“Una pedagogía nacional se impone como único recurso de defensa, garantía de conservación de las identidades nacionales [en] el actual espacio geohistórico mundial controlado por la grandes potencias económicas…” Ramón Tovar
La vida nos enfrenta a circunstancias muy difíciles, traumantes, al inicio de esta tercera década del tercer milenio. Además de la hiperconcentración de poderes en la minoría capitalista excluyente, fortalecida con las llamadas guerras mundiales y sus secuelas de plagas y miserias que golpean sin misericordia a las segregadas masas, ahora tenemos que luchar contra los efectos mortales del nuevo producto de su ciencia, que momento a momento, nos priva de la plenitud existencial de seres que han merecido nuestro afecto, respeto y admiración.
Entre los hermanos que la vida nos regaló y que reciente y dolorosamente se marcharon, se encuentra Omar Galíndez Colmenares, a quien vemos fielmente retratado como gladiador en el epígrafe tomado del maestro Ramón Tovar. Galíndez constituye una expresión concreta de lo que Antonio Gramsci definió como intelectuales orgánicos. Consustanciado luchador por una sociedad más justa para todos, excelente estudiante, calificado docente, inaugurador y propulsor de nuevas sendas investigativas, eficiente gerente, amante esposo y dedicado padre, fino y agudo escritor y excelente amigo.
A Omar lo conocimos, en el séptimo decenio de la pasada centuria, cuando su figura iconoclasta e inquiridora se hizo notar en los vetustos ambientes del Instituto Pedagógico de Caracas, con lo que daba continuidad a la saga que venía siguiendo desde el oeste citadino, cuando era un rebelde estudiante del “Luis Espelozin”.
Eran años de lucha contra la insolente planta del imperialismo altono que profanaba el sagrado suelo de la Patria, mimetizándose con sus peones nacidos en este suelo. Aunque provenientes de diferentes facciones, nos identificamos en el frente común. Luego coincidimos, sin obviar las disonancias, en diversas responsabilidades dirigenciales, iniciativas que mantuvimos incluso después de graduados.
La práctica del partido gobernante lo aventó a tierras larenses. La urbe del Morere lo acogió como un docente recién graduado que se quería comer el mundo; las pocas horas asignadas no fueron óbice para que descollara en el plano profesional; lo que —como siempre hizo— supo conjugar con la notoria actividad política, sin descuidar su exigente proceso de formación y preparación académica. Pronto fue reclamado por los centros educativos capitalinos y, lo que hoy evaluamos como una bendición, por la posibilidad de estudiar allende los mares.
Adentrándonos en la segunda mitad de los setenta, aterrizó en la Villa del Potomac y se matriculó en la American University, en la que desarrollaría con éxito sus estudios de maestría. Se especializó en la historia de los Estados Unidos de América, lo que demostró con sus reconocidos papers y una brillante tesis que lo acreditó como Magister Scientiarum.
No conforme con ello, recién arribado del norte se incorporó a los neonatos cursos de posgrado que pergeñaba Federico Brito Figueroa, a quien —junto a varios compañeros de ideales— acompañó en su peregrinar por diversas instituciones de educación superior, buscando el reconocimiento de los estudios de alto nivel en la ciencia de Clío; devenir que concluyó, ya empezando este siglo, en la Universidad Católica Andrés Bello, con su certificación como doctor. Galíndez nunca desvinculó sus afanes formativos del ejercicio de la docencia proactiva. De las impolutas aulas del “Egidio Montesinos”, arribó a las del irreverente “Pedro Emilio Coll”. Cuando se desempeñaba en los aguerridos terrenos del emblemático liceo del suroeste caraqueño, fue reclamado por el Aula Mater de la formación docente superior nacional y por la Universidad Central de Venezuela. En ambas, previo riguroso concurso de oposición, formó parte de la plantilla docente y desempeñó elevados cargos, como Jefe de Departamento, en el primero, y Coordinador del Área de Historia Económica, en la Escuela de Administración y Contaduría de la segunda; coetáneamente adelantó notorias investigaciones que explanó en destacados trabajos de ascenso.
El Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, reconociendo su trayectoria, le asignó funciones en el Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual (IAEDPG), donde se desempeñó como profesor de Historia Política y Diplomática de Venezuela y dirigió el Seminario sobre América del Norte con énfasis en los Estados Unidos de Norteamérica. Asimismo se destacó en la jefatura de la División Académica del instituto. De igual modo, sus servicios especializados fueron requeridos para los posgrados de la Universidad Santa María, la Universidad Bolivariana de Venezuela, la Escuela Nacional de Hacienda y Administración Pública, la Universidad Nacional Experimental de las Fuerza Armada y la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela.
Sus esfuerzos trascendieron los espacios escolares tradicionales, por lo que no dudó en apoyar las innovaciones curriculares que signan el proceso que nos identifica raigal y existencialmente. Así lo encontramos como un permanente colaborador en la Escuela de Formación de Cuadros Políticos Antonio José de Sucre, el Frente Francisco de Miranda, la Misión Sucre y la neonata Universidad Nacional Experimental del Magisterio Samuel Robinson. Quienes tuvieron la honra de escuchar sus concientizadoras palabras, o lo acompañaron en sus preparativos, recuerdan con agrado y orgullo su afable, pero exigente trato, así como su inquebrantable combatividad. Testimonios de ello quedan en el comedor del IPC, cuando recién regresaba de las entrañas del monstruo, o cuando se enfrentara a las denominadas “guarimbas”.
La primera vez, los asombrados comensales se encontraron con un joven —casi desconocido— que les hablaba del imperialismo estadounidense, de la hegemonía y las falencias del gigante sito al norte del río Grande y otras nociones poco manejadas para ese presente; es que él había hecho bueno el aserto martiano: “Es preciso que, en nuestra América, se sepa la verdad sobre los Estados Unidos”. A esa labor dedicó el resto de su fructífera existencia. En ocasiones como la segunda, el expectante auditorio sancarleño presenció cómo el circunspecto educador se enfrentó al saboteo de los apátridas y desnaturalizados actores. A voz en cuello les dirigió una arenga plena de sólidos contenidos y de hondos propósitos políticos. Ambas ejecutorias fueron saludadas con aclamaciones y salvas de aplausos.
En el IAEDPG asumió la Coordinación de los estudios conducentes a título con tal energía, que antes de las medidas de prevención frente al actual azote de la humanidad, condujo las reuniones de trabajo; y, comenzado el aislamiento social, continuó su labor a través de las redes. El tiempo más reciente lo dedicó a impulsar la consolidación del Programa Nacional de Formación Avanzada en Historia de la Unearte y el Centro Nacional de Estudios Histórico.
Deja una extensa obra escrita en inglés y en castellano y esclarecedores artículos publicados en La Artillería y en la Red Angostura. En la secuencia de su intensa actividad y producción escrita encontramos sus más cercanas ilaciones, antes de que lo golpeara la enfermedad que lo obligó a recluirse en el nosocomio, donde rescindiría su vida que tanto prometía.
Omar Galíndez Colmenares perdió su última batalla el sábado 20 de marzo, a tempranas horas de la tarde. Pero su incansable labor a favor de los oprimidos lo mantendrá vivo en la memoria de las nuevas generaciones, que, con él, seguirán aprendiendo a pelear por la consolidación de la Patria buena
Producción intelectual
Omar Galíndez Colmenares no le satisfizo la docencia, en términos de disquisiciones orales, sino que dejó por escrito sus reflexiones en “The National Security of Brazil toward Latin American: An theoretical Appoach”, “Foreing policy of Brazil during World Ward II and Its socio-economic Factors” y “Venezuela Role in the OAS: Special Analisys Betancourt Doctrine and Nicaragua’s Case”, hilvanadas durante su permanencia en EE. UU. Entre nosotros nos entregó “Centroamérica: Emergencia revolucionaria e imperialismo”, “Política exterior de Brasil en la II Guerra Mundial”, “América Latina y el ‘nuevo orden’ mundial de Bush”, “Formación del Estado Nacional en los Estados Unidos de Norteamérica”, “Nación, autonomía y proyecto nacional en Venezuela 1826-1830”, “Correo del Orinoco: ¿Cómo se llega a su fundación? Relaciones con los Estados Unidos, mediación y otros temas en la lucha por la Independencia de Venezuela”, “El Discurso de Angostura: Simón Bolívar y su proyecto de Estado-Nación” y Producción intelectual “Ley Fundamental de la República de Colombia: de la utopía de una gran nación a la traición de la oligarquía”. Desde su columna en La Artillería, analiza la política intervencionista y guerrerista de los Estados Unidos, indagando en sus raíces históricas la explicación subyacente a los vaivenes de su desenvolvimiento como tal. Para lo cual, el más reciente exmandatario gringo le suministró suficientes insumos. Entre sus numerosas colaboraciones, en el mencionado semanario nos entregó “La democracia fallida de EE. UU.”, “Intervencionismo financiero” y “Venezuela en el filo de la navaja”. También se hizo presente en la Red Angostura, con estructuraciones como “Intento de domesticación de la FANB”, “La criminalización de la inmigración en Estados Unidos”, “Hipótesis sobre la pandemia y la crisis capitalista”, “EE. UU. el centro de gravedad”, “La gravitación de Estados Unidos entre su crisis y la de Venezuela”, “El péndulo de la oposición en Venezuela ¿sumisión o política”, y “¿Qué trae el 46.º presidente de EE. UU.?”.