"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

La Campaña Admirable. Tomar el cielo por asalto

«Más allá del logro cuantificable de las sorprendentes victorias obtenidas por Bolívar, lo admirable de la campaña es haber retado lo aparentemente imposible, haber desafiado lo inalcanzable» Archivo General de la Nación

Cuatro meses antes de esa fecha Bolívar ya había iniciado su plan maestro de tomar a Venezuela por asalto en una acción relámpago sin precedentes en la historia: La Campaña Admirable.

El puerto de Cartagena, navalmente bloqueado, estaba aún en manos de los independendistas, pero las facciones libraban un forcejeo por el poder. Los liberales triunfaban en el interior, y,  los grupos más radicales, centralistas y federalistas amenazaban con desencadenar una guerra civil. El germen de la fragmentación social ya hacia aparición en una sociedad signada por la violencia.

Bolívar burla el bloqueo y es destinado a formar un pelotón en Barrancas. Al mando de doce soldados comenzó a remar rio arriba para tomar uno a uno todos los pueblos a orillas  del Magdalena hasta derrotar a los españoles en  Ocaña y así abrir el paso entre  Bogotá y Cartagena.

Acto seguido, el 16 de febrero derrota a los realistas en la Batalla de La Aguada y el 28 de febrero los vence en la Batalla de Cúcuta. Para ese entonces había conformado una pequeña fuerza  armada con 500 hombres.

Algunos jefes neogranadinos, contrariados por los éxitos de Bolívar, se opusieron al desarrollo de la visionaria campaña. Para ellos era un lance temerario pensar que con un puñado de 500 hombres se podía derrotar a un ejército numéricamente superior de 8.000 soldados, mejor equipados, bien alimentados y comandado por el sanguinario y virulento Domingo Monteverde.

Finalmente, en medio de la ojeriza de Castillo y Santander, de intrigas de  palacio y varias danzas de zancadillas, clásicas de la oligarquía bogotana, Camilo Torres, en su condición de Presidente del Congreso, autorizó al caraqueño Simón Bolívar, de tan solo treinta años de edad, a cruzar fronteras y jugarse  la vida ante un poderoso rival. David versus Goliat.

Partió con dos divisiones, una al mando de su tío José Félix Ribas y otra al mando del leal Atanasio Girardot. Entre sus jóvenes oficiales lo acompañaron Rafael Urdaneta, Antonio Ricaurte, Jacinto Lara y Vicente Campo Elías. Entraron por San Cristóbal.

En la iglesia de  La Grita Bolívar se detuvo a orar ante el magnífico y milagroso Cristo, ofrenda sus armas y se encomienda ante el Dios de sus ancestros. El 23 de mayo, en Mérida, es por primera vez proclamado Libertador.

El 15 de junio, ante las sangrientas degollinas, efectuadas por Monteverde se ve en la obligación de proclamar en Trujillo el Decreto de Guerra a Muerte.

Desde San Carlos Monteverde envía tropas al encuentro y el 17 de Junio Atanasio Girardot las enfrenta y  derrota en Carache en la Batalla de Agua de Obispo.

El 02 de Julio José Félix Ribas, Rafael Urdaneta y Vicente Campo Elías derrotan a los monárquicos en la Batalla de Niquitao, fueron hechos prisioneros 540 realistas.

El 22 de julio, entre Quibor y Barquisimeto, José Félix Ribas, Jacinto Lara y Florencio Jiménez, al mando derrotan al ejército realista comandado por Francisco Oberto en la Batalla de Los Horcones. Toda la artillería, material médico, 300 prisioneros y equipos de transporte quedaron en manos de Ribas.

En la tarde del 31 de julio, en las llanuras de Tinaquillo, Bolívar vence a los realistas comandados por el oficial Izquierdo en la Batalla de Taguanes.

El 1º de agosto Domingo Monteverde huye de Caracas a Puerto Cabello. El 2 de agosto Bolívar toma Valencia y, cuatro días después, el 06 de agosto de 1813, el más grande hijo de Caracas, entró triunfante al cielo de  su ciudad natal.

En seis meses Bolívar fue solemnemente proclamado dos veces Libertador, recorrió 2.000 km y atravesó dos veces la cordillera. En diciembre de 1812  remonto a remo el majestuoso Río Magdalena y libero a la arteria fluvial más grande de Colombia de la presencia realista. Pasada la frontera tomo seis ciudades, atravesó otros siete grandes ríos, tomo más de 1.500 prisioneros, acaudaló cañones, municiones y armas de fuego. Con los caudales que rescato pago el sueldo íntegro de sus soldados y con el concurso de tan solo un puñado de valientes puso de rodillas en condición de rendición a un ejército superior en todos los aspectos; ejército que en aquella remota orilla del  imperio, representaba al más grande poder del orbe terráqueo.

Mientras tanto  Monteverde ejecutaba a todos los criollos patriotas que caían en las redes de su implacable persecución. A su vez daba rienda suelta a los esclavos de las  faciendas para que saldaran cuentas e hicieran justicia por sus propias manos.

Contra la Primera República mantuana, España promovió un zafarrancho de sangre,  una guerra civil y de odio racial,  de siervos contra siervos, de hermanos contra  hermanos, de esclavos manumisos contra esclavos alzados, de guerra contra capataces y propietarios. Boves, Monteverde, Ceballos, Antoñanzas, Morales y Rosete fueron el rudo látigo  de la castiza venganza.

Más allá  del logro cuantificable de las sorprendentes victorias obtenidas por Bolívar, lo admirable de la campaña es haber retado lo aparentemente imposible, haber desafiado lo inalcanzable. Bolívar optó por darle un impulso continental a la Independencia, mientras que otros se miraban al ombligo de sus ambiciones provinciales. Lo verdaderamente admirable de la campaña es el arrojo físico, la fuerza moral, el coraje espiritual, la valentía intelectual y el avance indetenible de un hombre aparentemente derrotado que, junto a sus correligionarios, supo sacar energías dentro de las más duras adversidades, abriendo para todos los pueblos de sur américa una puerta franca a la libertad.

Allá lejos en el viejo continente, en diciembre de 1812,  en el frente ruso, el General Invierno había propinado una dura paliza al invencible genio militar de Bonaparte, su inmenso e invicto ejército de 800.000 soldados quedo reducido a solo 100.000 derrotados que deambulan por la gélidas estepas donde quedaron atrapados. La península Ibérica que  había estado casi totalmente ocupada por los ejércitos franceses, ahora libre, enviaba expediciones militares para masacrar a los criollos blancos alzados en armas. Comenzaba una guerra de atrocidades y venganza.

Mientras Bolívar avanzaba sobre Caracas, el colonialismo español seguía muy bien atrincherado en México, Cuba, Puerto Rico y el Virreinato del Perú que permanecían resueltos a defender sus privilegios derivados de la monarquía peninsular. Las oligarquías locales estaban prestas a ofrecer sus servicios para colaborar con España y aplastar las rebeliones en todo el continente.

Un año antes, Bolívar había regresado a la Nueva Granada, derrotado, sus bienes muebles e inmuebles y grandes haciendas confiscadas, su equipaje embargado. Sobre su conciencia se batían los episodios de los desaciertos acaecidos en el fracaso de la Primera República, incluso llego a pensar en el suicidio.

Moralmente abatido y en virtud de las circunstancias, pasó intempestivamente a la ofensiva, elevó su espíritu de lucha ante todas las instancias y ante  los círculos patrióticos afectos a la causa predicó la independencia total, la insurrección total, la guerra en todos los frentes del hemisferio…en fin,  ¡tomar el cielo por asalto!

¡Unidad, Lucha, Batalla y Victoria! ¡Venceremos!

 

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