasaría si llegara a manos de sus adversarios políticos el expediente completo de su inefable mediocridad y fracaso en Venezuela?

Gringo es gringo, sea demócrata o republicano pero, en estos momentos tenemos una carta bajo la manga: el Imperio se derrumba y tenemos como desacreditar públicamente al emperador. ¿Qué tanto estaría dispuesto a ceder Donald Trump para evitar que lo expongamos públicamente como lo que es? ¿Qué tanto desea reelegirse? ¿Qué estarían dispuestos a conceder sus adversarios demócratas por todo lo que podemos demostrar?

Son preguntas que nos planteamos de forma ingenua. ¿Será posible que logremos negociar la paz con el Imperio?

Tal vez Donald Trump sea un mediocre farsante, pero es ambicioso y cobarde, le teme a la derrota, y no soporta la vergüenza de un escándalo público; podemos sacar mucho beneficio de eso.

Deberíamos exigir la firma de un tratado en el que nos levanten el bloqueo, que nos devuelvan nuestras cuentas bancarias, nuestro dinero, nuestro oro, nuestras empresas, nuestros bienes y activos, y todo cuanto nos hayan robado y malogrado. Incluso deberíamos exigir reparaciones de guerra: que nos paguen por el daño económico que nos causaron, con intereses incluidos e intereses sobre los intereses. Así como fue el Tratado de Versalles; éste sería el Tratado de La Guaira. Y sí Donald no accede a nuestros términos, le proponemos el mismo tratado a sus adversarios demócratas (como Nancy Pelosi, Joe Biden o Bernie Sanders), a cambio de todo el expediente de crímenes y fracasos que ha cometido Donald J. Trump en Venezuela. Expediente que les resultará jugoso para la destrucción política de Donald, en medio de una contienda por la presidencia de EE.UU.

Las preguntas nada ingenuas que debemos hacernos en estos momentos son: ¿Cuánto daño político puede causar a Donald Trump en estos momentos, el expediente completo de sus fracasos y mediocridad en Venezuela? ¿Qué pasaría si demandamos a Donald J. Trump ante la Corte Penal Internacional por: crímenes de guerra, genocidio, terrorismo y asociación para delinquir?… ahí se las dejamos para el debate.

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