Al salir de Cerro Alto ya se siente Machiques. El inmenso ceibote de La Pastora nos anuncia que nos adentramos al Valle de los Macuaes. Las colinas son más pronunciadas y entre ellas, los suelos Aluvionales muestran pastizales de gran valor, que alimentan vacas que rodean por los cuatro lados la ciudad.
Matas de teca, caobas, matapalos y búcaros nos reciben a la entrada. El viejo edificio de Indulac indica que llegamos a la urbe ganadera.
Rápidamente nos percatamos que estamos en un “pueblo grande” con características a veces de ciudad, pero que guarda en sus callejones el arcano aroma de Joviniano Sánchez, Antonio Socorro y Esteban Núñez, perijaneros de verdad que no le temieron al incendiario Venancio.
Viejas casas recuerdan el paso del tiempo y en el aire se respira el olor a Sierra. Más cerca que de cualquier lugar de la sabana, la montaña enseña con más claridad sus picos, obligándonos a levantar un poco la cabeza para recorrer con la vista su altitud.
La “derechura” y quietud de sus calles facilitan su recorrido, enverdecido con matas de pomagás, mamón y cutuperiz. En la plaza, el silencio se interrumpe con la llegada de los Yukpas cargados de topochos, yuca, aguacates, piña y guineos. Es sábado y algún “trasnochado o amanecido” irrumpe con un ensordecedor vallenato, desentonante y provocador. Las mototaxis recorren con ruido las silenciosas calles, cargando trabajadores apurados y hasta viejas con “salado” y viejos con “capoteras”.
Camino del Rugeles recorrí muchas veces estas calles y llegué hasta el Apón. Me sentía en San José pero mucho más grande, la misma gente, las mismas costumbres, apellidos, parecidos y labores. Eso me hizo querer a Machiques. La veía como una hermana mayor, poderosa e inexpugnable, protectora de muchachos de la casa que éramos San Felipe, Calle Larga, San José, Las Piedras, Macoa y La Paja.
¿Cómo no amar a Machiques si somos los mismos, si compartimos el mismo sol, la misma historia, ferias y los versos de Govea y Víctor Hugo? Perijá es Machiques y Machiques es de Perijá. Su “ceiba mocha” nos recuerda la de “Robertico”, el Machiques de “arriba” y el de “abajo” es altitudinal, como en Cataneja, sus arepas son iguales y sus reses son también mosaicos.
Que los machiqueros no olviden a Mingo, a Abelardo o a Manzo. Que recuerden al bachiller Colina y las gaitas del Macoa. Que cuiden la Sierra y los afectos que nos unen al Tokuko, Toromo y Sirapta.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!