"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Reflexiones en torno al teletrabajo. Las nuevas formas de la relación laboral en el ambiente digital

Entre el 31 de agosto y el 11 de septiembre se realizó el Primer Seminario Virtual sobre el Teletrabajo en Venezuela, organizado por el Ministerio del Poder Popular para el Proceso Social de Trabajo. Durante dos semanas, funcionarios del Estado (ministros, viceministros, presidentes de instituciones, directores, etc.), dirigentes sindicales, empresarios, dirigentes juveniles y militantes feministas, entre otros, debatieron sobre este importante tema que forma parte de las llamadas nuevas tendencias del trabajo en el mundo. En este artículo no vamos a presentar la relatoría de ese evento, sino más bien, nos planteamos reflexionar sobre algunos aspectos relativos al tema.

El origen y desarrollo del teletrabajo está ligado a la crisis mundial del capitalismo. Su origen se ubica en la década del 70 del siglo pasado, precisamente años en los cuales algunos economistas sitúan el comienzo de la crisis estructural y global que afecta hoy al sistema del capital, caracterizándola como una crisis de largo ciclo. En aquel período entró en crisis el modelo de acumulación capitalista surgido de la II Guerra Mundial, basado en las tesis de Keynes relativas a una mayor participación del Estado en la economía (el Estado social de bienestar en Europa, por ejemplo), en el cual, la clase obrera –sobre todo en Europa y los países del capitalismo desarrollado obtuvo reivindicaciones importantes en materia de seguridad social, salarios, etc., aun en el marco del capitalismo. Fue a la vez, un mecanismo de contención del avance del socialismo en el marco de la confrontación EsteOeste y la Guerra Fría. El agotamiento de este modelo de acumulación capitalista trajo consigo la imposición del modelo neoliberal que provocó entre otras, la perdida de las conquistas de la clase obrera en la primera mitad del siglo XX y el establecimiento de una nueva división internacional del trabajo, según la cual se trasladaron a los países dependientes y neocoloniales los procesos industriales que desde finales del siglo XIX fortalecieron y consolidaron la explotación capitalista, amén de ser altamente contaminantes, como la siderúrgica, la petroquímica y otros; y los países capitalistas desarrollados se reservaron los procesos industriales que generan más ganancias para la burguesía y los grandes conglomerados transnacionales como la microelectrónica, la biotecnología, la robótica, la informática, y las tecnologías de la comunicación y la información, entre otras. Es decir, una división internacional del trabajo favorable a los intereses de la oligarquía financiera transnacional y las grandes potencias del mundo capitalista, en detrimento de la clase obrera, los pueblos y los países dependientes, subdesarrollados y neocoloniales que vieron incrementada su subordinación a las potencias imperialistas, encabezadas por los Estados Unidos.

Esta es la crisis estructural y global del capitalismo que vivimos hoy, ahora acelerada y profundizada por la pandemia de la COVID19. Veamos algunos datos proporcionados por la CEPAL en su Informe Especial COVID19, número 1 “América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID19: Efectos económicos y sociales”, del 3 de abril de este año. “Las estimaciones más optimistas luego del estallido del COVID19 preveían que la tasa de crecimiento de la economía mundial disminuiría al 1,0% o menos. A medida que la pandemia se fue extendiendo, las previsiones fueron reduciendo el crecimiento esperado…Por ejemplo, Goldman Sachs (24 de marzo de 2020) indica caídas anuales del PIB del 3,8% en los Estados Unidos, el 9% en la zona del euro y el 2,1% en el Japón y una desaceleración en China que la llevaría a un crecimiento de solo un 3%…Este es un escenario de recesión mundial; más aún, las economías podrían incluso enfrentarse a una contracción de mediano plazo sin una rápida recuperación.” Más adelante, el mismo informe señala: “La crisis del COVID19 acelerará algunos cambios estructurales en curso en la última década. Por ejemplo, las cuarentenas forzosas aumentarán la virtualización de las relaciones económicas y sociales; el teletrabajo prevalecerá en más industrias y regiones, y la digitalización avanzará aún más rápido…”

En informes posteriores de la CEPAL y otros organismos internacionales los datos y las perspectivas son aún más pesimistas. Y con relación a las afectaciones al empleo en el mundo, veamos lo que señala el Observatorio de la OIT en el informe, “La COVID19 y el mundo del trabajo. Estimaciones actualizadas y análisis”, del 30 de junio de 2020.

“Según se desprende de recientes estimaciones de la OIT, la pérdida de horas de trabajo en la primera mitad de 2020 ha sido mayor que la prevista, lo que pone de manifiesto el empeoramiento de la situación en las últimas semanas, en particular en los países en desarrollo. En el primer trimestre del año se perdió aproximadamente un 5,4% de las horas de trabajo en todo el mundo (equiparable a 155 millones de empleos a tiempo completo), con respecto al cuarto trimestre de 2019. Se prevé que en el segundo trimestre de 2020 se pierda en todo el mundo el 14% de las horas de trabajo (equiparable a 400 millones de empleos a tiempo completo)…”.

Obviamente, la aceleración y profundización de la crisis del capitalismo, derivada de la pandemia, está teniendo consecuencias sociales muy serias (desempleo e incremento de la pobreza, entre otras), políticas (en el sentido del aumento de las luchas de los pueblos por sus derechos y reivindicaciones, además de un crecimiento de la conciencia política de estos) y geopolíticas, con el traslado del centro geopolítico mundial desde los Estados Unidos hacia la región del Asiapacífico, con China y Rusia en la vanguardia.

En este marco global analizamos el teletrabajo. En primer lugar, es una realidad que representa un desafío para la clase obrera y para los gobiernos progresistas y revolucionarios en el mundo. Nuestra respuesta no puede ser equivalente a la del movimiento del ludismo de fines del siglo XIX, que ante el surgimiento de la máquina de vapor que desplazaba fuerza de trabajo, se plantearon la destrucción de las máquinas. Tampoco voltear hacia otro lado como si no existiera. Pues, existe, está allí y nuestra posición –como clase obrera y como gobierno revolucionario debe ser desde los intereses de los trabajadores y las trabajadoras y de la nación venezolana, es decir, a favor de la liberación de la explotación capitalista y de la opresión imperialista.

¿Cómo ve el capitalismo neoliberal el teletrabajo? Juan José Romero Salazar en su artículo “Capitalismo Cognitivo y Precarización del Teletrabajo” afirma: “Los ‘tanques pensantes’ de orientación neoliberal han contemporizado con la conceptualización de las nuevas formas que adquiere la relación laboral en el ambiente digital, donde se está produciendo el auge del capitalismo cognitivo. En este sentido han asesorado a las élites políticas de los gobiernos neoliberales con el claro interés de crear un ordenamiento jurídico, que les permita ‘legitimar’ el deterioro de las condiciones que presenta el trabajo a distancia, aislado de la dinámica social, en tanto que se realiza por cuenta propia, utilizando medidas restrictivas que tienden a favorecer las nuevas formas de precarización de la jornada. Esta flexibilización laboral es propiciada por un discurso que banaliza el problema de fondo de las condiciones de contratación del trabajador, aludiendo a las supuestas ventajas del Teletrabajo, especialmente en lo que corresponde al establecimiento del horario y la comodidad de trabajar en el hogar. Dado el auge que va tomando la flexibilización laboral con la proliferación creciente del trabajo virtual, a distancia y deslocalizado, la jornada de trabajo tiende a estar exenta de fiscalización y una contraloría institucional efectiva por parte del Estado, para garantizar el cumplimiento de las obligaciones del empleador con el llamado Teletrabajador, quien puede resultar lesionado en sus derechos, en cuanto a la estabilidad laboral, prestaciones sociales, derecho a la salud y la seguridad social y su derecho a la sindicalización…”

Nuestra visión tiene que ser desde los intereses de la clase obrera y del pueblo. La pandemia de la COVID-19 y las medidas de cuarentena y aislamiento físico y social, nos ha conducido a implantar aceleradamente formas de teletrabajo y a tomar conciencia de su existencia. Con el seminario comentado al inicio abrimos un espacio de debate con un amplio abanico de sectores sociales, económicos y políticos. Esta discusión debe continuar y profundizarse, sobre todo entre la clase obrera y sus organizaciones (sindicatos, Consejos Productivos de Trabajadores, delegados y delegadas de prevención junto al gobierno revolucionario, para garantizar la seguridad de los derechos de la clase obrera en las condiciones del teletrabajo. En la Revolución Bolivariana, el teletrabajo no puede ser para la precarización y flexibilización de las relaciones laborales y la violación de las normas establecidas en la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadores y en el texto Constitucional. En estos instrumentos jurídicos fundamentales y en la realidad de las transformaciones revolucionarias que estamos impulsando para construir el Socialismo Bolivariano, están las bases de la legislación que sobre este tema habrá de realizar la nueva Asamblea Nacional electa el 6D.

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