Manifiesto al pueblo Gran Colombiano con motivo de cumplirse el lunes 15 de junio, el 207° aniversario del Decreto de Guerra a Muerte.
El Decreto de Guerra a Muerte fue una declaración hecha por el general Simón Bolívar el 15 de junio de 1813 en la ciudad venezolana de Trujillo durante el desarrollo de la Campaña Admirable.
Animado por la noble causa que nos inspira, se hace impostergable dirigir algunas reflexiones a un pueblo con el que estamos fundidos por lazos históricos indisolubles. La generación libertadora, además de forjar tales lazos en su gesta heroica por la independencia, nos legó una enseñanza imperecedera sobre la importancia de la unidad como condición imprescindible de nuestra emancipación, cuestión que quedó labrada para siempre en la Campaña Admirable en 1813, Pantano de Vargas y Boyacá durante 1819.
Las élites de ayer y de hoy han torpedeado el sueño del Libertador Simón Bolívar en el afán de convertir a las naciones de Colombia la Grande en reservorios de materias primas al servicio de potencias imperiales. El bienestar de nuestros pueblos amerita sobreponernos a tales desafíos y afrontar juntos la obra de alfarería de construir un mundo mejor.
En la República Bolivariana de Venezuela, lugar donde también se concreta el realismo mágico con una inquebrantable resistencia, germina una esperanza de justicia social que combate la pandemia Covid-19 desde un enfoque distinto al de gobiernos neoliberales para poner en primer plano la vida. Esto es consustancial a la idea bolivariana de alcanzar la mayor suma de felicidad posible para nuestro pueblo. La visionaria idea del Libertador, “Para Nosotros la Patria es América”, también es parte esencial de nuestra manera de comprender a la región. Por consiguiente, asumimos como propios los dolores y las heridas de nuestros pueblos porque somos naciones hermanas que se abrazarán en la utopía necesaria de la Colombia concebida por el Congreso de Angostura y de la América unida concebida desde la concepción de la anfictionía bolivariana.
Simón Bolívar firma el Decreto de Guerra a Muerte durante la Campaña Admirable.
Asumimos con el presidente Benito Juárez sus palabras de 1.867 cuando sentenció que “…entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Hoy cuando desde el norte se proyectan nuevas agresiones contra Venezuela con creciente presencia militar estadounidense en América del Sur, paramilitarismo y la utilización de empresas contratistas que hacen la guerra, debemos ratificar que la paz siempre debe ser un imperativo en las relaciones entre nuestros pueblos. Las acciones militares estadounidenses afectarían a toda la región e inevitablemente, recrudecerían el conflicto interno colombiano. Permitir una nueva agresión armada contra Venezuela sería abonar el camino para una ignominiosa recolonización de América Latina. La paz del continente está en peligro. La autodeterminación de los pueblos está en juego.
Exhortamos en la Patria Grande, a sus partidos políticos que enarbolan la bandera de las mayorías oprimidas, a los militares patriotas, a los pueblos originarios que anhelan la erradicación del racismo, a los movimientos sociales que con tesón construyen una nueva forma de hacer política, a las juventudes que con justas ilusiones derrochan valentía antiimperialista, a las mujeres que sueñan con un mundo donde sea posible su liberación plena, a los intelectuales honestos que con sus ideas alumbran el devenir de las luchas populares, a los defensores de derechos humanos, a los afrodescendientes que creen en una sociedad de iguales, a los congresistas que invocan la defensa de la soberanía, a la clase trabajadora que aspira nuevas relaciones sociales.
Especialmente hacemos un llamado a la Colombia profunda, a la del líder comunero José Antonio Galán, a la que es genuina heredera del patriota Antonio Nariño, a quienes creen con Gabriel García Márquez en un mañana distinto, a no permitir una guerra fratricida así como a rechazar que se utilicen nuestros sagrados territorios como puestos de avanzadas de ejércitos de ocupación. No se puede aceptar el papel de Caín en Nuestra América.
En América Latina y el Caribe hace falta aunar esfuerzos para una segunda independencia que contribuya a la emancipación humana y la salvación del planeta. Convocamos a nuestros pueblos a levantar con firmeza, voces y banderas de paz que rechacen la presencia de fuerzas especiales de EE.UU. en suelo colombiano con la excusa irónica de combatir el narcotráfico, para agredir militarmente a la patria de Bolívar y Chávez con el deliberado propósito de apropiarse de su territorio, de sus enormes riquezas e imponer a sangre y fuego la Doctrina Monroe. Hermanar nuestras voluntades, siguiendo nuevamente el ejemplo internacionalista de Antonio Ricaurte, permitirá labrar victorias como las que logramos juntos en Bomboná, Pichincha, Junín y Ayacucho. Somos irreductibles y defenderemos el futuro hasta las últimas consecuencias porque estamos convencidos de que hoy la batalla de Venezuela es a la América, lo que ayer la Batalla de Ayacucho significó para toda Suramérica.