En su última intervención virtual en la Universidad Internacional de las Comunicaciones, el profesor Fernando Buen Abad preguntaba ¿Por qué nos gusta lo que nos gusta, creemos en lo que creemos y nos cuesta tanto organizarnos? Yo diría que porque nuestros gustos, nuestras creencias y la desunión de la inmensa mayoría oprimida han sido estampadas en nuestro ser y pensar por la clase dominante mundializada en función de su acumulación de capital y de la supervivencia del sistema capitalista.
Los cerebros tras bastidores utilizan a la familia, a los centros educativos y de investigación, al gobierno, a las religiones y a las industrias del entretenimiento, la comunicación y la publicidad para adocenarnos y convencernos mediante “certezas universales” de que las únicas vías para alcanzar nuestra muy publicitada realización individual son la adecuación al status quo y el consumo masivo de cualquier cosa mercantilizable. Pero al mismo tiempo, utilizan otras “certezas universales” para clasificarnos y dividirnos por sexo; por subcategorías imaginarias: clases A, B, C, D y E; por grupos etarios, por tonos de piel, religiones, ocupaciones. etc. Resultado: una aproximación relativamente compartida entre los “no adaptados” de la problemática que nos afecta, combatida desde trincheras artificialmente divorciadas.
Maraña en la cual les toca desempeñarse a los comunicadores chavistas –bolivarianos, marxistas y cristianos- que como influencers pretenden incidir positivamente en el pensamiento y la conducta de sus compatriotas. Objetivo muy difícil de conseguir si no entiende ni manejan ese contexto con la claridad necesaria para irse liberando e ir liberando a los demás de la cosmovisión impuesta, y si reproducen consciente o inconscientemente las formas, el lenguaje, los símbolos y los contenidos de los medios que pretenden contrarrestar.
Ejemplos de confusiones conceptuales en nuestras estaciones de radio y TV: decir que Venezuela es socialista, que es capitalista o que está en un proceso de transición; hacia el socialismo para unos y hacia un mundo mejor para quienes evitan mencionar esa palabra. Hablar al boleo de “nuestra ideología” desconociendo que ideología es sinónimo de falsa conciencia, y así… Ello acompañado de desatinos como dar cabida en horario estelar a una remembranza de La Vecindad del Chavo, comedia asquerosamente clasista que normalizó el maltrato al niño pobre e implantó en la mente de millones de televidentes latinoamericanos una visión deformada de la vida en los vecindarios, barrios, favelas, poblaciones callampas, etc.
Camaradas, por favor un mínimo de coherencia. No olviden que el papel de cualquier comunicador serio es develar para la inmensa mayoría la ideología concebida y producida por la nanominoría dominante.