En tiempos pandémicos, las brigadas médicas cubanas Henry Reeve acumulan múltiples nominaciones para el Premio Nobel de la Paz 2021. Hoy cerró el plazo para recibir postulaciones en la Academia sueca. Las adhesiones llegaron desde Alemania, Australia, México, Japón, Argentina y Bélgica, entre varios países más. Sus profesionales de la Salud cumplen misiones humanitarias en los cinco continentes hace 15 años, trabajaron en 46 naciones y siguen haciéndolo hasta hoy. Pero en un momento crucial como el actual –con 2,2 millones de muertos y más de 100 millones de contagiados en el mundo de Covid-19 -, todavía causan recelo en gobiernos autoritarios. El presidente ultraderechista Jair Bolsonaro o la dictadora Jeannine Añez, las expulsaron de Brasil y Bolivia. Sin embargo estos contingentes fueron distinguidos por la OMS en 2017 por su labor en emergencias y graves epidemias. Desde su creación el 19 de septiembre de 2005 con motivo del huracán Katrina que destruyó Nueva Orleans – y cuya asistencia rechazó George W. Bush-, han colaborado en catástrofes naturales, como vanguardia contra el ébola en África y ahora frente al nuevo virus.
En un planeta donde el cuidado de la salud se comercia como una mercancía, las brigadas Henry Reeve son el paradigma de lo contrario. Se llaman así en homenaje a un joven estadounidense que en 1869 desembarcó en Cuba para unirse a la lucha por la independencia contra España. Murió a los 26 años después de combatir a las tropas realistas bajó el mando de Máximo Gómez. Los contingentes médicos internacionalistas ideados por Fidel Castro son el resultado de un extenso proceso. Sus cimientos se colocaron mucho antes de 2005. Son el prestigioso modelo de salud cubano, su sistema de educación volcado a la ciencia, la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) y la Operación Milagro iniciada en 2004 junto a Venezuela para tratar pacientes con serios problemas oculares, entre otras decisiones políticas.
Las brigadas médicas están nominadas al Nobel de La Paz junto a un mosaico de personajes tan diferentes como insólito. El caso de Donald Trump lo demuestra, postulado por el congresista de la derecha antimigrante de Noruega, Christian Tybring-Gjedde. Después del asalto al Capitolio azuzado por el ex presidente de EE.UU, ahora dice que no merece el premio. Lo había propuesto por su presunto aporte a la paz entre Israel con las monarquías de Bahréin y Emiratos Árabes Unidos.
También están nominados al Nobel el presidente de Rusia, Vladimir Putin – por el escritor de su país Serguéi Komkov – y Julián Assange por la activista de Irlanda del Norte y premio Nobel de la Paz 1976, Mairead Maguire. Las proposiciones de nombres no se conocen a no ser que las difundan los interesados o recién después de cincuenta años cuando lo hace la fundación sueca. Se cuentan por miles desde 1901 – cuando se entregó el primero de los premios – y según la base de datos oficial, entre ese año y 1967 hubo 4.425 nominaciones para el más célebre y discutido de todos. El Nobel de la Paz que ganaron personajes tan disímiles como Henry Kissinger, Barack Obama, Nelson Mandela y Adolfo Pérez Esquivel.
Las contribuciones de los profesionales médicos cubanos están documentadas. Hasta 2020 integraron sus misiones 9 mil trabajadores de la salud que les brindaron asistencia a unos 4 millones de personas y les salvaron la vida a más de 89 mil en 46 países y cinco territorios sin autonomía. Lo hicieron sobre todo en América Latina y África, en naciones tan pobres como Haití, Guinea Bissau y Mozambique. Resulta cuanto menos polémico cómo la prensa hegemónica invisibiliza sus logros en lugares a donde casi nadie va. Incluso cuando menciona su tarea asistencial aduce que componen la llamada “diplomacia de la salud” o que sus miembros son “explotados” por el gobierno de La Habana. Es curioso: lo que hacen suelen hacerlo a costa de sus propias vidas.
En Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry murieron de malaria dos integrantes de la brigada médica y un tercero, Felix Báez Sarría, se contagió de ébola, fue evacuado a Suiza, pasó por Cuba y regresó al África para completar su trabajo. En Haití también cumplieron un rol clave en la epidemia de cólera de 2010 donde asistieron a más de 400 mil personas. Persistentes, en diciembre último volvieron del continente africano. Los recibió en la isla el presidente Miguel Díaz Canel. Regresaban de una nueva misión en Sierra Leona pero esta vez contra la covid-19.
Cuba no supedita el envío de sus médicos al color político de los gobiernos. Honduras es presidida por Juan Orlando Hernández, un aliado de Estados Unidos que le causa incomodidad a Washington. Un tribunal de Nueva York lo investiga porque habría recibido coimas de un narcotraficante. El mismo congreso hondureño que rechazó las imputaciones contra el primer mandatario, condecoró con la Cruz del Comendador a las brigadas Henry Reeve por los buenos resultados alcanzados en el país en la lucha contra el coronavirus.
Cuando se entronizó en Bolivia la dictadura civico-militar-policial encabezada por Añez – hoy candidata a gobernadora en el departamento de Beni – los profesionales cubanos trabajaban en el país. El régimen los persiguió, detuvo a cuatro de ellos y los expulsó. Eran 725 que cooperaban en el área de salud. Una fuente diplomática de la isla le confió a Página/12 que “durante siete años se hizo un aporte gratuito de insumos y equipamiento médico que fue robado o destruido por los golpistas”. La comprobación llegó después de la elección que ganó Luis Arce. Desde el nuevo gobierno del MAS le confiaron la información a La Habana.
Cuando en China comenzó la pandemia, Cuba volvió a ofrecer sus recursos humanos. Hasta el año pasado, unos 3.700 trabajadores de la salud – el 61,2 % mujeres – salieron al exterior a desempeñarse en 39 naciones. Según datos oficiales del gobierno caribeño actualizados al 29 de enero en un mapa virtual, México ha recibido el número mayor de brigadistas (1.479) desde que se extendió el coronavirus por el mundo.
América Latina se benefició de la cantidad más grande de voluntarios – los médicos viajan en esa condición –, seguida por tres naciones de Medio Oriente, Azerbaiyán, Qatar y Kuwait; el Caribe y África. Pero donde más demostraciones de respeto y cariño sintieron los integrantes de las brigadas Henry Reeve fue en Italia. Cuando el sistema sanitario de ese país estalló, 90 de ellos trabajaron en la región de Lombardia. Al despedirse en julio pasado, fueron homenajeados en Turín con un almuerzo al aire libre y saludados entre vivas por el personal médico local.
Hasta el portugués Cristiano Ronaldo, uno de los dos mejores futbolistas del mundo, les regaló a 38 médicos y enfermeros la camiseta autografiada de su club, Juventus. No fue el único que les agradeció. El canciller Luigi Di Maggio y la alcadesa de Turín, Chiara Appendino, hicieron otro tanto.
Tres años antes de que explotara la pandemia actual, los médicos de la isla bloqueada hace sesenta años por Estados Unidos, recibían una distintición de la Organización Mundial de la Salud. Aquel 26 de mayo de 2017, la entrega del galardón Doctor Lee Jong-Wook consistente en 100 mil dólares, fue precedida por un comentario del presentador: “Nos complace sobremanera honrar su memoria otorgando este premio al Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve”. El acto se realizó durante la 70° Asamblea de la OMS.