Cuenta el relato del poeta griego Homero que, luego de años de sitio a la ciudad de Troya, el ejército aqueo un buen día levantó el campamento y se embarcó en las naves. Pero antes, en ofrenda a los Dioses, sigilosamente en medio de la noche habían dejado un gran caballo de madera en las afueras. Al amanecer, los troyanos sorprendidos miraron la estructura y cautelosamente la observaban, mientras a lo lejos veían alejarse los barcos interpretando que era señal de victoria, ante la férrea resistencia sostenida. Alegres y bulliciosos arrastraron el caballo dentro de las murallas de la ciudad. Esa noche, los troyanos se dedicaron a celebrar entre vino, bailes, cantos y risas.
Cuando la ciudad exhausta y en silencio descansaba, vigilada por unos pocos centinelas en lo alto de murallas y puertas de acceso; del caballo, por una pequeña puerta apenas visible salieron uno a uno, una treintena de guerreros aqueos, quienes en silencio, entumecidos y sin pestañar, habían aguardado pacientemente en su interior. Entonces, atacando con rapidez a los centinelas abrieron las puertas de la ciudad, mientras afuera en un monte cercano, el ejército aqueo esperando la señal se abalanzó sobre la ciudad que fue saqueada, incendiada y su población esclavizada.
La estrategia del Caballo de Troya había funcionado a la perfección, combinando hábilmente la dirección de la guerra y el empleo de las tácticas del engaño, la espera paciente, la economía de fuerzas y el cálculo de ese instante preciso, en el cual el adversario llevado por la confianza o bien fatigado bajó la guardia.
El reciente retorno de más de cuarenta mil migrantes y refugiados venezolanos que se estima serán muchos más, a medida que las condiciones económicas y sociales en Chile, Perú, Ecuador y Brasil, principales países de acogida empeoren en sus economías y fuentes de empleo por los efectos de la pandemia del COVID 19, es una pieza del rompecabezas en la confrontación sostenida por Estados Unidos y los gobiernos de derecha de los países mencionados que integran a su vez el Grupo de Lima, enfrentados a una guerra sin cuartel con la Revolución Bolivariana.
Por su parte, los países de la Unión Europea también en la jugada, aún recobrándose de los estragos de la pandemia y las perspectivas sombrías dentro de sus fronteras; junto con las agencias ACNUR y OIM han vuelto con nuevos bríos sobre el tema de la crisis de los refugiados venezolanos, celebrando una Conferencia de donantes en Bruselas el 27 de mayo pasado. El balance fue el compromiso financiero por más de 2700 millones de dólares para ayudar tanto al refugiado venezolano como a las comunidades de acogida. Sin embargo, nada se dijo allí del retorno, minimizado a la expresión interesada algunos venezolanos. ¡Pues no! Se cuentan por miles que regresan con apoyo del Programa Vuelta a la Patria, o bien, por sus propios medios, y el número cuenta en la estrategia del Caballo de Troya en marcha.
Aún no ha concluido el capítulo de la tercerización de la guerra a la cual juega Estados Unidos para evadir las regulaciones internacionales que impone el Derecho Internacional e intentar derrocar al gobierno legítimo en Venezuela. Tras el reciente capítulo de la siniestra Operación Gedeón, ya se devela la organización de nuevas incursiones con el mismo esquema apoyado desde Colombia; al tiempo que se emplazan tropas élites estadounidenses en zonas fronterizas colombo-venezolanas con la excusa conveniente de la lucha contra los cárteles de la droga y se despliegan buques de guerra en el Mar Caribe para vigilar la Ruta de la Droga que pasa por allí, aunque es la de menor tráfico de estupefacientes. El ejército invasor se resguarda entre los montes cercanos.
Arremeter contra Venezuela y cuestionar el desempeño del modelo de política de salud y social integral es un ataque interesado por mampuesto en contra de la Organización Mundial de la Salud, China, Rusia y Cuba que además de promover un esquema de solidaridad internacional en medio de la pandemia, pusieron al desnudo el egoísmo de Estados Unidos con la comunidad internacional y el pésimo manejo de su política sanitaria. En contraste, el modelo provisto por aquellos ha sido la base sobre la que se construyó la operatividad del venezolano para el manejo de la cuarentena y el distanciamiento social, cuyas estadísticas revelan un desempeño más eficiente que el resto de los países de la región. Estos, agobiados por el crecimiento exponencial de los contagios y el impacto en la economía de los países ha hecho que los gobiernos neoliberales en Chile, Perú, Ecuador y Colombia hayan recurrido a contratar créditos flexibles a corto plazo con el FMI que superan en conjunto, los 55 mil millones de dólares. El capítulo de la leyenda negra de la deuda parece cernirse de nuevo sobre la región.
La postura de los países de acogida en la región pareciera atenerse al cálculo frío y avieso hacia migrantes y refugiados venezolanos que siendo un sector en condiciones vulnerable, ante las circunstancias de desempleo, desprotegidos en el acceso a los esquemas de seguridad social en esos países, arrojados muchos de ellos de sus viviendas, con dificultades para satisfacer las necesidades básicas y siendo objeto de discriminación y xenofobia quedan finalmente expuestos al contagio del virus. El hostigamiento y asedio sin declaratoria de guerra ha sido desplegado.
Para el retorno no hay atención médica ni asistencia de alimentación o cobijo, tampoco prestación de medios de transporte. Todo tipo de trabas entorpece el Programa de Vuelta a la Patria puesto a la orden por el gobierno bolivariano, quedando a expensas de las propias fuerzas y voluntad, cuando no de la solidaridad y hermandad del buen peruano, chileno, colombiano, ecuatoriano o brasileño que comparte humanidad en medio de las dificultades. No obstante, debiera ser propósito de ACNUR facilitar programas y asistencia al refugiado que retorna a Venezuela, coordinando los esfuerzos ya existentes y dando asistencia en los países de origen y a lo largo del trayecto de vuelta. Más aún, cuando los países de acogida reclaman presupuestos de los organismos internacionales para dar ayuda humanitaria a los venezolanos. Una estrategia diseñada sobre la reversalidad en las necesidades de quien retorna, ya debería estar implementándose.
Al final la lógica es simple, en medio del endurecimiento de las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo, si entre los miles y miles de connacionales que retornan hay contagio, es una bomba de tiempo que calculan debería hacer colapsar el sistema de salud y hundir la economía venezolana, al punto de generar el estallido social tantas veces invocado. La estadística ha determinado que, el 80% de los contagios se transmiten por nacionales que han retornado y eso, también lo saben las autoridades de los países de acogida. Es un cálculo en la estrategia que no se aplane la curva, que se vuela exponencial. Ante la catástrofe humanitaria que pregonarían, el aparataje militar con todo y mercenarios ya desplegados estaría listo para intervenir.
Pero de nuevo se equivocan, las barreras de contención sanitaria en la frontera no desmayan, el despistaje se ha incrementado, una política social integral se apuntala y en la comunidad internacional cada vez, más voces se levantan y reclaman contra el uso de los medios de fuerza para ejercer dominación en la arena internacional, tan propio de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN en su afán imperialista. Un reciente seminario realizado en el marco de Naciones Unidas debatió como las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo en medio de la pandemia son crímenes de guerra, terrorismo y actos de genocidio que niegan los derechos humanos de las poblaciones, concluyendo que el multilateralismo y el Derecho Internacional son fundamentos de la gobernabilidad mundial. En esa dirección avanza la Troya venezolana orgullosa e inexpugnable, que no baja la guardia por un segundo en su determinación de ser pueblo y nación libre y soberano. El Caballo de Troya nunca entrará en la ciudad.