"...quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido".

Simón Bolívar, Discurso de Angostura

Amando a Machiques

Al salir de Cerro Alto ya se siente Machiques. El inmenso ceibote de La Pastora nos anuncia que nos adentramos al Valle de los Macuaes. Las colinas son más pronunciadas y entre ellas, los suelos Aluvionales muestran pastizales de gran valor, que alimentan vacas que rodean por los cuatro lados la ciudad.

Matas de teca, caobas, matapalos y búcaros nos reciben a la entrada. El viejo edificio de Indulac indica que llegamos a la urbe ganadera.

Rápidamente nos percatamos que estamos en un “pueblo grande” con características a veces de ciudad, pero que guarda en sus callejones el arcano aroma de Joviniano Sánchez, Antonio Socorro y Esteban Núñez, perijaneros de verdad que no le temieron al incendiario Venancio.

Viejas casas recuerdan el paso del tiempo y en el aire se respira el olor a Sierra. Más cerca que de cualquier lugar de la sabana, la montaña enseña con más claridad sus picos, obligándonos a levantar un poco la cabeza para recorrer con la vista su altitud.

La “derechura” y quietud de sus calles facilitan su recorrido, enverdecido con matas de pomagás, mamón y cutuperiz. En la plaza, el silencio se interrumpe con la llegada de los Yukpas cargados de topochos, yuca, aguacates, piña y guineos. Es sábado y algún “trasnochado o amanecido” irrumpe con un ensordecedor vallenato, desentonante y provocador. Las mototaxis recorren con ruido las silenciosas calles, cargando trabajadores apurados y hasta viejas con “salado” y viejos con “capoteras”.

Camino del Rugeles recorrí muchas veces estas calles y llegué hasta el Apón. Me sentía en San José pero mucho más grande, la misma gente, las mismas costumbres, apellidos, parecidos y labores. Eso me hizo querer a Machiques. La veía como una hermana mayor, poderosa e inexpugnable, protectora de muchachos de la casa que éramos San Felipe, Calle Larga, San José, Las Piedras, Macoa y La Paja.

¿Cómo no amar a Machiques si somos los mismos, si compartimos el mismo sol, la misma historia, ferias y los versos de Govea y Víctor Hugo? Perijá es Machiques y Machiques es de Perijá. Su “ceiba mocha” nos recuerda la de “Robertico”, el Machiques de “arriba” y el de “abajo” es altitudinal, como en Cataneja, sus arepas son iguales y sus reses son también mosaicos.

Que los machiqueros no olviden a Mingo, a Abelardo o a Manzo. Que recuerden al bachiller Colina y las gaitas del Macoa. Que cuiden la Sierra y los afectos que nos unen al Tokuko, Toromo y Sirapta.

¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!

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