Por Daniel Raventós, Gustavo Buster y Carlos Girbau
La injusticia es humana,
pero más humana
es la lucha contra la injusticia
(Bertolt Brecht)
Hay convocatorias electorales que cobran una gran importancia. El próximo 4 de mayo es una de ellas. Existen razones poderosas para impedir que en Madrid gobierne la extrema derecha y la derecha extrema neoliberal. De gobernar cualquier cosa que no sea esta podredumbre, se posibilitaría un gobierno en la Comunidad de Madrid que, al margen de otras muchas carencias políticas que a buen seguro pueda tener, por primera vez en 26 años no haga del dogma neoliberal su catecismo. Existe la oportunidad de impedir un gobierno que no entienda la administración pública como una simple oficina de contratación para las grandes empresas; que no vea el presupuesto público, de casi 30 mil millones de euros, como un botín a repartir entre el 5% superrico. Hay la posibilidad de que pueda haber un gobierno que apueste por lo público como el motor y el eje vertebrador de una recuperación económica, social y ecológica, que hunda sus pies en la sanidad y la educación públicas. Ojalá que sea un gobierno que dé a la atención primaria el lugar central del sistema público de salud que le corresponde, que contrate profesionales, que baje las ratios en las escuelas públicas, que proteja el derecho a la vivienda e impida desahucios; que amplíe la protección social para combatir el galopante empobrecimiento. Existe hasta la posibilidad de un gobierno que considere que la democracia se garantiza y se construye apostando por la existencia material de toda la población y la libertad. Posibilidad, mera posibilidad. La alternativa la conocemos, se ha practicado durante más de dos décadas en Madrid: un gobierno de corrupción “atrapatodo”, un gobierno neoliberal ultramontano y gran-nacionalista español del PP liderado por Isabel Díaz Ayuso de la mano de la ultraderecha franquista de Vox y el apoyo de Ciudadanos ya en derribo.
El PP convocó las elecciones con un plan: condicionar, en el “año de la vacuna”, la salida de la crisis sanitaria, social, económica y ecológica que vivimos a partir de profundizar su modelo neoliberal, segregador, xenófobo y aporofóbico. Arropados por el poder mediático y el económico, no dudaron Díaz Ayuso y su partido en apostar por la abstención de la mayoría popular y trabajadora, en especular con el agotamiento pandémico, en huir de todo debate que pusiera el gobierno de coalición del PP y Ciudadanos y sus amigos de Vox ante la realidad. Es decir, ante el hecho de que Madrid es la Comunidad Autónoma con más muertes por habitante por Covid-19 del reino, la región que permite que continúen sin luz más de 2.000 personas en la Cañada Real, la que arroja las peores cifras de desigualdad, la de las colas del hambre y los desahucios, la de las UCI saturadas y los centros de salud a media asta. Fue Anatole France quien a finales del siglo XIX dejó dicho que “la ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan”. El gobierno madrileño de la derecha ha demostrado que la ley está para eso. Es la Comunidad que garantiza por ley a la mayoría “libertad” para vivir en situación precaria y con las condiciones de existencia material cada vez más atacadas, que permite a los mil millonarios no pagar impuestos. La ley que no da ni una ayuda directa a los autónomos y hosteleros, mientras reparte 4,5 millones para subvencionar la tortura animal de las corridas de toros o los contratos públicos sin concurso a la familia de Ayuso por más de 70.000 euros. Es la ley de la “magnífica ecuanimidad” de la derecha. Y la aplica sin fisuras.
Desde estas páginas queremos poner nuestra pequeña contribución para llamar a llenar las urnas de papeletas que puedan impedir un gobierno del PP, Vox y Ciudadanos. Un gobierno que desean mantener tras 26 años de maltrato social creciente. No se trata tanto de lo que puede venir sino de que no se puede repetir un gobierno como el actual. Cualquier cosa será mejor que PP, Vox y Ciudadanos.
El voto del 4 de mayo es una buena ocasión para responder a las cartas de amenaza ultras y sus balas -de Cetme, el fusil de asalto oficial del ejército español- contra algunos representantes políticos, entre ellos a un candidato de la izquierda en estas elecciones. La recomposición del tejido social madrileño mediante el trabajo compartido a pie de calle y empresa a partir de los colectivos de trabajadores, sindicatos, entidades vecinales y de apoyo mutuo, de mujeres o ecologistas, es la mejor garantía de hacer frente a estas amenazas habituales entre la extrema derecha, pero el 4 de mayo el voto puede ayudar.
Todo el mundo es consciente de que el resultado de las elecciones madrileñas tendrá su efecto sobre la política de todo el reino. Esta es una razón añadida para considerar que ningún voto debe ir a la derecha ni a la derecha extrema de PP, Vox y Ciudadanos. No se trata de ofrecer ningún apoyo incondicional a nadie, sino de frenar a una derecha particularmente nefasta. El 4 de mayo es una oportunidad para intentarlo.