Historiador. Conferencista. Irreverente siempre. Autor de El monstruo y sus entrañas: Un estudio crítico de la sociedad estadounidense. Escritor de novelas policiales. Esta es la primera pregunta de una larga entrevista.
— ¿Con la llegada de los buques iranís con gasolina se está viniendo abajo la Doctrina Monroe?
— La Doctrina Monroe va y viene. Y sus idas y venidas dependen no sólo del poder de Estados Unidos para imponer su dominio imperial a nuestro continente sino de la actitud que asuman los países nuestros a los que esa trasnochada doctrina convierte en territorios coloniales. El discurso de Monroe es de 1823 y nadie entonces le hizo caso porque Estados Unidos no estaba en condición de impedir las inevitables intervenciones de Inglaterra y Francia en América Latina. De modo que se la olvidó y que sólo se la resucitó en 1895 cuando Estados Unidos se había convertido en potencia industrial, declarándose nuevo imperio y tenía al fin la fuerza política, económica y militar necesaria para convertir el Caribe en un lago privado estadounidense.
El apogeo de la fulana doctrina duró casi todo el siglo XX, aunque en 1959 el triunfo de la Revolución cubana le puso un claro límite. El anticomunismo yankee y la complicidad de las oligarquías dominantes la mantuvieron, pero luego del derrumbe de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos, convertido al fin en única superpotencia mundial, creyó innecesario seguir hablando de ella, y descuidó un tanto a América Latina por considerarla territorio definitivamente sometido gracias al neoliberalismo.
Pero el neoliberalismo hizo crisis arrastrando a las derechas, y la segunda bofetada se la dieron los gobiernos progresistas que triunfaron en Sudamérica desde 1998, proceso en el que Hugo Chávez desempeñó el papel fundamental rescatando la OPEP, estableciendo estrechas relaciones con el Gobierno iraní (al que suministró petróleo en 2008), forjando firmes relaciones políticas y económicas con China y relaciones similares, reforzadas por acuerdos militares, con la resucitada Rusia de Putin.
Y ésta de los cargueros iraníes sería una tercera bofetada porque se realiza en medio de un bloqueo económico y marítimo estadounidense contra Irán y contra Venezuela y porque barcos petroleros iraníes atraviesan medio mundo y vienen al Caribe a suministrar gasolina a la bloqueada Venezuela. No deja de ser lamentable que en un país petrolero como Venezuela la industria petrolera y la producción de gasolina hayan llegado a la situación que hoy confrontamos, producto de la interrelación de varias causas opuestas. Pero nadie se atrevería a negar que el exitoso recorrido de los cargueros iraníes es un hecho de innegable alcance geopolítico. Y lo es porque constituye una derrota de la prepotencia imperial y la piratería de Estados Unidos y una victoria concreta e indiscutible tanto de Irán como de Venezuela, que logran vencer ese bloqueo haciendo que el histérico y amenazante energúmeno que es Trump deba guardarse la lengua en su sitio (aunque no sabemos bien cuál es ese sitio) al menos por un día.
Pero yo desearía añadir algo más a esto de la Doctrina Monroe. Porque creo, y lo he dicho y escrito otras veces, que el enorme poder que, pese a su lenta decadencia, aún tiene Estados Unidos, más que de su poder propiamente dicho, depende sobre todo de la cobardía, el servilismo y la total carencia de dignidad de estos dos continentes que son hoy una Europa cuyos gobiernos dan vergüenza por su indignidad, y una América Latina cuyos gobernantes, salvo por alguna excepción, no podrían ser más reptilescos. Sin ellos arrastrándose a sus pies, Estados Unidos se vería forzado a reducir su soberbia imperial y su arrogante prepotencia.