«El cadáver es polvo, es sombra, es nada», dice Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa católica.
El Juan Guaido ha cometido una pluralidad de faltas y delitos graves contra el pueblo y la soberanía de la nación.
Ha violado, absolutamente:
El preámbulo, los principios y artículos fundamentales de la Constitución Bolivariana.
El ordenamiento jurídico internacional.
La legislación de la nación y mundial de los Derechos Humanos, al extremos de actos de genocidio.
Los acuerdos de la ONU sobre la paz y la seguridad del mundo.
Juan Guaido es responsable, con sus compinches de aventuras, terroristas y mercenarios, contra el país:
El “contrato” de la incursión militar es la prueba que no puede negar de su traición a la patria, y de su ilegitimidad.
No asume responsabilidad alguna; abandonó a los mercenarios de la operación Gedeón, que había contratado para asaltar a la patria.
¿Qué hacer con este pequeño pitiyankee y pequeño monstruo de Mister Danger, de Trump?
¿Qué nos falta por hacer?
Esperamos que la justicia venezolana actúe y le ponga los ganchos antes que se fugue por los caminos verdes de los rastrojos o se asile en una Embajada del cártel de Lima o de la vieja Europa.
Mientras tanto, no podemos olvidar que estamos en guerra de resistencia activa y prolongada contra el imperialismo yankee; guerra a muerte contra este imperio opresor.
Hay que continuar resistiendo, atacando y venciendo: hasta derrotarlo y sepultarlo.
En ese combate, son esenciales las alianzas de pueblos libres y Estados soberanos y comprometidos con la diplomacia de la paz.
Venceremos a la insolente bota yankee.