El pasado 7 de febrero, se celebraron los comicios electorales. Para la segunda vuelta, pasa en primer lugar el candidato del progresismo, Andrés Arauz, y el segundo lugar aún se encuentra en pugna. El estrecho margen porcentual que se llevan el candidato de la clase empresarial y la banca, Guillermo Lasso, y el candidato de Pachakutik, Yaku Pérez, ha desencadenado en una serie de incongruencias en torno al proceso de conteo de votos en términos políticos. En medio de la disputa por el pase a la segunda vuelta, se enmarca una estrategia mediática y legal en contra de Andrés Arauz, acusandolo de recibir financiamiento del Ejército de Liberación Nacional de Colombia. De tal forma, el pacto entre la ultra derecha empresarial y las corrientes reaccionarias del Movimiento Indígena, se conjugan con los tentáculos del imperialismo, para decantar en una turbulencia política en medio del actual proceso electoral.
Después de que Pérez posicionara la idea de fraude en la opinión pública, ambos representantes del neoliberalismo, decidieron sentarse en una mesa de diálogo el pasado viernes 12, con el consejo del CNE, y con la observadora electoral de la OEA. En la reunión, ambos candidatos llegaron a un acuerdo, que tuvo como elemento unificador, la cercanía ideológica y el anticorreísmo. Se acordó un reconteo parcial de votos: el 100% de las actas de Guayas, y hasta el 50% de las actas de otras 16 provincias, a iniciarse este día martes 16 de febrero. Sin embargo, este fin de semana, ambos candidatos intercambiaron mensajes desafiantes en un evidente juego político, tras la carta presentada por Lasso al CNE, con la clara intención de calentar las calles.
La falta de institucionalidad por parte del CNE, cayó por su propio peso, y la desconfianza general frente a esta institución, tomó forma. Cabe recordar que el CNE es un producto de la alianza entre Moreno, el Partido Social Cristiano, CREO y Pachakutik, es decir, es un producto de la regresión hacia el neoliberalismo. Es legítima la duda acerca de la capacidad de esta institución para lograr un proceso democrático genuino, por lo que en medio de la disputa por quien pasa a segunda vuelta, el reconteo de votos es un derecho constitucional, aun cuando no existe precedente parecido en historia democrática del Ecuador.
La presencia de la OEA como observadora del proceso electoral es realmente preocupante, después de que en Bolivia impulsó y apoyó el golpe de Estado de noviembre de 2019. La representación política de los intereses de EE.UU. en la región, y el acompañamiento en un sinnúmero de procesos de injerencia y golpes de Estado a lo largo de la historia, demuestran que la presencia de la OEA en asuntos políticos es peligrosa. Así como pasó en Bolivia, tanto la oligarquía como sectores reaccionarios del Movimiento Indígena, han entrado en diálogo, con el mismo fin ideológico: impedir los procesos modernizadores del Estado de los progresismos. El neoliberalismo encuentra un frente único con las figuras de Lasso y Pérez, para impedir a toda costa el retorno del progresismo al Ecuador.
En vísperas de las elecciones del pasado 7 de febrero, el medio ultra conservador Semana, desataba una estrategia de injerencia. La revista ligada al uribismo, acusaba a Arauz de haber recibido un aporte financiero de 80.000 USD para su campaña política. Coincidentemente, el mismo 12 de febrero, mientras Lasso y Pérez se reunían en el CNE con la OEA, el Fiscal General de Colombia, Francisco Barbosa, viajaba a Quito, para entregar información respecto al “caso” a su contraparte, la Fiscal Diana Salazar, con el beneplácito de Lenín Moreno.
Esta estrategia del “nexo subversivo” corresponde al manual de propaganda de la ultra derecha continental. La conjugación del mito de la “venezolanización” y el “castro-chavismo”, se vuelve a desatar en contra de los progresismos en el continente, para evitar la constitución de regímenes contrarios a la hegemonía yanqui en la región. En este escenario, el Estado colombiano -una vez más- termina siendo el fiel representante del imperialismo en Sudamérica, siempre servil y en defensa de los intereses del Departamento de Estado de EE.UU.
Recordemos que el papel que desempeñó la OEA en las elecciones bolivianas de noviembre de 2019, presidido por Luis Almagro denunciaba un posible fraude electoral, desembocó en un golpe de Estado. Temiendo una derrota al neoliberalismo en las urnas el próximo 11 de abril, la ultra derecha ecuatoriana y regional podría recurrir a la descalificación de la candidatura de Arauz por supuesto financiamiento ilícito, para asegurar de forma definitiva que el progresismo no retorne al poder estatal en el país.
Se podría conjugar un escenario en el que la oligarquía, en alianza con la fracción reaccionaria del Movimiento Indígena, logre articular suficientes argumentos para justificar un golpe blando, descalificando la totalidad del proceso electoral, en medio de un movimiento injerencista brutal, que ahora intenta vincular a Arauz con un supuesto financiamiento del ELN. Cabe destacar que en medio de este escenario, se va evidenciando cada vez más la disputa dentro del Movimiento Indígena. Tanto CONAIE como el MICC han alertado que un pacto entre Pérez y Lasso no ha sido consentido por las bases: “cualquier alianza entre Pachakutik-18 con las distintas organizaciones políticas debe ser expuesta y consensuada… caso contrario todo será por fuera de muestra organicidad”, “nuestra lucha es contra de la derecha, venga de donde venga”.
En definitiva, queda latente la posibilidad de que el escenario político actual propicie un golpe blando en el Ecuador, como resultado de la conjugación de poderes fácticos tanto a nivel interno, con una supuesta pugna interburguésa entre Lasso y Pérez; como a nivel externo, con la injerencia de la fiscalía colombiana y la presencia de la OEA. En medio de este panorama, nos encontramos frente a un claroscuro constante, producto de la tergiversación del proceso electoral por parte de Pérez y Lasso, y el auspicio del imperialismo yanqui. En medio de este claroscuro se destila la lucha de clases. O reconocemos el momento histórico con todas sus implicaciones, o nos convertimos en el peso muerto de la historia.